Punto de vista
El realismo mágico del Fondo Monetario Internacional aplicado al Ecuador
Parecería ser que el Fondo Monetario Internacional (FMI) es afecto a la construcción literaria. En sus informes presenta hechos extraordinarios en un contexto de aparente realidad y dota de cierta magia a los personajes (los gobiernos) que actúan según lo que el autor considera adecuado (la desregulación y liberalización económica).
Cuando sus personajes aparecen haciendo cosas fantásticas -como una supuesta reducción de la pobreza o la desigualdad- el FMI los premia con buenas proyecciones de crecimiento de su Producto Interno Bruto (PIB). Obviamente, en sus construcciones literarias, existen también personajes oscuros que, en tanto se atreven a evidenciar el enfrentamiento social cotidiano, no pueden estar ligados a la magia de sus políticas y, por ello, el autor los castiga con la desdicha, es decir, con malas perspectivas económicas.
Aunque esa institución multilateral intenta incorporar esos u otros elementos retóricos en sus informes técnicos, la realidad muestra que la magia no es posible y que sus recetas siempre conducen a los mismos malos resultados para las mayorías sociales.
Este usual proceder del FMI puede apreciarse con claridad en sus estimaciones de la economía ecuatoriana efectuadas para antes, durante y después del gobierno de Rafael Correa.
Con anterioridad a la llegada de Alianza PAIS al poder político en 2007, Ecuador fue considerado como un ‘buen alumno’ del FMI más de 10 años, aunque el manejo económico de los gobiernos previos llevó al país a una situación social, política y económica insostenible. En las elecciones de 2006, la ciudadanía se pronunció a favor de un proceso de transformación política que le permitió a Rafael Correa proponer la ruptura con el FMI y la realización de una auditoría a la deuda externa. El buen alumno decidió alejarse así de los designios del maestro. A partir de entonces, el FMI no dudó en utilizar sus proyecciones de crecimiento del PIB para crear ficticiamente panoramas macroeconómicos más difíciles de lo que son en realidad.
Para constatar lo anterior conviene apreciar las diferencias entre las proyecciones ex ante que realiza el FMI en sus informes y los datos de crecimiento del PIB registrados ex post. En 2007, cuando las elecciones presidenciales no se habían realizado todavía y el país era aún apreciado halagüeñamente, el FMI premió a Ecuador otorgándole un 1% adicional en sus proyecciones de crecimiento. Posteriormente -en 2008, 2010, 2011, 2012 y 2013- el FMI subestimó el desempeño de la economía ecuatoriana.
Ciertamente, esa institución multilateral ha procedido también en un sentido contrario, es decir, sobreestimando la expansión del PIB del país sudamericano. En 2008, cuando estalló una crisis financiera que el FMI no pudo avizorar, se inflaron los resultados del desempeño económico global. En su informe publicado en abril de 2008 se sostenía que la economía mundial crecería 3,8% en 2009; luego, en el informe publicado en octubre, se afirmó que la expansión sería de 3% en 2009. En la realidad, empero, la economía mundial decreció el 0,7% en 2009, según los propios datos del FMI. La sobreestimación ex ante del crecimiento del PIB ecuatoriano para 2009, por tanto, obedeció a la incapacidad de la institución multilateral para prever la crisis internacional.
A su vez, en 2015, el FMI sobreestimó el crecimiento ecuatoriano, en esta ocasión debido a su incapacidad para anticipar la caída del precio del petróleo que afectó fuertemente los ingresos del Estado ecuatoriano. Sin embargo, ante esta situación adversa, el FMI corrigió sus proyecciones y, en octubre de 2015, señaló que existiría un decrecimiento de -0,6% en la economía ecuatoriana hasta fines de ese año. Al hacerlo, sin embargo, incurrió en una nueva subestimación pues el PIB ecuatoriano logró expandirse en 0,9% durante 2015.
En esta historia de construcciones literarias, mediante las últimas proyecciones del crecimiento ecuatoriano para 2016 -un año cuyos resultados macroeconómicos influirán en las elecciones presidenciales de 2017-, el FMI siembra nuevas dudas infundadas que cuestionan a los países que decidieron no vivir más bajo sus designios.
En el informe de ‘Perspectivas económicas’ publicado en abril de 2016, el FMI proyectó una contracción del 0,6% en el PIB de América Latina como región. En la actualización de ese informe presentada en octubre se confirmó el pronóstico previo y, según las proyecciones del FMI, se estimó que la economía ecuatoriana se contraería 4,5% en 2016 y 4,7% en 2017. Estas últimas cifras contribuyen a generar un ‘caldo de cultivo’ idóneo para quienes intentan cuestionar el modelo económico aplicado por el Gobierno ecuatoriano.
Más allá del error (planificado) en las proyecciones, el FMI no ha tenido más remedio que ir corrigiéndolas una y otra vez. En la previsión publicada en septiembre pasado, la institución multilateral sostiene que la economía ecuatoriana decrecerá 2,3% en 2016, una cifra que está lejana de primeras proyecciones del FMI y de las previsiones efectuadas por el Gobierno de Alianza PAIS. En el futuro, con datos ex post sobre lo que efectivamente sucedió en 2016, podremos verificar si el FMI subestimó o sobreestimó el crecimiento ecuatoriano.
Mientras tanto, a través de sus construcciones literarias, el FMI interviene en las expectativas de la población, dibujando un panorama que no se corresponde con la realidad.
Sin duda, en 2016, la economía ecuatoriana ha atravesado por una situación difícil que hubiese experimentado más afectaciones si, haciendo caso a las proyecciones lanzadas por el FMI, el gobierno de Alianza PAIS hubiera emprendido una política de ajuste presupuestario drástica.
En el manejo de las cifras efectuado por esa institución multilateral, el problema no radica en los pequeños márgenes de error estadístico. Se tratan de maniobras deliberadas que buscan crear un clima de inestabilidad económica mayor que aquel reflejado en la realidad. (O)