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Ecuador, 27 de Diciembre de 2024
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El Telégrafo
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África, nuestra madre en común

La Defensoría del Pueblo de Bolivia, el 25 de julio de 2017, nos recuerda celebrar el Día Internacional de la Mujer Afro- latinoamericana, como un reconocimiento a un hecho histórico y a la vida de millones de mujeres que por su condición deben enfrentar esquivos procesos de inclusión a derechos sociales, la discriminación racial y la inequidad de género.

Nos recuerdan los hermanos bolivianos que “…el hallazgo de los fragmentos óseos del esqueleto femenino del homínido más antiguo de la especie “Australopithecus afarensis”, descubierto por Donald Johanson en Etiopía en 1974… Tras el análisis de ácido desoxirribonucleico (ADN) de los seres humanos de todos los continentes, los científicos británicos James Wainscoat y Adrian Hill concluyeron en 1986 que “África es la cuna de la humanidad”.

La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), en su informe sobre “La situación de las personas afrodescendientes en las Américas” de 2011, menciona que 150 millones de personas se registran como tal, y están entre los grupos más pobres del continente. Para el Banco Mundial las variables de raza y etnicidad son factores de exclusión y pobreza que enfrenta esta población. Un ejemplo de dicha situación es Brasil, donde el 50% de afrodescendientes tienen una renta mensual menor a dos salarios, mientras el 16% de blancos reciben diez salarios mínimos.

Para la CIDH, las estadísticas muestran que las mujeres afrodescendientes son más pobres y tienen menores posibilidades de acceso a vivienda, salud y educación que los hombres afrodescendientes y las mujeres no afrodescendientes, y que poseen menos posibilidades laborales y de participación política.

Las mujeres afrodescendientes, símbolo de nuestro origen común y de resistencia digna ante la historia que les tocó vivir, se juntaron desde 1992 para conmemorar su presencia y su lucha. Shirley Campbell poetiza afro-costarricense lo inmortalizó en su poema Rotundamente negra: “Me niego categóricamente a dejar de hablar, mi lengua, mi acento, mi historia. Y me niego absolutamente a ser parte de los que callan, de los que temen, de los que lloran”. (I)

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