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Ecuador, 26 de Diciembre de 2024
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El Telégrafo
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1938: Ademar, el unificador

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“Si perdemos, me regreso a Budapest caminando”, dijo Karoly Dietz, el técnico de Hungría, poco antes de la victoria de su equipo en la semifinal de Francia 1938, disputada con la selección de Suecia, que en cuartos había goleado a Cuba por 8-0. Pero por más picante que haya puesto el húngaro, el partido atractivo era el otro, al que llamaron por primera vez “final adelantada”. A diferencia de 1934, Italia había llegado lejos sin ayuda arbitral, y ahora tenía al frente a la poderosa Brasil.

Con la Segunda Guerra Mundial en ciernes, el clima estaba politizado. Para alegría del público francés, Alemania cayó en primera fase. Faltaba Italia, pero el técnico brasileño se lo dejó fácil al italiano Pozzo.

Ademar Pimenta se ufanaba de ser el primer técnico en integrar realmente el fútbol de Brasil en la selección. Antes, las presiones de los clubes llevaban a la Federación Brasileña a llenar el combinado nacional de jugadores de Río de Janeiro. Pimenta pudo soportar la presión y llevar jugadores de Sao Paulo, entre ellos, uno que terminó goleador: Leónidas da Silva.

Lo curioso es que una vez unificada la selección, lo primero que hizo Pimenta fue dividirla: el equipo azul, con los jugadores más atléticos, y el equipo blanco, con los más técnicos y habilidosos. El método le dio resultado en cuartos, cuando empataron con Checoslovaquia y tuvieron que jugar un desempate. Para el segundo partido, Pimenta sacó el plan B, y los blancos triunfaron. El técnico sabía lo que hacía. Pero en la semifinal, fue incluso más soberbio que Dietz: “Leónidas y Tim son los mejores y por eso los voy a reservar para la final”. Para Pimenta, el partido ante Italia era solo un trámite, pero sin sus estrellas, y sin sustituciones (introducidas en 1970), perdieron 2-1, con un gol de penal del legendario Giuseppe Meazza.

Después se supo de una lesión de Leónidas tras el partido en cuartos. Pimenta lo quiso cambiar por Niginho, pero lo inhabilitaron: Había vivido y jugado en Italia, donde el ejército lo llamó para participar en la invasión a Abisinia (Etiopía). Apenas pudo, escapó para volver a Brasil, y los italianos lo denunciaron como desertor ante la FIFA.

Brasil, que tenía un equipo como para ser campeón, se tuvo que conformar con el tercer lugar (4-2 contra Suecia). Un dolor que, de todos modos, no se compararía con el de 1950. (O)  

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