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Ecuador, 25 de Noviembre de 2024
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El Telégrafo
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Cambio de época

Érase una vez en Hollywood (2019) de Quentin Tarantino es una memoria sobre un tiempo pasado. Es sobre una forma de hacer cine, sobre un modo de vida de quienes ocuparon Hollywood, sobre el cine mismo para los fanáticos de este arte en tanto la película cita a diversidad de filmes y series de televisión. Pero, sobre todo, es una obra que muestra que una época fue la de los 60 y otra cuando el paisaje norteamericano empezó a poblarse con los hippies.

Tarantino parece ser nostálgico respecto a una época del cine, ese que implicaba una factura aún artesanal. Tal mirada lo centra en el fin del cine “nacional” norteamericano: el western. Este género que identifica cómo se conquista el territorio, se puebla a costa de la violencia y que constituye al cowboy, ese “emprendedor” solitario que, en nombre de la civilización, domina el agreste mundo que otrora lo poblaban las culturas indígenas. La representación del justiciero, del combatiente contra el “mal” que niega a la civilización occidental -encarnado por Leonardo DiCapprio y su “doble”, Brad Pitt- si bien caracteriza a ese cine, de pronto es confrontada con una nueva realidad donde el western se hace en Europa y hay nuevos aires y directores con estéticas y discursos que hablan más bien de preocupaciones cotidianas, del consumismo y de problemas que ponen en entredicho al personaje.

Así, Érase una vez en Hollywood va más allá de la nostalgia: evidencia que la nueva época que alude ese cine, tiene otros actores que, en principio, aparecen como fantasmas. Los hippies en el filme de Tarantino no son esos románticos seres que quieren volver a la naturaleza: son los rechazados que además han aprendido de la violencia cinematográfica y pretenden ejercerla.

En el paisaje de ruinas –si tomamos en cuenta las tesis sobre la Historia de Walter Benjamin– dejado por la colonización occidental en Norteamérica, y que el western se encargó de taparlo con imágenes heroicas, el hippie pareciera simular al indígena que reaparece en medio de las urbes buscando una venganza ya no histórica, sino generacional. Tarantino hace una película política para explicar que antes hubo un cine y una nación republicana que se había olvidado de grupos sociales vulnerables a los que prefirió sacrificarlos en las guerras imperiales. (O)

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