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Ecuador, 23 de Febrero de 2025
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Punto de vista

Los silencios sobre el diálogo

Meses atrás, parafraseando una sentencia que invita a apreciar los fundamentos materiales del conflicto distributivo, Joseph Stiglitz expresó que aquello que permitiría entender y solucionar los padecimientos económicos contemporáneos… “es la política, estúpido”. En América Latina, esto debería ser obvio. Pero no es así.

La presentación de la primera evaluación del ‘Diálogo Nacional por la Equidad y la Justicia Social’ no suscitó toda la gama de reacciones esperables. La clase política tradicional optó por un cierto mutismo. Esto es sorprendente porque el proceso de diálogo sí ocasionó una notoria alteración en la trayectoria de una disputa por el poder que venía estructurándose casi inercialmente.

El diálogo transformó la percepción de que el Gobierno estaba condenado a una irremisible pérdida de legitimidad incluso entre los sectores populares. También evidenció que sus respuestas podían dejar de ser reactivas y que sí podía recuperar la iniciativa política. El diálogo revitalizó el contacto con las realidades de los territorios del país y convocó a organizaciones que habían guardado distancia. A su vez, se explicitó la posibilidad de una dinámica de negociación no prefabricada ni tutelada desde “el máximo nivel”.

Como todo lo que sucede en política, estas u otras características del Diálogo Nacional podrían modificarse con cualquier ligera acción posterior. Sin embargo, por el momento, están ahí y no se habla mucho sobre ellas. Para entender este silencio, se podría recordar que el reconocimiento selectivo de la realidad es una estrategia inherente al juego político. No ‘pararle bola’ al otro es, en definitiva, un recurso simbólico para minimizar sus aciertos. Además de la incidencia de este hábito, otros elementos explicativos podrían aducirse.

Por apego a sus ideas y prácticas tradicionales, la oposición no logra aprehender todavía ´los fundamentos sociales de la política’. En Ecuador, las transformaciones a las diversas formas, condiciones y expectativas de vida parecerían estar confluyendo hacia un efecto agregado: la mayoría de la población prefiere resolver la contienda distributiva sin recurrir a la movilización opositora abierta y activa. Por eso, el año 2015 podría terminar atestiguando el fortalecimiento del Gobierno Nacional y sus propuestas. (O)

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