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Libertad del que no termina en sí mismo

Libertad del que no termina en sí mismo
22 de octubre de 2013 - 00:00

En la última parte del Canto general, de Pablo Neruda, está el poema “A mi partido” que, seguramente, eriza la mala conciencia de algunos que fungen de librepensadores cuando, en realidad, son francotiradores que vigilan el dominio del capital sobre el ser humano: “Me has dado la fraternidad hacia el que no conozco. / Me has agregado la fuerza de todos los que viven. / Me has vuelto a dar la patria como en un nacimiento. / Me has dado la libertad que no tiene el solitario.” No pretendo que esta ética política sea entendida por los neoliberales ni por los francotiradores, pero sí por la militancia de nuestro proceso revolucionario.

La reflexión viene a propósito del rifirrafe con motivo de la despenalización o no del aborto en caso de violación. En lo personal, estoy por dicha despenalización: considero que, en medio del dilema moral que envuelve el drama de la mujer violada, la despenalización impediría que dicha mujer sea violentada nuevamente para que acepte una maternidad que no es consecuencia del amor sino de la violencia. No obstante, este no es el centro de mi reflexión y, puesto que la discusión legislativa ya terminó, dicho tema está cerrado, al menos, por el momento. Ahora, quienes creemos en la despenalización —y quienes no creen en ella también— tenemos la tarea pedagógica de convencer a la sociedad de que el uso de la píldora del día después es correcto.  

No se trata de uniformar el pensamiento sino de entender que somos parte de un procesoEsta reflexión tiene que ver con la crítica de derecha a la actitud del presidente Correa frente a quienes, en la Asamblea, quisieron sacar adelante su postura individual por sobre lo resuelto por el buró político. El Presidente siempre ha expresado su oposición al aborto, por lo tanto, la consistencia de sus ideas al respecto es conocida por todos. Si el acuerdo de los asambleístas de PAIS se dio antes de la discusión del Código de Procedimiento Penal, no cabía que algunos asambleístas abrieran un debate en la Asamblea que dejó expuesto al compañero presidente, para regocijo de la crítica de derecha y del oportunismo de ciertos intelectuales francotiradores, que están a la espera de cualquier paso en falso para disparar, no solo contra el Presidente sino contra el proyecto político. Este error político tampoco convierte a dichos compañeros en “traidores”, como sostiene el Presidente, y sería mucho mejor hablar sobre los desentendimientos antes que debilitar la fortaleza de la militancia.

Esa derecha y sus francotiradores aliados se aprovecharon de una contradicción —que todo proceso tiene— para atacar al Presidente. Entendamos que esa derecha adula a quienes contradicen a Rafael Correa, no porque piense apoyarlos en sus posturas sino porque está interesada en debilitar el liderazgo revolucionario del Presidente. Recordemos que se trata de la misma derecha que defendió orgánicamente, a través de la prensa mercantil, los postulados ideológicos de la larga noche neoliberal, y que tildaba de “nostálgicos” a quienes creíamos posible la solidaridad y la justicia social. Se trata, asimismo, de francotiradores vanidosos que son incapaces de construir y que han callado frente al caso Chevron —en algunos casos, han defendido el atropello de dicha transnacional—, ante la confrontación contra la tendencia monopólica del capital financiero, ante la lucha por la soberanía frente a las agresiones imperiales, o durante el intento de golpe del 30-S, para citar unos pocos temas.

En la construcción revolucionaria de una nueva patria, el individualismo insolidario es una rémora y, muchas veces, debemos reconocer que nuestras posturas sobre diversos tópicos no pueden ser impuestas desde el voluntarismo ideológico de cada uno. No se trata de uniformar el pensamiento sino de entender que somos parte de un proceso, plagado de enemigos, en el que la unidad de quienes estamos comprometidos en él, es sustancial. Los cantos de sirena de la derecha habrán de estrellarse contra la fortaleza del movimiento partidario que construye esta revolución ciudadana pues, junto con Neruda, decimos: “Me has hecho indestructible porque contigo no termino en mí mismo.”

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