El tiempo favorece al cambio
El reconocimiento del matrimonio igualitario es posiblemente el avance jurídico más importante del siglo. Mediante las dos sentencias emitidas por la Corte Constitucional (CC) el mes pasado, se ha garantizado que efectivamente todas las personas sean iguales ante la ley, como corresponde en un Estado democrático. Ciertamente, resultaba un contrasentido tener una prohibición constitucional a discriminar en base a la orientación sexual, y usar esa misma condición como único argumento para impedir que un grupo de personas elija con quién y bajo qué medio formalizar sus relaciones sentimentales. Esto era, a todas luces, una situación discriminatoria e incompatible con nuestra Constitución, y con las obligaciones internacionales del Ecuador en materia de derechos humanos.
No obstante, el mayor impacto que tendrán estas sentencias será a nivel social. A través de ellas, la CC sepultó definitivamente el argumento de “anormalidad” de las relaciones de parejas GLBTI, empleado por grupos homofóbicos y fanático-religiosos para justificar actos de discriminación y odio hacia este colectivo. Protegiendo legalmente el amor entre personas del mismo sexo vía jurisprudencial, las personas GLBTI podrán vivir de manera libre y sin miedo, y con la certeza de que no existe nada malo en quiénes son, o en las elecciones de vida que han tomado. Poco a poco esta sociedad aprenderá que a la diversidad no hay que tenerle miedo. Lo que sí hay que temer es a esas personas que se creen con autoridad para determinar el alcance de los derechos de otros seres humanos. Lo que debemos combatir de manera férrea son las ideas de superioridad de ciertos grupos que creen que pueden decidir cómo el resto debe vivir su vida.
Como era de esperarse, el rechazo a la sentencia de la CC por parte de los grupos antiderechos ha sido fuerte y agresivo. No debe preocuparnos, pues lo mismo ha ocurrido en otras partes del mundo ante decisiones similares. Sin embargo, ese descontento es irrelevante desde lo legal, puesto que el ejercicio de los derechos humanos no está condicionado al capricho de las mayorías. Poco a poco se hará evidente aquello que alguna vez dijo la jueza de la Corte Suprema de Justicia de los EE.UU., Ruth Baden Ginsburg: El tiempo siempre favorece al cambio. (O)