¿Cómo 'funciona' una sociedad en el tiempo?
Es necesario ‘definir las prácticas’ de los grupos sociales en el tiempo, para entender cómo funciona una sociedad. El historiador francés Roger Chartier escribe que este tipo de análisis comprende la manera en que las prácticas transforman “las formas de sociabilidad, permitiendo nuevas ideas y modificando las relaciones con el poder”. Se trata, entonces, de una aproximación a la realidad desde el estudio de la vida cotidiana, lo que nos permite observar cómo los individuos actúan desde su subjetividad, al tiempo que crean y reproducen formas y prácticas sociales (viejas y nuevas), pese a la aparente inmovilidad de las estructuras: la política, la economía, la cultura.
Cuando se escribe la historia, habitualmente se identifican las líneas de ruptura, cambio o transformación cualitativas, a partir de la identificación de prácticas, tejidos sociales y formas de sociabilidad, teniendo como telón de fondo, en el caso de las sociedades latinoamericanas y particularmente de las andinas, el despliegue de sociabilidades barrocas que oscilan entre la premodernidad y la modernidad. A la par, las ‘fuerzas culturales’ de nuevo cuño inciden en el cambio social, a través de prácticas, ritualidades y discursos que los actores de los procesos en el tiempo construyen para legitimarse y/o hacerse visibles, dentro de viejas estructuras de poder que muchas veces perviven, como en el caso del caudillismo, el autoritarismo y el clientelismo, si pensamos en América Latina.
El historiador alemán Hans Medick recomienda la importancia de la llamada ‘historia de la vida cotidiana’, ya que esta pone en práctica “un renovado enfoque hermenéutico que postula una comprensión desde el interior de las sociedades estudiadas, sin tratar de imponer un esquema interpretativo etnocéntrico rígido y atemporal”. Esto es fundamental para el caso ecuatoriano, ya que la historia que hemos aprendido es elitista y sesgada, centrada en los ‘grandes personajes’; es decir, en próceres, caudillos, presidentes, olvidándonos de que los actores fundamentales de la historia son los pueblos y los colectivos. Y como consecuencia de este gran olvido de la historia tradicional, se han invisibilizado otras esferas de la vida cotidiana: esos ‘pequeños relatos’ del hombre y la mujer corrientes que también cuentan y no dejan de ser importantes.
El mismo hecho de que el ser humano ejercite capacidades intrínsecas a su naturaleza -como dormir, comer, tener relaciones sexuales-, implica que todas las formas del ‘ser’ y ‘hacer’ humano son concebidas como prácticas cargadas de historicidad, lo que significa que puede ser conocido y estudiado por los historiadores. Pienso, por otra parte, que un buen análisis debe combinar la reflexión propia de la historia con la teoría social, manejando conceptos, como clase, etnia, género, entre otros.
Si aplicamos este tipo de análisis a la problemática de las sociedades preindustriales, dado que, en sentido estricto, aún no podemos hablar de ‘clases sociales’ en Ecuador anterior al siglo XX, estamos en un dilema por resolver. Algunos historiadores hablan de la existencia de ‘castas’ o ‘estratos’ sociales en la época de la Colonia, lo que resultaría más exacto y pertinente.
Por su parte, el concepto de ‘género’ aún no ha recibido la atención que se merece en la historiografía ecuatoriana, sobre todo porque los libros de historia omiten a las mujeres como actores (actrices, en este caso) preponderantes de los procesos sociales. Tomar en serio el rol de la mujer en la historia no es sinónimo de ventilar actitudes feministas, sino de “restituir su actividad en el campo de relaciones que se instituye entre ella y el hombre”, como advierten las historiadoras Natalie Zemon Davis y Arlette Farge. En la esfera privada, la casa, el hogar o el ámbito familiar es el espacio ideal para observar la expansión de la individualidad femenina, al tiempo que el lugar donde se recrean las más íntimas sociabilidades; pero también lo público es el espacio donde la mujer ha protagonizado, en las últimas décadas, grandes conquistas civiles, políticas, sociales y culturales, sobreponiéndose a los prejuicios y estereotipos que aún subsisten en nuestro medio.
Finalmente, el aspecto étnico es fundamental para entender las relaciones interpersonales, sobre todo, en el caso de sociedades como la ecuatoriana, donde aún prevalece una mentalidad colonial, sujeta a discursos y prácticas racistas. (O)