1950: El condenado Moacir Barbosa
“La pena máxima en Brasil por un delito son 30 años, pero yo he cumplido condena durante toda mi vida”, decía con amargura Moacir Barbosa acerca de lo que pasó el 16 de julio de 1950, el día en el que se produjo el Maracanazo. Aunque pasaron 12 años del Mundial de Francia 1938, el fracaso de la selección brasileña que lideraba Leónidas seguía siendo un lastre, pero millones de brasileños confiaban en que aquello iba a cambiar. En la liguilla final, Brasil había goleado a Suecia y a España por 7-1 y 6-1. Para el último partido, contra Uruguay, bastaba empatar. En las calles había euforia, periódicos con titulares listos. Era un carnaval perpetuo, pero no contaban con la garra charrúa, un grave error, tratándose del equipo en el que jugaban Juan Alberto Schiaffino, Alcides Ghiggia y el capitán Obdulio Varela. Pero no solo en Brasil subestimaban a la Celeste. Antes de la final, el DT uruguayo Juan López había pedido a sus hombres que se defendieran, porque no quería ser humillado como España y Suecia. La victoria brasileña la daba por descontado.
Una vez que López los dejó solos, Varela se dirigió a sus compañeros: “Juancito es un buen hombre, pero se equivoca”. Cuando los uruguayos salieron al campo, sintieron los gritos de los cerca de 200.000 aficionados que apoyaban a Brasil. Una vez más, Varela sacó el aplomo: “Los de afuera son de palo”.
Brasil se adelantó y las gradas estallaron. Schiaffino empató, y la fiesta continuaba: Brasil seguía siendo campeón. Pero a 9 minutos del final, Ghiggia marcó el 2-1. El estadio quedó mudo, pero el silencio no duró mucho. Barbosa, el arquero local, fue señalado como el responsable.
Una docuficción titulada Barbosa contó una bellísima versión de esta historia, que intercala testimonios del arquero, ya anciano, contando todo lo que había sufrido. Paralelamente se desarrolla una trama en la que Antonio Fagundes (actor de culebrones brasileros) viaja al pasado para prevenirlo de que la pelota iba hacia el primer palo. Pero justo cuando Fagundes grita para llamar la atención del portero, Ghiggia patea. Mientras
Brasil lloraba, un niño de 10 años le hacía una promesa a su padre: “Yo ganaré la Copa para ti”. Se llamaba Edson, pero al cabo de 8 años, todos lo conocerían como O Rei. (O)