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El Telégrafo
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Sirio-libaneses en Guayaquil

Sirio-libaneses en Guayaquil
18 de diciembre de 2012 - 00:00

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Se dice que Guayaquil es una “ciudad fenicia”, en tanto siempre prevaleció el comercio como principal actividad económica, en concordancia con su calidad portuaria. Lo de “fenicio” –que no es un atributo negativo, sino una particularidad que describe a  una sociedad abierta al intercambio mercantil- nos remite a una antigua civilización que vivía en las costas de las actuales repúblicas de Líbano y Siria, al oriente del Mar Mediterráneo.  

A finales del siglo XIX, los sirio-libaneses empezaron a llegar al Ecuador, a través del puerto principal, huyendo de la persecución emprendida en el Medio Oriente por los invasores turcos otomanos. Si bien inicialmente recibieron, al igual que los chinos, la resistencia y oposición de algunos sectores de la burguesía mercantil guayaquileña, se incorporaron más fácilmente a la dinámica social, económica y cultural de la urbe.

El escritor Braulio Pérez Marchant, en un volumen monográfico sobre las colonias sirias, palestinas y libanesas en el Ecuador, sostiene que habrían arribado al puerto de Guayaquil trayendo rosarios, estampas y otros artículos de culto procedentes de Tierra Santa. Luego, se nombra a los “primeros” inmigrantes, alrededor de 1865, fecha poco convincente para investigadores posteriores, los cuales dicen que recién llegan hacia 1890, “como los hermanos Moisés y Zacarías Touma quienes desembarcaron en Guayaquil entre 1890 y 1893”, según relata Jorge Salomón Hurtado en su libro Shukran América.  

Poco a poco, sorteando limitaciones reales como la barrera del idioma y afinando sus habilidades mercantiles, en el contexto del segundo boom del cacao que propiciaba el incremento del capital comercial y bancario en la región, los sirio-libaneses ganaron espacios de movilidad con el pulso creador de sus iniciativas y se convirtieron en ejemplo de emprendimiento y trabajo.

En Guayaquil, los sirio-libaneses supieron adaptarse a las condiciones que les imponía el medio. Su perfil de comerciantes laboriosos y la necesidad de asimilarse a un medio extraño les obligaba a adoptar valores culturales de la comunidad receptora. Este elemento es clave porque explicaría la asombrosa movilidad social que tuvieron sus descendientes, quienes incursionaron, más allá de las actividades comerciales, en ámbitos insospechados como la política, lo que a la postre les valió reconocimiento social.

Hay que valorar el espíritu de ahorro y capacidad de inversión que tuvieron para organizar proyectos ambiciosos. En un recorrido por las guías comerciales y la prensa en general, observamos la transformación que se produce en los años cincuenta, del capital comercial en capital bancario de los sirio-libaneses, cuando Miguel Dumani crea la Financiera Ecuatoriana de Mandato y Crédito, y la familia Isaías se hace cargo de la Caja de Préstamos y Depósitos La Filantrópica, fundando el Banco La Filantrópica.

Fue en Guayaquil donde los sirio-libaneses lograron mayores niveles de movilidad social, en parte por su habilidad de relacionarse con los nacionales de manera franca. En una crónica periodística publicada en 1927, el folclorista e historiador Rodrigo Chávez González (Rodrigo de Triana) muestra ese rasgo particular en un “turco” que interacciona con el cronista y otros personajes, viajando en lancha por la cuenca del Guayas. El personaje es descrito como “vagabundo”, “camarada”, “gracioso” y “confianzudo”, pues “tutea” a sus interlocutores y busca un posible negocio con un pasajero. Si bien la crónica no está libre de prejuicios y estereotipos, llama la atención la empatía que mantiene el autor hacia ese “extranjero”, aparentemente cercano a la idiosincrasia del habitante costeño.

Muchos sirio-libaneses eran conocidos como “sencilleros”, pues recorrían Guayaquil y los pueblos de la Costa como vendedores ambulantes de telas, incorporándose al comercio local. Una vez que se volvieron industriosos mercaderes, se agremiaron y cimentaron lazos de solidaridad basados en la familia. De esta forma, extendieron sus redes de amigos y conocidos, ampliando sus negocios y actividades. Fue así que en 1921 se fundó la Sociedad Unión Siria, entidad que cinco años después cambió su denominación a Sociedad Unión Libanesa, cuyo primer presidente fue Rashid B. Torbay.

La Sociedad Unión Libanesa fue el punto de convergencia para crecer como comunidad. Posteriormente, se creó el Club Biblos, en respuesta a la negativa de un sector de la burguesía guayaquileña de que empresarios sirio-libaneses sean socios del Club de la Unión. Pero, más importante que eso, fue la posibilidad que tuvieron de intervenir en las contiendas políticas del país, figurando en todas las tendencias, desde un líder populista como Assad Bucaram, hasta un comunista como Pedro Saad, pasando por Abdalá Bucaram Ortiz, ex presidente de la República. Por esta vía, descendientes de sirio-libaneses han incidido gravitantemente en la política ecuatoriana de las últimas décadas.

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