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Los chibuleos despidieron a ‘Taita Nazario’

Representantes de varias comunidades indígenas como las Pilahuín, Salasaca, Pasa, Quisapincha, Tomabela, Otavalo y Saraguro estuvieron presentes en el entierro de Nazario Caluña, quien murió a los 77 años por una peritonitis. Foto: ROBERTO CHAVEZ
Representantes de varias comunidades indígenas como las Pilahuín, Salasaca, Pasa, Quisapincha, Tomabela, Otavalo y Saraguro estuvieron presentes en el entierro de Nazario Caluña, quien murió a los 77 años por una peritonitis. Foto: ROBERTO CHAVEZ
11 de mayo de 2014 - 00:00

La noche del pasado lunes, al igual que los 2 anteriores ocasos, el hogar de la familia Caluña-Til, en San Francisco de Chibuleo, se llenó de lágrimas, llanto, gimoteos y personas con rostros atribulados.
El viento helado que sopla en esta parroquia rural de Ambato, ubicada a 3.174 metros sobre el nivel del mar y a media hora de la urbe, no evitó que al menos 100 personas lleguen para compartir el dolor de esta familia que se caracteriza por ser un referente en la lucha por la reivindicación de los derechos de los pueblos indígenas de Ecuador.

El deceso del padre de familia y cabeza de hogar, José Nazario Caluña Espín el pasado sábado, provocó una profunda aflicción no solo a sus familiares y vecinos, sino a todas las comunidades autóctonas del país, ya que ‘Taita Nazario’ como lo llaman con cariño sus amigos, fue el principal promotor para la creación del actual Movimiento Indígena a nivel nacional y luchador incesante para el establecimiento de los derechos que protegen a las nacionalidades del país, desde la década del 70.
Víctima de una peritonitis, Caluña murió después de 3 meses de luchar contra una apendicitis y 2 operaciones que trataron, sin resultado, de curar la afección intestinal en una casa de salud de Ambato.

Hombres con ponchos rojos, negros, azules claros, azules oscuros con rayas verdes y amarillas, y sombreros de diferentes modelos y tonalidades, advertían la presencia de representantes de varias comunidades indígenas del Ecuador, a más de los propios chibuleos. Estaban de: Pilahuín, Salasaca, Pasa, Quisapincha, Tomabela, Otavalo y Saraguro.

La multitud que se ubicó en donde encontraba espacio, en la entrada, patio, pasillos, cuarto de estudio y en la sala de la casa, junto al féretro, escuchaba con atención y repetía los rezos que un religioso pronunciaba, dirigiendo una plegaria colectiva, sonora y muy emotiva.

“Acoge, Señor, a nuestro querido hermano en tu seno, dale el descanso merecido y otórganos el consuelo necesario para resistir su ausencia y la falta de sus sabios consejos y prudentes exhortaciones”, decía el diácono Paco Cunalata, con sus ojos cerrados para evitar el llanto e impedir que Cristóbal y Túpac Caluña, hijos de Nazario, se entristezcan aún más.

Los 2 fieles compañeros de lucha del líder indígena, Juan y José Lligalo, mientras sostenían de los brazos a la afligida viuda, mamá Juana, contaban alternadamente cómo la tenacidad y espíritu indomable de Caluña los había alentado en situaciones difíciles.

“Durante el levantamiento indígena de la década del 80 y en la toma de haciendas del 90, hubieron momentos caóticos y de mucho peligro, debido a la oposición y represión de los gobiernos de turno que no se mostraban abiertos con nuestros derechos. Pero siempre mi amigo, que en paz descanse, nos alentaba, parecía que el miedo no le afectaba y nos impartía valor y coraje para continuar y no abandonar nuestro ideal de establecer la equidad en el país”, comentaba José Lligalo, con voz entrecortada y ojos llorosos.

Segundo coincidió con su hermano y añadió que la característica principal del finado fue ser un ‘Uyay amautta’ (‘consejero sabio’, en castellano), quien exhortaba a la juventud a estudiar y demostrar que la raza indígena es tan capaz de terminar los estudios universitarios y seguir una maestría, tanto como los mestizos.

Los hermanos Lligalo fueron el brazo derecho de Caluña en la creación de la Confederación de Pueblos de la Nacionalidad Kichwa del Ecuador (Ecuarunari) en 1972, año en el que se consolidó la unidad de los pueblos indígenas y se ratificó la validez de la primera Ley de Reforma Agraria creada en 1964.

De igual forma, la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie), fundada en 1986, se fortaleció gracias al aporte de figuras como Caluña, Tránsito Amaguaña y Dolores Cacuango.
Seguramente, durante el próximo Congreso que la Conaie llevará a cabo en Ambato el 15 y 16 del presente mes, se honrará la memoria de estos 3 personajes ilustres del pueblo indígena que dedicaron su vida a la lucha de sus derechos.

Pese al intenso frío, los acompañantes que permanecían en el patio de la casa realizaban los preparativos para el día siguiente, jornada señalada para el traslado del cuerpo de Caluña hacia el cementerio de la ciudad.

Caluña se empeñó en capacitar a los integrantes de su pueblo, por ello fue educador durante casi toda su vida.

El Movimiento indígena de Tungurahua (MIT) y la Asociación de Indígenas Evangélicos de Tungurahua (AIET) son organismos que recibieron asesoría directa de Caluña, razón por la cual sus dirigentes estuvieron presentes en el velorio del líder indígena.

“Nos entristece la ausencia de Nazario, pero sabemos que su legado alcanzará a las nuevas generaciones. Su ideología mantuvo y mantendrá unidas a las 2 organizaciones indígenas de Tungurahua y fortalecerá el trabajo de ambas” señaló Manuel Ainaguano, presidente del Movimiento Indígena de Tungurahua (MIT).

El martes desde muy temprano, Tuparina Yachacela, madre de un alumno de la Unidad Educativa Chibuleo, preparó el uniforme de su hijo ya que esta institución, donde Caluña trabajó como maestro y bibliotecario por más de 10 años, decidió honrar la memoria del ilustre con una calle de honor.

Mientras llegaba este momento, la visita de propios y extraños a la capilla ardiente en la casa de Caluña continuaba y se llenó de hermosas y coloridas ofrendas florales traídas como un homenaje y símbolo de respeto por dirigentes indígenas, representantes de entidades crediticias, religiosos, amigos y políticos que lo conocieron, entre ellos: Humberto Cholango, presidente de la Conaie; Lourdes Tibán, asambleísta nacional; Mauricio Paqui, representante del pueblo Saraguro; Rodrigo Yambo, gerente de la Cooperativa de Ahorro y Crédito Chibuleo; Francisco Manobanda, concejal rural de Ambato; Victoria Carrasco, religiosa de la congregación de la Providencia, amiga y colaboradora de Caluña, entre otros.

“La influencia de mi padre traspasa las fronteras de Tungurahua. Esto se puede demostrar en la gran acogida que tuvo el libro ‘Los Chibuleos’ que publicó en 2008 y que  llegó a todas las ciudades del Ecuador y servido para desarrollar gran cantidad de tesis de estudiantes de antropología, sociología e historia”, manifiesta Cristóbal Caluña, hijo mayor de Nazario.

Este libro, cuyo contenido abarca el origen, identidad, progreso y desarrollo de este pueblo en los Andes ecuatorianos, es tan solo una muestra de la influencia del notable luchador, ya que la Unidad del Milenio que se construye en la comunidad y que será estrenada en un mes, es fruto del trabajo y gestión para que esta clase de centros educativos interculturales y bilingües se asienten en los lugares donde más hacen falta.

Bolivia, Perú, Francia y Cuba son algunos de los países que Nazario visitó en vida. En este último, estudió política y organización durante 5 meses.

Al llegar las 13:30, el llanto y el dolor acrecentaban, ya que la hora de sacar el ataúd se acercaba. La viuda, mamá Juana, con sus ojos llenos de lágrimas, su voz entrecortada por el llanto incesante desde el pasado sábado y al borde del desvanecimiento, quebró en un intenso grito de lamento al ver al sacerdote católico que ingresó a la capilla ardiente para hacer la última oración, antes de sacar el cuerpo rumbo a la iglesia donde recibiría los auxilios religiosos previos a la sepultura.

La humilde casa de ladrillo de 2 pisos se llenó de personas que rezaban el Padre Nuestro alternando quichua y castellano, con sus manos extendidas hacia el féretro y terminando la plegaria con la frase: “Alli Ch’usay (Buen viaje) taita Nazario”.

Antes de sacar el ataúd y como parte de un ritual propio del lugar, los 4 hombres que lo cargaban lo sacudieron fuertemente 5 veces, para evitar que malas vibras y sentimientos negativos acompañen al cuerpo del difunto en su morada eterna.

Una vez en la calle, 600 estudiantes bien uniformados escoltaron el féretro por la avenida que une esta casa con la iglesia, en un recorrido de 5 kilómetros.

Durante el traslado, las mujeres del poblado lanzaban endechas, con gritos en quichua y en runa shumi, idioma pre-incaico que ha prevalecido por más de 1.000 años en la población adulta mayor del lugar.

Al llegar a la iglesia, las mujeres se ubicaron en el lado derecho y los hombres en el izquierdo, para escuchar la misa y recibir la comunión cristiana.
“El mayor ejemplo que me dejó mi padre es la unidad y solidaridad que mantuvo con su prójimo, siguiendo los pasos de nuestro Señor Jesús. Otro de los aportes valiosos que no solo compartió con sus 2 hijos sino con todos los jóvenes de la comunidad, es el valor del estudio y superación personal”, manifestó Túpac Caluña, hijo menor del difunto.

Túpac tiene una maestría en Gestión Local y Política Pública y su hermano Cristóbal es licenciado en Educación Básica, ellos siguieron el ejemplo de su padre, quien apostaba por la educación.
El último tramo que separaba a Nazario de su morada eterna, recorrió 500 metros desde el templo hacia el panteón.

El consuelo espiritual que proporcionó la misa, calmó los ánimos de los emocionados familiares, vecinos y amigos;  excepto de la viuda, quien con ojos secos y cansados de llorar, continuaba el lamento de camino al cementerio.

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