Punto de vista
Devuélvannos a Anahí
Anahí Salazar es una de las tantas jóvenes que intentaba encajar en este sistema social.
Su necesidad, no solo de salir adelante sino de apoyar a su mamá y familiares con un ingreso económico, la condujo a solicitar empleo en un bar ubicado en el Puyo, provincia de Pastaza, lugar donde ella también residía.
Su agresor vio en ella no solo el hecho morboso de satisfacer sus bajos instintos, sino adicional a esto, en su tonta, estúpida y sin vergüenza creencia machista, reconvertirla a fuerza del patriarcado en una mujer heterosexualizada.
Según declaraciones de sus propios familiares a través de los indicios que aparentemente dejó Anahí, él la ultrajó a partir de una bebida drogada que tomó por compromiso laboral. Recobrando su capacidad volutiva huye y se dirige al hospital, donde comprueba el hecho execrable.
La posible falta de atención psicológica, como la mayoría de actos de violación sexual, la condujo a un estrés postraumático al punto de terminar con su vida.
Según la denuncia presentada en la Fiscalía, Anahí dejó todas las pistas necesarias para que su agresor sea juzgado a través de las leyes estatales.
Justicia para Anahí, hoy en Ecuador es una tendencia que clama porque ninguna joven o mujer vuelva a pasar, a lo que la luz potente como la de Anahí, fue apagada por la lesbofobia de un hombre que en su conjunto son el producto de una sociedad discriminatoria y machista, como aparentemente se muestra la sociedad ecuatoriana con este hecho.
El grave daño causado a sus familiares, allegados y a la propia Anahí, es irreparable de cualquier forma conocida en nuestro espectro social.
La indignación, la amargura y la impotencia de quizás poder cambiar las cosas, para que Anahí sea devuelta a nuestra materialidad, son una improbabilidad de que nuestra existencia carnal no permitirá más allá de lo evidente.
Pero hoy Anahí se encuentra presente en cada uno de los rostros de las jóvenes y mujeres lesbianas que no solo se materializan ante la discriminación y violencia, sino ante el rostro de todos los y las lesbofóbicos/as como culpables ante la incapacidad de no poder devolvérnosla.
Sí, usted es cómplice de lo sucedido y tan culpable como su agresor, a partir del momento en que cree que esta dulce chica, Anahí, es una joven diferente por su orientación sexual o por el simple hecho de ser mujer. #DevuelvannosAAnahi. (O)