Testimonio
“Mi idioma (kichwa) me ayudó a conseguir un trabajo”
Cristian Paguay Morocho, de 25 años, es un ejemplo de progreso. Las oportunidades que ha tenido él, quien se autoidentifica indígena, le han permitido mejorar su situación laboral.
Desde niño -cuenta- tuvo que trabajar. Su madre, oriunda de la provincia de Chimborazo, lo trajo a Guayaquil. A los 7 años la acompañaba a vender verduras en la calle. De esos años recuerda que salían a las 02:00 y regresaban a la casa a las 20:00.
Mientras fue menor de edad también ofertó gaseosas en la calle, fue betunero y, posteriormente, laboró en un cibercafé.
Esta última experiencia le dio la idea de montar un negocio similar en la adultez. Se casó y se convirtió en padre. Pero un día su hijo enfermó y eso le demandó dedicarle todo su tiempo. Se quedó sin dinero y sin trabajo, ya que tuvo que cerrar su local. “Me quedé sin nada”.
Sin embargo, su suerte y vida cambiaron. Un gran amigo, licenciado en educación, le contó que el sistema público de enseñanza requería de un profesor bilingüe (que domine el español y el kichwa). Con su ayuda se preparó para la entrevista e hizo la clase demostrativa. Le salió tan bien que “parecía que hubiera enseñado hace años”.
Así, el joven estudiante de CPA consiguió un trabajo, como docente, que por un lado lo sacó de su precaria situación económica y, además, le ha permitido enseñar sus primeras letras a personas adultas que no sabían leer ni escribir.
Actualmente Cristian es parte del programa de Educación Básica para Jóvenes y Adultos, con el cual ha alfabetizado a personas de zonas periféricas de Guayaquil: Flor de Bastión, Paraíso de la Flor y Bastión Popular.
El docente cuenta que la oportunidad laboral, que la tuvo en 2014, le ha permitido ayudar a 220 personas. “Para mí es gratificante sacar a tantos indígenas del analfabetismo y me da emoción de que hayan podido deletrear y reconocer una palabra”.
Pero no solo eso. El programa estatal y la política gubernamental -agrega- han reducido la discriminación.
En su colegio era el único indígena. Se sentía mal cuando le decían paisano y serrano. “Me pasaban muchas cosas por la mente, no quería saber más… Luego vieron cuál era mi actitud. Luego me incluyeron desde el tercer curso”.
La situación –comenta- ha cambiado hoy. “Ahora hay respeto, por la información que se ha dado. Todos somos iguales”.
Cristian ha asistido a algunos docentes. El idioma lo ayudó. Su mamá, quien se lo enseñó, le dijo que algún día le serviría de algo. Y así fue. Aunque a su papá no le gustaba que aprendiera kichwa, pues deseaba que se desvinculara de sus raíces (por la discriminación). “Mi papá ahora está orgulloso”. (I)