Punto de vista
Primera reflexión: El escenario
El escenario del Ecuador entre los siglos XIX y XX fue un espacio-tiempo de ‘asaltos’, ‘sobresaltos’ e incertidumbres. Guerras interminables, sumatorias de Cartas Constitucionales inconclusas, simulacros de ‘legitimidad’ deslegitimizada y de institucionalidades frágiles e inexistentes, abortos tempranos de pactos o acuerdos nunca respetados. Golpes de Estado tras golpes de Estado, desmembración tras desmembración del espacio nacional –espacio vital, pantomima geopolítica de los egoísmos patrimoniales, de castas, estamentos y etnias confundidas en una desidentidad nacional jamás encontrada.
Se hablaba de un estado situacional crítico. El Estado ecuatoriano era un ‘Estado Fallido’, un ‘Estado Cautivo’, convertido en una Bastilla a ser tomada por las huestes del capital corporativo. Su situación no era fácil. ‘Fallido’ por la debilidad que le amenazaba y por el comportamiento de variables clave sobre ‘gobernabilidad’, ‘estabilidad’, ‘seguridad’ y otras consideraciones que definían a un ‘Estado de Derecho’. Fuerzas centrífugas fueron debilitando el tejido social nacional. Y ‘cautivo’ por el control orgánico de ‘prácticas mafiosas’1 que controlaban importantes instancias de la gestión pública.
Los países altamente desarrollados crecieron como ‘puntos focales’ de las grandes corporaciones transnacionales, cuya cadena de valor se expandía a escala mundial creando redes circulares desde EE.UU. y Unión Europea hacia China, India, Singapur, Brasil o México, cerrándose el ciclo (producción – consumo) nuevamente en los EE.UU. o la UE. El tránsito de la maquila a una cadena de valor red ascendente se estaba configurando. Los ‘clouster’ transnacionales iban rompiendo fronteras.
Países periféricos y coloniales en un pasado reciente entraron en un acelerado proceso de industrialización con tecnologías de segunda y tercera generación, compitiendo por el crecimiento económico y haciendo esfuerzos por viabilizar formas de desarrollo menos inequitativas. Ciertas regiones de China son un ejemplo de este enunciado, como las zonas mineras de Xinjian en Qitahie, Shenyang o Dongbei, donde el capital corporativo actuaba con fuerza.2 Sin embargo, pese a las aceleradas tasas de crecimiento y de transformación económica en unos casos, muy difícilmente se visibilizaba un desarrollo alternativo de nuevo tipo. La pobreza, el desempleo, el subempleo, la informalidad y otros indicadores de deterioro social y ambiental formaban parte de este escenario.3
Entre lo global y local, la formación social ecuatoriana era extremadamente dependiente de sus recursos naturales y del sector externo: cacao, banano, flores, camarones, hidrocarburos y de las remesas de la emigración.4 Ecuador seguía siendo un país exportador de productos primarios, de talento humano y contradictoriamente un excelente exportador de recursos financieros entre los cuales merece mencionarse los que provenían de la deuda externa, especialmente la privada que bordeaba entonces cerca de 10 mil millones de dólares.5
El Ecuador que la Revolución Ciudadana heredó era el de un país comprador6 controlado por el capital financiero y la corrupción, y que se estaba convirtiendo en un país ‘puente’, país ‘tránsito’7 de flujos de mercancías entre el Pacífico y el Atlántico y entre fronteras en el marco del Plan Colombia y en el eje Cenepa–Huaquillas, que incluía el narcotráfico, el narcolavado, el tráfico de armas, el tráfico ilegal de combustibles y el de recursos forestales y vida silvestre, amén de recursos genéticos y del naciente mercado de órganos humanos, entre otros innombrables.
El Ecuador de los primeros seis años del siglo XXI era un país que experimentaba un acelerado proceso de urbanización. Mientras en 1950 el 28.6% de la población se asentaba en ciudades, en el 2001 –año del último censo– el 62% de los ecuatorianos se encontraba viviendo en ciudades grandes y medianas. Las tasas de crecimiento de la población urbana entre el período 1950-1990 oscilaron entre el 4.2 y 4.5%. Han surgido metrópolis como Quito y Guayaquil donde la pobreza urbana se atenúa frente a la pobreza campesina y a la depresión social y ambiental de provincias y regiones marginadas.
El campo subsidiaba a la ciudad, decía el maestro Fausto Jordán. Yo diría acaso, ¿la mayoría de los emigrantes fueron urbanos? La respuesta es No. (O)