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Ecuador, 22 de Diciembre de 2024
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El Telégrafo
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Punto de vista

El preámbulo de la Constitución de la República del Ecuador vigente del 2008

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Dice: “Nosotras y nosotros, el pueblo soberano del Ecuador, reconociendo nuestras raíces milenarias, forjadas por mujeres y hombres de distintos pueblos, celebrando a la naturaleza, la Pacha Mama, de la que nosotros somos parte y que es vital para nuestra existencia. Invocando el nombre de Dios y reconociendo nuestras diversas formas de religiosidad y espiritualidad, apelando a la sabiduría de todas las culturas que nos enriquecen como sociedad, como herederos de las luchas sociales de liberación frente a todas las formas de dominación y colonialismo, y con profundo compromiso con el presente y el futuro, decidimos constituir una nueva forma de convivencia ciudadana, en diversidad y armonía con la naturaleza, para alcanzar el buen vivir, el sumak kawsay;…”.

Según este preámbulo, los ecuatorianos actuales recibimos una serie de herencias milenarias que todavía no han sido masivamente asimiladas por no ser muy claramente estudiadas ni entendidas. Diremos que los dos pilares más antiguos para su análisis están en la arqueología y en la lingüística. Nos pasa con las palabras, con las denominaciones de nuestra toponimia, fitonimia, zoonimia y antroponimia, lo mismo que con la arqueología. Tenemos piezas, objetos, fragmentos de algo que no sabemos a qué cultura atribuir, puesto que los objetos también viajan. Evidencian influencias, tienen funcionalidades que no atinamos a decodificar, a puntualizar en edades ni en procedencias.

Las lenguas, siendo parte de la cultura inmaterial, también son registros sedimentarios que quedan atrapados en los espacios aislados, donde se pueden rastrear elementos fonéticos, léxicos, semánticos, etc. También hablando lingüísticamente, todavía nos quedan lenguas completas como el quichua, el shuara, el tsáchila y más que están vigentes con hablantes que disponen de territorialidad, de dialectos, de isoglosas, de sustratos, adstratos y superestratos. De una evolución interna o de diacronías, de interferencias y de proto-sustratos. Muchas de estas interferencias están acomodadas subterráneamente, subcutáneamente en las hablas vivas de nuestros habitantes o poblantes.

En este primer comentario, diré que la lengua española, siendo el superestrato dominante, puede también actuar como uno de los modificantes comunicativos, sobre todo en las zonas de isoglosa, o sea de franjas fronterizas de hablas vivas. Sin considerar las variantes dialectales y sociodialectales. El preámbulo a la Constitución no es totalizador. Al hacer referencia a la Pacha Mama y al Sumak kausay, se está pensando en la cultura quichua, en perjuicio de las demás, como lo fueron desde el coloniaje español que privilegió al quichua para cristianizar y consolidar el dominio espiritual, en desmedro de las demás lenguas vernáculas, que pese a haber sido desplazadas y hasta perseguidas, han sobrevivido.

Lingüísticamente esta Constitución reproduce el mismo esquema colonial que se supone fue superado. La sola alusión al quichua nos pone de lleno en la sincronía histórica del incario y de la quichuización doctrinera colonial, con lo cual estamos ubicados en esa instancia expansionista que significó el incario para los pueblos libres pre incas, que tuvieron que resignarse a una quichuización cronológicamente diferida sin otra alternativa que daba el criterio de sumisión. El mismo esquema de comentario se impuso con el modelo del castellano que desde la colonia sigue su camino hasta hoy. Que nuestros constituyentes hayan partido “invocando el nombre de Dios y reconociendo nuestras diversas formas de religiosidad y espiritualidad”, revela también un oculto sentido cristiano que igualmente pone en un plano dependiente a las otras formas de religiosidad a las cuales no se las invoca.

Evidencia la inconsistencia de formación en los asambleístas en estos temas, que todavía nos ’hablan’ desde la oficialidad del castellano, pues anacrónicamente indican en el artículo 2.- que: “el castellano es el idioma oficial del Ecuador”. Están pensando adjetivamente en que lo mejor era calificado como de Castilla: arroz, harina, bayeta, caña,  pañolón y poncho de castilla. En oposición a las cosas ‘runas’ como el perro, gallo y la gallina de los que salen hasta los huevos runas; porque eran de los nativos u hombres runas, opuestos a los castellanos que eran los blancos, con idioma incluido. (O)

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