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Más allá del marxismo y del capitalismo. Más allá del "valor de uso" y del "valor de cambio"

Más allá del marxismo y del capitalismo. Más allá del "valor de uso" y del "valor de cambio"
23 de octubre de 2015 - 00:00

Uno de los legados más perdurables del marxismo para la teoría crítica es la distinción normativa entre valor de uso-valor de cambio. David Harvey, quizá uno de los mayores exponentes del marxismo en la actualidad, explica en la contradicción 1 de su último libro ‘Diecisiete contradicciones y el fin del capitalismo’ la disyuntiva existente entre valor de cambio y valor de uso a través del siguiente ejemplo: Nada podría ser más simple. Entro en el supermercado con dinero en el bolsillo y con él compro algunos artículos alimenticios. No puedo comer el dinero, pero sí esos artículos, de forma que la comida me es útil en formas que el dinero no lo es. Los alimentos son pronto usados y consumidos, mientras que los trozos de papel y las monedas que son aceptadas como dinero siguen circulando indefinidamente (…) todas las mercancías que compramos tienen un valor de uso y otro de cambio. Los valores de uso son infinitamente variados (incluso para el mismo artículo), mientras que el valor de cambio (en condiciones normales) es uniforme y cualitativamente idéntico (un dólar es un dólar e incluso cuando es un euro tiene un tipo de cambio conocido con el dólar) (Harvey, 2014: 13).   

La pregunta del millón en el marco de este debate –desde una perspectiva marxista– es cuánto valor de cambio se requiere para procurarnos los usos del bien en mención. No obstante, la perspectiva sobre el valor de uso no deja de tener una mirada instrumental sobre el valor, que resulta insuficiente conceptualmente para disputar el sentido del sistema económico capitalista dado que no deja de ser un “adjetivo” del sustantivo “valor” y no debate la esencia del valor. En efecto, la noción de valor de uso no incluye en la definición del bien su peso moral-ético: un cuchillo puede ser usado para cortar el pan o para cometer un asesinato.  

Por el contrario, lo que proponemos es buscar aquel “bien” (en tanto no mal y no cosificación monetizada o utilitaria) que tenga valor en sí mismo. En ese marco, la propuesta de la socio-ecología política del vivir bien es que aquello que va más allá del valor de uso (marxismo) o de cambio (capitalismo) es “la vida” dado que siempre tiene valor en sí misma y no por el uso que se le otorga o por el valor en el mercado. De hecho, en la valoración marxista se tiene “más valor de uso” en tanto procura más vida y no cualquier tipo de vida sino una vida digna. El alimento tiene valor no por la cantidad de papel moneda que se entrega a cambio del alimento en cuestión sino en cuanto bien que garantiza la reproducción de la vida. Si es claro que cada bien puede tener multiplicidad de repertorios prácticos, en última instancia el valor de uso de un bien es para procurar la vida; la vida buena o bien vivida.

El “sustantivo crítico” es la vida y todo lo demás es su “adjetivo”. En este marco, la vida es valor incuantificable, inmensurable en tanto que cada vida tiene valor en sí misma. Aunque parezca ilógico, podríamos señalar que la vida es la esencia del valor y en tanto esencia es invalorable; es decir, vale por sí misma y no por el valor de uso o valor de cambio del mismo. En este sentido, al ser unidad de análisis social toda circunstancia y acción humana debe girar en torno a la misma.

Un error de los marxistas, que se evidencia en el párrafo antes señalado de David Harvey, es que siempre disputaron el sentido de la producción, circulación y consumo de los bienes y servicios en el adjetivo y no en el sustantivo del valor. El marxismo olvidó que existe algo más simple e importante que todo: la vida misma.

Podríamos creer que el error histórico del marxismo es estructurar su análisis en marcos teóricos que no corresponden al núcleo de la razón de la humanidad y de los ecosistemas naturales, y que al no hacerlo terminan cayendo en una lógica productivista que hace el juego al mismo capitalismo. En este sentido, no resulta el marxismo una alternativa, sino una teoría que no sale del marco de análisis naturaleza-producción-circulación-consumo, dinero-mercancía-dinero-mercancía.

Escribo estas líneas mientras pienso en la cumbre mundial sobre cambio climático a realizarse en París este año (COP21). El acuerdo universal sobre el clima no es otra cosa que un acuerdo universal para recuperar la esencia del valor (sin adjetivos calificativos) y más allá del valor de cambio y valor de uso. Solo una mirada más amplia y generosa, que contemple el valor intrínseco de la vida nos permitirá superar los límites del racionalismo para abarcar los derechos de la naturaleza como parte de la vida buena. Tanta ‘luz’ en la era del conocimiento y la información parece habernos enceguecido como especie, tanto que no nos ha permitido observar el destino de la propia vida. Lo que el mundo necesita es un nuevo contrato natural que garantice “derechos universales de la naturaleza” si queremos salvar nuestra civilización. ¿Seremos capaces de dejar de escribir la historia de la estupidez y la venalidad humana que está llevando a una nueva crisis socio-ecológica? (O)   

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