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Un análisis sobre las transformaciones que viven las agrupaciones políticas en el mundo

Las estructuras políticas deben dotar a la ciudadanía de una representación

Las estructuras políticas deben dotar a la ciudadanía de una representación
10 de julio de 2014 - 00:00 - Juan Carlos Intriago Torres para El Telégrafo

Los partidos políticos son criaturas complejas, según el autor José Antonio Gómez Yáñez, quien lo expresa en el prólogo del libro ‘Otro modelo de partido es posible’ y por qué criaturas complejas; el propio autor no logra señalar una definición para esta denominación. Sin embargo, los reconoce como criaturas estructurales; es decir como un conjunto de procesos, acciones, actores, sub-acciones y su funcionamiento los hace parte de un sistema político dentro de un Estado.

Estas estructuras, fácticas o no, delimitadas o no, reconocidas o no, para el caso específicamente ecuatoriano, han sufrido una serie de transformaciones y más que transformaciones, interacciones sociales y ajustamientos de legitimación social, traducida esta a un apoyo popular manifestado a través de votos y esos votos a escaños.

Sobra decir que la realidad ecuatoriana y el desarrollo del sistema político electoral han dejado de lado la tesis de las décadas del 80 y 90, en los que su estructura partidaria era la del “catch all” o de integración. En esta estructura los partidos políticos trataban de hegemonizar su participación como entes políticos con la finalidad de captar el apoyo de: ciudadanía política, ciudadanía a-política, asociaciones gremiales, comités reconocidos y no reconocidos, etc.

Para lograr el objetivo anterior, los partidos o estos entes que trataron de captar todo lo hicieron a través de varios mecanismos: delimitaron y flexibilizaron a sus referentes ideológicos, redujeron al máximo la participación partidaria que provenía desde sus afiliados o militantes, fortalecieron a sus cúpulas y dirigencias a través de procesos de una llamada democracia interna.

Ahora, en un enfoque regional y hasta mundial, se puede decir que han migrado algunas formas de participación partidaria, que bien o mal se empoderan de la región, y  nuestro país no es la excepción.

Se ha profundizado en algunas líneas de partidos políticos europeos, a través de los llamados partidos profesionales o “cartel parties”, esta modalidad partidaria que desafía a la clase política porque se tiene que dar una nueva interacción entre lo social y popular y las exigencias de profesionalización de la política.

Este modelo está representado en entidades o grupos asociados u organizaciones propiamente dichas, casi autónomas de su entorno, que tratan de reclutar a cuadros con trayectorias profesionales y los promocionan por sus logros o estudios académicos, que transcurren íntegramente en sus propias organizaciones alternando y compatibilizando cargos públicos o internos.

Además, este tipo de organizaciones políticas, fuera del concepto que manifiesta la Constitución de la República del Ecuador y el propio Código de la Democracia; sino, como el hecho asociativo de personas, han encontrado algo clave en la dinámica política-administrativa del país; esto es, el establecimiento de relaciones para proteger la autonomía partidaria, de su política y de esta manera tener  claro, los recursos estatales que manejan la política y su juego en el sistema electoral y político.

A pesar de la descripción señalada anteriormente, este tipo de partidos o de agrupaciones políticas, desde la Ciencia Política, han  sido ya valorados por autores (Duverger o Kirchheimer) como modelos que se ajustan a las descripciones teóricas y no prácticas como es el caso español, argentino y hasta chileno.

Lamentablemente, la dinámica de la política en Ecuador es variable y difícil de vaticinar, porque las diferentes estructuras que se pongan en práctica pueden caer en desuso, ya sea porque los partidos se vuelven ociosos en su actuar, a través de descuidos del diario vivir y de la dinámica social; se vuelven estructuras cerradas en las que se monopolizan sus ejes burocráticos en lugar de liderazgos políticos eficientes; falta de capacidad de respuesta a las demandas sociales; en general no ser modelos adaptables a las demandas y cambios de carácter político social.

Por otro lado está presente  la necesidad de adaptación de partidos o movimientos políticos a la sociedad de la segunda década del siglo XXI; es decir a una sociedad dinámica con tecnología de punta, elevada a una ciudadanía con altos niveles de instrucción, con cosmovisiones cada vez más abiertas y diferentes, que aunque puedan ser convergentes, llegan a hacer más compleja y por ende una sociedad más difícil de satisfacer. Se trata de una sociedad en la que es preciso encontrar un equilibrio de representación.

Surgen en este momento varias preguntas haciendo un poco de memoria natural a las prácticas políticas que se veían en televisión nacional o se publicaban en periódicos de circulación local o nacional. ¿Cómo armonizar las tensiones políticas de la actualidad con estructuras viejas y que no responden o que simplemente ni sabemos de su existencia?; ¿cómo compatibilizar las viejas sedes político partidarias llenas de sillas plásticas y carteles sin color, con las computadoras que faciliten una ordenación institucional de archivos?; ¿cómo empatar una sociedad que avanza a pasos agigantados y acelerados con estatutos partidarios pensados para inicios del siglo XX?; y la más latente de todas ¿cómo hacer interactuar la ciudadanía política con formas de afiliación que se hacen ver como permanentes pero que se traducen a participaciones inocuas o sin trascendencia?

Este ejercicio puede ser estimulante para la mente no adecuada a las viejas estructuras de orden político, y pueden resultar grandiosas ideas, sin embargo necesitaremos aterrizarlas en cosas tan fundamentales como son los propios inicios de los partidos y movimientos políticos, dejando de lado los fundamentos ideológicos y buscando un tecnicismo político.

Luego de varios análisis una respuesta que puede resultar un poco obvia, pero sin embargo no escarbada; es qué pasa con  las estructuras políticas  de los partidos y movimientos políticos del país.

Es notorio que  algunas estructuras (partidos y movimientos) políticas no han cumplido con un proceso de adaptación o mejor dicho de evolución a los desafíos cambiantes de la sociedad actual y que suponen dirigir.

Este planteamiento no es una fórmula secreta para que funcione un movimiento o partido, sino solo son un par de apreciaciones, que después de conocer un poco más el funcionamiento del sistema político – electoral de Ecuador pueden resultar de  legítima aplicación y en este sentido mejorar el funcionamiento del mismo.

Como mencioné anteriormente  una de las críticas a los partidos “catch all” era, por así llamarla, la desvalorización de sus miembros o afiliados, en la que se ve reducido el papel de los mismos al levantamiento de la mano en asambleas o a la organización de grupos de campaña para determinadas propuestas y campañas políticas.  

Las estructuras políticas deben dotar a la ciudadanía de una representación y otorgar a sus aliados roles determinantes en sus espacios de representación.

Debemos crear en los deberes de los afiliados, adherentes o militantes de las organizaciones políticas, evaluemos sus tareas y exijamos una rendición de cuentas.

En segundo lugar marcaba los mecanismos de interacción y designación interna de las organizaciones políticas y la paralización de las mismas en las bases de burocracia interna y representaciones eterna, a través de cargos vitalicios.

Las nuevas estructuras de participación política nos obligan a una interacción dinámica y multidisciplinaria, creemos en la cultura de dar un paso de lado sin dejar de fomentar la ayuda y el apoyo político. La representación rotacional y temporal refresca la actividad política.

Los niveles de instrucción a nivel nacional ascienden, por lo que las estructuras políticas cada vez más requieren de tecnicismos de participación, no solo con la aplicación de la tecnología disponible sino a través de la formación profesional de personal en temas de participación, planificación, ejecución política.

La formación de estos profesionales dotan de virtudes no solo a la estructura política, sino que además dan una confianza a la ciudadanía que cada vez le apuesta más a la instrucción específica.

Señalaba estamentos, estatutos o regímenes orgánicos como cuerpos legales que requieren de una adaptación a la dinámica temporal de las organizaciones políticas, que resuelvan sus conflictos de manera rápida y eficiente, que extiendan la confianza de funcionamiento de la estructura a sus miembros.

Estos 4 señalamientos, aunque puedan sonar un poco trillados, o pueda ser que ya son aplicados en el país de una u otra manera, constituyen la base fundamental de las nuevas estructuras político-partidarias a nivel nacional, regional y mundial.

Las administraciones electorales de la región, incluyendo el caso ecuatoriano, deben también propender a los cambios planteados desde el interior de los mismos como organismo regulatorio y de supervisión de las actividades partidarias.

Como palabras finales debo señalar que los ejes esenciales, que los actores políticos deben estar atentos, es la interacción de las estructuras políticas mencionadas. Todo debe ser en apego a la forma organizativa del mismo y su capacidad de respuesta.

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