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El Telégrafo
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Las lecciones de Ecuador a las potencias europeas

Las lecciones de Ecuador a las potencias europeas
28 de febrero de 2013 - 00:00

En toda Europa, los gobiernos cayeron uno tras otro a raíz de la gran recesión que marcó el inicio de una marcha hacia atrás en los niveles de vida. Ya sea en el centro-izquierda, como Gordon Brown o Zapatero, o en la derecha, con Berlusconi o Sarkozy, el rechazo político se ha empezado a considerar como inevitable.

Pero la masiva reelección de Rafael Correa en Ecuador es un recordatorio para sus homólogos europeos de que la derrota política no es ninguna ley de hierro. El primer mandato de Correa comenzó justo cuando empezaron a sentirse los efectos de la crisis mundial. A pesar de esto, acaba de ser reelegido con casi el 60% de los votos, con una ventaja de 30 puntos sobre su principal contrincante, un margen que cualquier líder europeo solo podría soñar.

Entonces, ¿qué lecciones los políticos europeos deberían sacar de este desarrollo en Sudamérica?

Antes que todo, la popularidad creciente de Correa es fruto de su rechazo a la austeridad. Formulado como la única opción en Europa, este “pacto suicida” a favor del estímulo económico promocionado por el premio Nobel Joseph Stiglitz y Paul Krugman fue rechazado por Correa. El resultado es claro: estancamiento en Europa, y fuerte crecimiento económico en Ecuador, con un promedio del 4,35% en los últimos cinco años.

El impulso dado a la economía se basó en una inversión masiva en una infraestructura descuidada desde mucho tiempo atrás en el país. La inversión pública se multiplicó por seis entre 2006 y 2012 y es, en la actualidad, la más alta de Latinoamérica. Podrá ser una lógica evidente para los que acostumbran ir al trabajo en los trenes abarrotados y atrasados de Gran Bretaña, o los que ni pueden constar en las listas de espera para conseguir una vivienda.

Pero, ¿cómo hizo Ecuador para encontrar el dinero? Una vez más, cuestionó el enfoque de consenso que dominaba en Europa. En vez de arrodillarse, Correa se enfrentó a los poderes financieros internacionales para renegociar la sofocante deuda nacional. Como el propio Correa lo explicó: “El costo de la deuda externa era uno de los más grandes obstáculos para el desarrollo de Ecuador. En un instante, pagar la deuda consume el 40 por ciento del presupuesto, tres veces más lo que se gastó en el ámbito social – educación, salud, etc”.

Hoy en día, es todo lo contrario. Es una lección clara para los políticos de Grecia, España e Irlanda.

Mientras que el gobierno de coalición británico debate, pero rara vez actúa, sobre las evasiones fiscales de Starbucks o de Amazon, en Ecuador los impuestos son realmente recolectados de los magnates bananeros y otras grandes empresas que creyeron durante mucho tiempo que liquidar estos impuestos no era responsabilidad suya. La implementación de un sistema tributario más progresivo, basado en el simple principio de que quienes más dinero tienen, más pagan, le permitió a Ecuador duplicar sus ingresos fiscales en los últimos cinco años.

Una segunda lección clave dada por Ecuador es que el crecimiento económico no lo es todo -los beneficios que se obtienen deben ser redistribuidos-. La revelación sorprendente, en Estados Unidos, de que el 1% de las clases más altas acaparan el equivalente de lo que gana el 93% del país no es más que una versión extrema de un sistema viejo de treinta años en las economías occidentales, donde los que “tienen dinero” se convierten en los que “más dinero tienen”.

Los movimientos Okupa u Occupy que cuestionaron ese 1% de élites internacionales muy seguramente tienen a Rafael Correa de alma gemela. El crecimiento en Ecuador permitió un reparto de las riquezas más equitativo. La brecha entre los hogares más ricos y los más pobres se ha reducido. Un millón de hogares ecuatorianos ha escapado de la rutina diaria de la pobreza y 450.000 niños ya no están en situación de trabajo infantil. La educación gratuita, incluso a nivel universitario, y la cobertura médica gratuita ya son una garantía y están reforzando la inclusión social.

Una política importante para lograr una mayor igualdad fue la prohibición a las compañías de pagar dividendos mientras los trabajadores no recibían un salario digno. ¿Existe una razón por la cual Ed Miliband, que apoya públicamente a este salario digno estatal, no pueda replicar este éxito?

Ecuador también ha demostrado que la crisis ambiental y social que enfrentan muchos países no debe ser relegada al segundo plano hasta resolver la crisis económica. Las recientes declaraciones de Cameron, “hay una serie de áreas -legislación social, legislación laboral, legislación ambiental- en las que Europa ha ido demasiado lejos” demuestran cómo la recesión está siendo usada como escudo para retroceder mucho en cuanto a la lucha por los derechos.
Rafael Correa ha adoptado una postura diferente, basada en una visión absolutamente razonable: mejorar la inclusión social es algo muy popular para la mayoría de los votantes.

El primero de los cambios mayores de Correa fue la nueva Constitución, aprobada mediante consulta popular, que enfatiza los derechos humanos y la inclusión social. La Constitución veta toda discriminación en contra de las comunidades GLBT (Gays, Lesbianas, Bisexuales y Transexuales) e incluye el reconocimiento de las uniones homosexuales con derechos de pareja en materia de fiscalidad, de seguridad social y de herencia.

Los derechos de las personas discapacitadas ya están incluidos en la agenda política, encabezados por un vicepresidente en silla de ruedas, con medidas radicales, como una ley que obliga a las empresas a reservar el 4% de sus puestos de trabajo para personas discapacitadas. Se celebra el multiculturalismo, y los presupuestos son realizados en torno a temas de género para colmar las brechas de desigualdad existentes.

Ecuador ha abierto un nuevo camino dando sincera prioridad al desarrollo sostenible. Es el primer país del mundo en garantizar los derechos de la naturaleza en su Constitución. Unas ambiciosas políticas ambientales están tratando de convertir esto en una realidad, siendo la iniciativa Yasuní el mejor intento, quizá.

De esa forma, Ecuador renunciará a su derecho de explotar grandes yacimientos de petróleo en una de las áreas más megadiversas del mundo, en la selva tropical. A cambio, solicita que la comunidad internacional aporte su contribución por menos de la mitad del valor del petróleo, para invertir en proyectos de energías renovables que transformarán la matriz energética, respetando los derechos de los pueblos indígenas de esa zona valiosa.

Cualquiera que rete la política actual de consenso de Europa con ideas que le valieron la reelección a Rafael Correa de forma tan convincente, será considerado como irrealista, y, en palabras de Liam Byrne, la plata se acabó. Pero teniendo en cuenta que Rafael Correa ha logrado todo esto en la tercera economía más pobre de Sudamérica, está claro que lo que falta en Europa no son recursos económicos, sino voluntad política.

Artículo publicado en el diario británico The Huffington Post con el título “Ecuadors Lessons for Europes Corridors of Power”

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