Punto de vista
El binomio ideal
Barcelona disfruta de mieles en épocas de cambios, pero sobre todas las cosas se refleja en su semblante un tono lleno de vida y de orgullo en cierta manera por los valores recuperados y la altísima proyección a futuro en materia futbolística e institucional.
Con este preámbulo voy a inclinar el contenido de esta realidad en una sociedad alejada de los flashes y de los aplausos y no porque no se los merezcan, sino más bien por la tendencia natural de este deporte que premia la culminación de la idea más que el sostén de la misma. El equipo del poco reconocido Guillermo Almada basa su propuesta en una salida fluida desde el fondo con amplitud y transiciones rápidas para explorar los espacios vacíos que deja el rival cuando intenta una presión alta y desde ahí dejar en la impronta de tres impredecibles volantes ofensivos como lo son Díaz, Vera y Esterilla que por decantación siempre intentan encontrar al aguerrido, y a la vez confuso, Jonathan Álvez para hilvanar arremetidas siempre vertiginosas al arco rival.
Todo este contexto seguramente no sale de la realidad y es observado por la mayoría, situación que está muy lejos de dos futbolistas que más allá de jugar pocos partidos juntos entendieron que todo el caudal del equipo estaba en sus espaldas. Al entrar en este ámbito debemos nombrar a Márquez y Oyola, que fusionaron sus características a tal punto que uno se potencia con el otro y viceversa.
Por características naturales de liderazgo, el “pony” necesita dar rienda suelta a su voracidad ofensiva ya que comprende a la perfección sus limitaciones, pero también a la vez percibe que es el mejor acompañante y rueda de auxilio del tridente ofensivo transformándose en el aliado perenne cada vez que lo solicitan.
Márquez, por su lado, utiliza su ubicación como herramienta indispensable en un sector del andamiaje que pide a gritos equilibrio e inteligencia, coyuntura que el jugador realiza con total cabalidad. Con el concepto muy claro de tocar muchas veces el balón pero poco tiempo esta dupla logró el tan ansiado equilibrio que todos los entrenadores aspiran constantemente en sus equipos. Jugar bien no recae solo en marcar goles y ser contundente, sino también en otros puntos determinantes que van desde la oportuna ocupación de espacios vacíos en retroceso y en ataque, como también ser arterias de salidas transparentes, carentes de egoísmos donde debe primar la elaboración grupal.
Sin temor a equivocarme resalto el trajinar de estos dos gladiadores que con premisas muy firmes supieron transmitir la idea que se trabajó durante mucho tiempo con una labor heroica y llena de convicción. Los egos quedaron de lado, Oyola y Márquez pusieron el gran ejemplo y desde ahí se pudo concebir el mecanismo tan ansiado y demostrar, que para conformar un gran equipo se necesitan, por sobre todas las cosas, jugadores nobles, entregados a la causa y que estén dispuestos a hipotecar sus sueños personales para dar paso a los anhelos y ambiciones grupales. (O)