En la memoria colectiva ecuatoriana, los nombres de Carlos Santiago y Pedro Andrés Restrepo Arismendy nos trasladan a uno de los acontecimientos más sentidos en la conciencia social, así como a una lucha donde pese al dolor por la desaparición, la valentía, constancia y amor de Luz Elena Arismendy, Pedro Restrepo y su familia mostraron que es posible enfrentar el poder en búsqueda de la verdad, justicia y reparación.

En 1994, la muerte de Luz Elena no detuvo el cariño y solidaridad encendida hacia los hermanos Restrepo, más bien avivó el sentido colectivo por una de las causas más nobles que Ecuador ha conocido, iniciándose la campaña ‘Las llaves de la solidaridad’, que sumó a otras familias, organizaciones sociales, intelectuales, artistas, comunicadores y gente sencilla, para erigir en 1997 el monumento en el Parque del Arbolito. La escultora Dolores Andrade conceptualizó y diseñó la obra luego de escuchar a todas las voces.

En agosto pasado, el Municipio de Quito retiró el monumento en razón del evento de la Conferencia Mundial de Hábitat III por realizarse en octubre próximo, sin que haya mediado consulta y proceso alguno, contrariando el compromiso asumido en octubre de 2015 por la Unidad de Espacio Público de la Empresa Pública Metropolitana de Movilidad y Obras Públicas de garantizar el mantenimiento periódico de los sitios de memoria.

Es preciso recordar que las Naciones Unidas, mediante Resolución 60/147 de 2005, incorporó los principios y directrices básicos sobre el Derecho de las Víctimas Manifiestas de las Normas Internacionales de Derechos Humanos y de Violaciones Graves del Derecho Internacional Humanitario, que identifican el derecho de las víctimas directas e indirectas  -familia inmediata, sus dependientes y personas que han sufrido daño al asistir a las víctimas- a una reparación adecuada y proporcional que incluya la restitución, compensación, rehabilitación, satisfacción y garantías de no repetición.

En esa perspectiva, la satisfacción como una forma de reparación incluye disculpas públicas, aceptación de responsabilidad, conmemoraciones, homenajes, entre otras, por lo que la construcción de sitios de conciencia y de memoria histórica generan espacios pedagógicos en los que la sociedad lee su pasado, vive su presente y proyecta su futuro para no repetir hechos lacerantes a la dignidad humana.

El Municipio de Quito tiene la obligación inmediata de reparar la memoria de las víctimas de violaciones a los derechos humanos expresada en este monumento, restituyéndolo en iguales condiciones y con participación de las víctimas, familiares y amigos; dando paso a la décima recomendación de la Comisión de la Verdad que exhortó a los gobiernos locales a proporcionar los medios y facilitar los consensos necesarios para mantener la memoria y prevenir las violaciones a los derechos humanos. (O)