La trinchera de vito
El equipo humilde que hundió a Argentina
Hay sueños que a veces no parecen sueños. Porque la realidad apura el paso. Y se mezclan las sensaciones. Pasa en la vida, ocurre en el fútbol. El club de Alto Rendimiento Especializado Independiente del Valle está viviendo ese proceso. Por primera vez en su historia, luego de dos participaciones, inscribió su nombre en la final de la Copa Libertadores de América. Los de Sangolquí no paran de hacer historia: eliminaron al último campeón, River, en los octavos de final, avanzó a las semifinales del gran certamen continental al eliminar en México a Pumas, y ahora dan el golpe más importante del actual torneo tras dejar en el camino al multicampeón Boca Juniors en su estadio.
La Bombonera es otro mundo, decían. Boca no es River, se burlaban. Incluso llegaron a decir que esta era la Copa Libertadores más sencilla de la historia para los ‘xeneizes’. “Cuando más difícil es la victoria, mayor es la felicidad de ganar”, dice un viejo adagio que Independiente lo tiene como impronta.
Ni el Monumental ni la Bombonera -dos de los estadios más difíciles del mundo- intimidaron a este grupo de jugadores que no tiene un promedio mayor de 23 años. Argentina parece ser la tierra prometida para el fútbol ecuatoriano en este 2016. Precisamente ahí la selección encaminó su gran momento en las eliminatorias mundialistas tras vencer al seleccionado de Lionel Messi. Volumen colectivo, madurez grupal, juego personalizado, rebeldía, camerino fuerte y aprenderse el libreto al pie de la letra (proponer con velocidad y cerrarse con orden táctico) son los puntos fundamentales en la filosofía de Pablo Repetto, pilar fundamental del presente y futuro de la institución.
El Club de Alto Rendimiento Especializado Independiente del Valle tuvo tres fundaciones (en 1958, en 1975 y en 2007). Nació por un grupo de amigos obreros: albañiles y zapateros por nombrar algunos de sus oficios, bajo el liderazgo de José Terán, fanático de Independiente de Avellaneda. En 1995 ascendió por tercera vez a la segunda categoría y no bajó más. A la primera B llegó en 2006, y en 2007 cambió de nombre a Independiente del Valle por la intervención económica del arquitecto Michel Deller. La idea del nuevo dueño fue que Independiente sea manejado como una empresa y como un equipo formador, con la misión de crear a los futuros supercracks del fútbol ecuatoriano. Apenas dedica un 3 por ciento de su presupuesto para refuerzos extranjeros.
Respeto, disciplina, liderazgo, compañerismo y honradez. Son algunos de los valores que debe insertar el joven jugador si desea ser parte del club negriazul. Si bien levantar la Copa terminaría dándole un final feliz a esta historia, no conseguirlo en Colombia ante Atlético Nacional no cambiará ningún concepto de lo realizado hasta ahora. Independiente es más que un título, es más que un club. Esta institución es capaz de inspirar los sentimientos más nobles de esfuerzo, compañerismo, sacrificio y solidaridad. El sueño está en marcha y se vislumbra en el clima de Ecuador. (O)