¡Basta! dijeron las mujeres maltratadas
Ver cómo las mujeres de mi familia siempre fueron violentadas por los hombres, me hizo pensar en que el matrimonio no es una buena opción. Tengo 35 años y sigo creyendo que los hombres aún no comprenden el sentido de la igualdad y su significado, por ello no me caso y, tampoco está en mis planes inmediatos.
Pese a que, el trabajo realizado por diferentes instituciones para erradicar ese cáncer, que es la violencia de género, avanzó mucho en los últimos años, para mí es difícil olvidar el dolor, sufrimiento, tristeza del que fueron objeto las mujeres de mi comunidad por varias generaciones.
Veo con algo de aliciente cómo en la actualidad, las mismas mujeres que ayer se dejaron maltratar física y psicológicamente, por no cocinar, por no planchar o por no hacer cualquier cosa para complacer a su verdugo, están diciendo ¡Ya basta! Sin embargo, ese alto a tanto maltrato solo conlleva a otro problema social; los divorcios.
Por ello me atrevo a insistir, que para erradicar la violencia de género necesitamos que se unan a nosotras nuestros padres, hermanos, primos, amigos, compañeros, profesores, jefes, vecinos, novios, esposos, en resumen: hombres.
Cuando ellos comprendan que no somos inferiores, que no valemos menos y que podemos ser felices formando una sociedad equitativa, igualitaria, donde todos podamos contribuir con un granito de arena para hacerla más grande; entonces y solo entonces podremos evolucionar hacia un mañana mejor, donde la violencia en cualquiera de sus estratos solo sea un mal recuerdo del pasado.
El día que veamos a la violencia como un asunto lejano, solo allí seremos mejores no solo como seres humanos, sino como sociedad. Cuando nuestros niños, independientemente si son o no nuestros hijos, se formen en hogares llenos de amor y respeto; cuando en la escuela los compañeros valgan igual que las compañeras, se sentará un precedente.
Pero creo que no debe ser tiempo de pensar, sino de actuar, convencernos de que podemos construir la igualdad desde nuestras realidades, desde nuestros pequeños espacios. Incluso desde la maternidad. (O)