Punto de vista
El Astillero nos devolvió el espectáculo
Después de 15 años sin vueltas olímpicas, y pese a que Emelec fue el primero en levantar vuelo entre los guayaquileños, Barcelona acabó con una hegemonía de 7 temporadas y 8 campeonatos de los equipos quiteños -en 2005 se disputaron dos- en el fútbol ecuatoriano.
Desde 2012 la copa permanece en Guayaquil, aunque ha estado en dos vitrinas distintas. De manos barcelonistas pasó a las emelecistas y no se movió. El presente muestra a un Barcelona con favoritismo, méritos, deseos y la ambición de recuperar el trofeo que perdió en 2013, y a un Emelec, con menores posibilidades, en busca del ‘tetra’. El primero, una máquina de hacer goles, especialmente en su estadio, ya estaría festejando de no ser por la insistencia y el resurgimiento de su archirrival. Para estos días, los pronósticos se centrarían en acertar con cuántas fechas de anticipación el ‘Ídolo’ daría la vuelta, pero Emelec no deja de ser molestoso con sus actuaciones, excepto la del Clásico que puede resultar determinante al final.
El barcelonismo esperaba que el golpe del miércoles pasado dejara secuelas en las filas del ‘Bombillo’ en el choque ante El Nacional. Y no fue así. El 11 de Arias, con Guanca al frente, dejó un mensaje de no rendición para Barcelona, que pese a tener la sartén por el mango tras ganarla primera etapa, y ser puntero en la segunda con 6 puntos de diferencia, y un partido menos frente al conjunto militar, no se deja llevar por el triunfalismo.
El fútbol del Astillero roza la perfección, por encima de las campañas de 2012 y 2014 en las que sus cuadros estelares lucharon por el título como ahora. Es el momento ideal para que los dos clubes trabajen en el tema institucional. Emelec, tricampeón, exportador de jugadores, con estadio remodelado y economía sana, es ejemplo para todos y ¿por qué no? del mismo Barcelona, que por fin parece ir por el mismo camino. Apostar al título 2016, como consecuencia de un trabajo serio y organizado, y no como un objetivo que fuese más importante que cubrir las millonarias deudas y mejorar la estructura de club, es un buen síntoma.
La ciudad necesita que amarillos y azules sigan al mando de dirigentes que piensen en la evolución de los clubes y no solo en la anhelada vuelta olímpica a cualquier costo. Desde cada vereda, el papel de barristas, aficionados y socios es el de sumar esfuerzos y ayudar -aportando económicamente, yendo al estadio, compartiendo ideas- con la meta de que el equipo de sus amores sea cada vez más grande. Que los dos clubes estén en el mejor nivel posible permitirá que los clásicos sean como los de antes y como los que se han disputado en los últimos 5 años, en los que Mena, Miller, Mondaíni, Énner, Caicedo, Arroyo, Oyola, Díaz, Álvez, Blanco, Nahuelpán y otros, han regalado tardes de un espectáculo que en una época no pasaba de ser un recuerdo. (I)