La señora Catalina Botero se ha ido, ¿se quedará (su pupilo) Ricaurte?

Dos precisiones previas:

1.- Todo lo que aquí se diga es verdad, pero en el marco de una opinión. Lo señalo porque hay una batería de persecutores, investigadores y rastreadores que han dicho que reúnen todas las ‘pruebas’ para, cuando se vaya Correa, iniciar los procesos por ‘abuso de poder’, ‘uso indebido de recursos públicos’, etc.

2.- Como la propia señora Botero (y el tal Ricaurte) lo podrá confirmar, un artículo de opinión no está sometido, salvo que se injurie o se mienta, a una rectificación o aclaración. (Ojalá Fundamedios no tome esto como una alerta).

Entonces: la señora Botero, por fin, ha dejado la Relatoría de la Libertad de Expresión. Han pasado largos años (¿ella no tuvo problemas en ser reelegida?) de protagonismo y extensas horas de trabajo para la funcionaria colombiana. Y parece que es la única que no reclama ni rendición de cuentas y mucho menos fiscalización sobre sus tareas. Supone ella que todo ha sido transparente y pulcro.

¿Por qué no nos cuenta ella (y su pupilo Ricaurte) cuánto le aporta y/o financia a Fundamedios? Solo es una pregunta. Pero ella quizá no quiera responder porque como le ha dicho al diario El País, de España, recibe fondos de entidades privadas y cooperantes, lo cual supondría que no requiere demasiada transparencia (¿y responsabilidad?).

Ni ella ni nadie puede dudar de que su tarea coincidió con la etapa del surgimiento de varios gobiernos democráticos y progresistas. La relatoría, según Botero, sirvió y se creó para frenar a las dictaduras latinoamericanas que impedían el libre ejercicio de la libertad de expresión. Y ahora, haciendo la comparación más descabellada, ocurriría algo parecido (tal como don Teodoro, el candidato a asambleístas de la derecha, que en las entrevistas es identificado solo como académico).

La conocí la noche previa a un desayuno con Jimmy Carter, en Lima. Fue un encuentro muy grande y sustantivo sobre la transparencia. Ahí estaba ella. Muy alineado su rímel y estirado su pelo, tal como aconsejan los asesores de marketing. (A diferencia de su pupilo que pierde el control fácilmente, como cuando le presionan intelectualmente en Twitter o como pasó con el ‘debate’ con un miembro del Cordicom: basta nombrar el número de viajes a Washington, pagados con recursos de un gobierno extranjero, para que se salga de sus casillas y su sonrisa supranasal revele su nerviosismo crónico).

Esa noche hablamos pocas palabras en un face to face más bien protocolario y con una copa de vino blanco de por medio. Evidentemente tenía un libreto muy bien montado y no se salía de él para nada. Al retirarme se acercó el tal Ricaurte. Cruzaron algunas palabras y ella regresó su mirada a mí. Parece que su pupilo le explicó quién yo era.

Cuando dirigió el debate sobre la transparencia, en la mesa de conferencias de un gran salón del hotel limeño (¿gracias a la presencia solemne de Carter?), jamás habló de lo que ahora le dice al diario español. Incluso llegó a valorar el surgimiento de gobiernos progresistas y de la consolidación de la democracia en nuestra región. Ella, como colombiana, no mencionaba a su país, por obvias razones (difícil en las circunstancias de un gobierno uribista). Y hasta ahora no he leído ninguna alusión a todo lo ocurrido con varios periodistas.

(De paso es muy cómodo para una persona como ella responder preguntas tan ‘profesionales’ y ‘críticas’ como la de la periodista de El País, como aquella tan obvia y de respuesta lírica que dice: “¿Puede haber democracia sin libertad de expresión?”. Basta ver la respuesta para saber cuánto ha perdido el periodismo en ese diario y con esa entrevistadora).

La señora Botero ha estado en Ecuador más de una vez. Ha dado entrevistas, se ha reunido con periodistas ‘libres e independientes’, ha sostenido encuentros de carácter privado y público para conocer nuestra realidad. Que yo sepa, nunca ha tenido límites u objeciones de ningún tipo para expresarse libremente. Ahora parece que eso no existe en su imaginario porque dice que después de Cuba, Ecuador tiene la legislación más restrictiva en materia de comunicación.

Parece que la señora Botero conoce más Ecuador que su pupilo. Y este conoce mucho menos América Latina que su tutora. Por todo lo que han dicho juntos o por separado, los dos tienen una obsesión con Ecuador (hay gente que me dice que no solo es política, sino ‘onegenera’ porque les garantiza continuidad a sus proyectos). Llevan una lista larga y ‘sustanciosa’ de los problemas que supuestamente sufre la libertad de expresión en este país.

Pero parece que en sus informes no están contemplados los atentados a la libertad de expresión que sufren los periodistas de determinados medios comerciales. No han dicho que hay una grabación de una directora que amenazó con botar de su diario a quienes simpatizaran con la Revolución Ciudadana (y por eso algunos de ahí cambiaron de inmediato de ideología y hasta de aficiones intelectuales). Y mucho menos el juicio que lleva un periodista contra el dueño de una revista, quien cerró su medio por falta de recursos y por eso conculcó los derechos laborales del primero, pero parece que arregló con el director para que no hiciera tanta bulla.

Hay una larga lista de violaciones a la libertad de expresión de los periodistas que Botero (y su pupilo) no registran, quizá porque están demasiado ocupados (¿y financiados?) para observar a un solo lado. ¿Por qué no incluyen una serie de artículos que en determinados diarios no se han publicado?

La señora Botero se va (con un triste papel para el periodismo responsable).

Y no faltarán los homenajes de la SIP, Aedep, UNP, Fenape y otras tantas entidades nacionales que han contado con su apoyo.

¿Y cuándo se va su pupilo?