En 2016 se cumplieron 70 años de la muerte de John Maynard Keynes y 80 años de la publicación de su ‘Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero’. Él fue un personaje multifacético: matemático, economista, académico, periodista, inversor y filósofo.

Observó que la gran depresión de los años treinta del siglo XX produjo un desempleo duradero e involuntario y el cierre de fábricas o la imposibilidad de otras de vender sus productos durante períodos prolongados.

Era un fenómeno que la teoría neoclásica no podía explicar pues, según ella, si no hay obstáculos al libre funcionamiento de los mercados, estos se autorregulan hasta alcanzar un equilibrio estable con pleno empleo; si existía desempleo, decían, este debía ser voluntario. Sin embargo, la realidad de la gran depresión mostraba a una gran cantidad de personas que no podían conseguir empleo dispuestas a trabajar por cualquier salario. Se trataba entonces de un desempleo involuntario causado por la insuficiencia de demanda efectiva.

Para Keynes, la inversión depende de las expectativas de los inversionistas sobre la incertidumbre futura, expectativas que dependen a su vez de factores psicológicos y culturales como las convenciones y los comportamientos de ‘manada’. Los inversionistas pueden volverse repentinamente pesimistas, lo que deprimirá la demanda agregada, la producción, el ingreso y el ahorro. Se puede llegar así a un equilibrio con insuficiencia de demanda y desempleo.

La implicación de política fue lo que él denominó ‘la socialización de las inversiones’, es decir, el papel del Estado en el impulso a la demanda efectiva mediante el aumento del gasto público. Antes de que él construyese su teoría, empero, Alemania, Suecia y Estados Unidos estaban actuando en ese sentido.

También es relevante la importancia que Keynes dio al dinero y el crédito en la economía y el cuestionamiento a los regímenes de tipo de cambio extremo. Fue crítico del retorno al patrón oro que Churchill implementó en Inglaterra luego de la Primera Guerra Mundial. Además, la reflexión de Keynes en ‘Las posibilidades económicas de nuestros nietos’ -un ensayo publicado en 1930- fue oportuno para el debate sobre el Buen Vivir.

Él pensó que el crecimiento económico y la tecnología conducirían a mejorar las condiciones de vida y reducir las horas de trabajo. Esto le permitiría a cada persona dedicar una mayor fracción de su tiempo al cultivo de las artes, a la reflexión filosófica y al fortalecimiento de sus relaciones interpersonales, es decir, a aquello que aquí solemos denominar ‘tiempo bien vivido’. Con seguridad, sus propuestas sobre la creación de empleo estarán también en el trasfondo del actual debate político electoral. (O)