Me gustó la pelea y lo digo con culpa
Soy fanático del futbol, pero de esos fanáticos-fanáticos, de los que sabe no solo de su equipo favorito, sino también del resto, de cómo va el campeonato ecuatoriano, o de qué pasó en la Champions, en Europa. Me deprimo si un futbolista como Messi se queda fuera y espero inquieto y hasta ansioso los partidos de mis equipos y jugadores favoritos. Me sumerjo fácilmente en una discusión para defender al fútbol y a mi equipo. Nunca llegaré a la violencia porque eso no es lo mío, pero si hay que discutir y hasta alzar el volumen, llámenme que ahí estaré.
El fútbol es tradición, recuerdos y emoción. Son sentimientos que tuve este fin de semana, pero no por el balompié, sino por un deporte del que casi o nada conozco. En esta ocasión también volví a sentir ese nudo en garganta como si hubiera visto un partido de fútbol, pero era de dos tipos, muy rudos, que tenían las manos casi descubiertas, sin ningún tipo de protectores, que se fajan, en muchos caos, casi hasta matar al contrincante. Un deporte que hasta este fin de semana no me atraía y consideraba violento.
Increíblemente, el sábado me desperté pensando casi exclusivamente en el enfrentamiento del ecuatoriano, Marlon “el Chito” Vera, con un gringo bastante, pintoresco, que se veía provocador porque se pintó el cabello con los colores de nuestra bandera. Él le sacaba casi una cabeza a nuestro representante, entonces investigué un poco y traté de sortear así mi ansiedad.
Así entendí y me gustó, y lo digo con culpa porque lo violento de este deporte, no se lo quita nadie.
Se iba acercado la hora del combate y el ambiente, a pesar de las restricciones implícitas de la cuarentena, era contagioso: la noticia principal en Twitter, Facebook, WhatsAPP y hasta Instagram era la pelea del Chito, nuestro Chito. Eso me recordó al mi deporte favorito y parecía que Ecuador estaba próximo a saltar a la cancha.
Y bueno, al final, si saltó Ecuador, pero no a una cancha, sino al octágono. No estuvieron 11 jugadores, sino solo uno, uno que mide tan solo 1,70m, un inmenso ecuatoriano que en menos de tres minutos nos hizo olvidar las penas, retomar fuerzas y nos devolvió la dignidad.
¡Gracias Chito por todo eso y más! por darnos ese sacudón y sacarnos del letargo y porque me di cuenta que lo importante fue el intérprete, no el deporte. (O)