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Ecuador, 25 de Noviembre de 2024
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El Telégrafo
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Campanas que arrullan la tristeza

El sonido chillón de la sirena de una ambulancia (la primera entre las tantas del día) me despierta para recordarme que estoy en la línea de fuego, en la trinchera de esta guerra desatada por un fantasma, un enemigo invisible contra el que luchamos: el virus, el corona, el covid-19. Eh, ¡sí!, en su arrogancia, hasta un nombre altisonante se eligió.

Y despierto, mi mente vuela a la par de la ambulancia. Allí va alguien que no quiere darle las de ganar a este bastardo. ¿Cuánto tiempo atrás y dónde empezó su acecho? En su maldad, se siente en casa. La pesadilla baja el telón. La escena surreal de su actividad delirante, de su velocidad, ya no es un insignificante virus, ¡no!, ya se apropió de las células para poder ser alguien. Ahora es un cuerpo a cuerpo, ya te sientes victorioso, asesino invisible. Una bocanada de oxígeno ya invadió sus vías respiratorias. Es una carrera casi a la par: ambulancia vs virus. Ya al seguro, en un blanquecino y frío cuarto de hospital, el respirador artificial se convierte en arma. Los pulmones deben reaccionar. Ahora la víctima comienza su recorrido en soledad absoluta. Unos ángeles-médicos y enfermeras-, vestidos con trajes similares a los espaciales, serán sus únicos contactos en los siguientes días. Él percibe que algo no va bien y se esfuerza por hablar con la mirada y gritar que no quiere correr la suerte del vecino de camilla, cuyo sonido ensordecedor del respirador hoy dejó espacio a un tétrico silencio. El miedo sube, la desesperación gana terreno...pero ahí están los ángeles para tranquilizarlo y hacer que sus valores vuelvan a ser algo parecido a lo normal. Y es que no hay nadie de su entorno que le diga “forza papá”, o “forza mamma”, o “forza figlio” (hijo), o “forza amico”...El miedo sucumbe y si la mente se debilita en consecuencia el cuerpo responde. El respiro ya no se siente, hay confusión.  Queda una última etapa por cumplir. La llamada del trágico anuncio. Y el alma noble de aquel doctor, quien ha extremado  sus fuerzas físicas y mentales debe, una vez más, consolar a la distancia, cuando aquel grito desgarrador cese. Es el resumen de las tantas historias de dolor que viven las familias de la Val Seriana, en Provincia de Bérgamo, de la Región de Lombardía, Italia. Es una tierra rica y de gente trabajadora, pilar económico del país, hoy convertida en el mechero de Italia. Los datos estremecen: cada día en mi pequeño entorno, el Comune de Alzano Lombardo, de 13.600 habitantes, desde el 23 de febrero a la fecha se cuentan 62 defunciones, se nos van entre 6 y 8 vecinos por día. Las campanas anuncian la muerte de un alzanese. Son tantas durante el día que ya no me pregunto por quién doblan... doblan por todos. Arrullan nuestra tristeza. (O)

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