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La reelección y el partido

La reelección y el partido
03 de mayo de 2014 - 00:00 - Carol Murillo Ruiz - [email protected]

Uno de los temas que más concita interés en el debate de la reelección -en el Ecuador- es aquel concerniente a la alternabilidad. Quienes más la defienden se hallan en vereda liberal de la comprensión política de los acontecimientos nacionales; no sorprende y está bien que así sea. El fantasma de Rafael Correa los persigue y cualquier cosa que impida que su figura subsista en la arena política funciona. O sea: la reelección impide la alternabilidad, dicen.

Los liberales pueden ser de izquierda o de derecha, valga la aclaración. Está de moda serlo en un país alérgico a las definiciones ideológicas duras. Y tan apegado a los sustos ideológicos flojos, verbi gratia, el miedo al populismo. Casi todos, teóricamente hablando, le temen al populismo. Y casi todos se sirven de él cuando no pueden aprehender nuestra realidad política.

Pero el dilema de hoy es la alternabilidad en el marco de la reelección. Así, quienes patrocinan la alternabilidad como condición básica de todo sistema democrático están pensando que un período democrático (cuatro años) es el epítome de la democracia. Y esto alude a período de gobierno. Se gobierna por cuatro años. ¿El asunto empieza y termina ahí? No nos mareemos. Con ese espejismo el neoliberalismo convivió décadas, estableciendo, sin ningún recelo, un modelo a través de todos ‘sus gobiernos alternos’. ¡Un modelo de negocios!

Ergo, quienes optamos por la reelección inmediata de Rafael Correa, en cambio, estamos pensando en la continuidad de un proceso político y no en un período de gobierno. Por supuesto, es importante definir proceso político y período de gobierno, sobre todo ahora que por obra y gracia de la confusión que trajo un resultado electoral relativamente adverso se ha puesto en duda la configuración cabal de la Revolución Ciudadana y las fuerzas políticas que deberían nutrir su continuidad.

La RC propuso desde el inicio un proyecto nacional. Lo nacional en un país caracterizado por lo regional -y acaso lo regionalista- sigue sonando raro. Tanto que pensar ‘lo nacional’ se opuso a ‘lo local’ en las elecciones del 23F. No hilemos fino. Solo digamos que un ‘período de gobierno’ soportado en un proyecto nacional no puede borrar automáticamente la visión parcelada de un país, y menos a través de un ejercicio electoral intermedio y con candidatos más ajenos que propios. El sencillo y pedagógico resultado de esas elecciones ha de servirnos como lupa para ver las cosas interesantes y no solo como un inventario perverso de errores. Por tanto, lo que ha de ocuparnos ahora no es saber cómo ganar comicios seccionales, sino cómo entender al viejo país que aún existe y cómo los elementos políticos de la RC se inhiben de verlo porque creen que el nuevo país ya ha sido suplantado hace tiempo.

Hay que pensar hoy que la tarea específica-global de Rafael Correa es la nacional, la macro, y que la tarea general-global nuestra es la nacional-local, es decir, la del partido, la del pro-ce-so, la del fin del ‘movimiento PAIS’ una vez cumplido su ciclo empírico. Hay tareas de gobierno y hay tareas fuera de él. Pero en todos los espacios el eje articulador es la política.

No se debe seguir pensando que el único estímulo es ganar elecciones o conservar a Rafael Correa como Presidente ad infinitum. Hacerlo es pensar como los liberales más astutos, o sea, soñar con tener ‘períodos de gobierno’, con un nombre u otro, pero no pensando en procesos, en secuencias, en un proyecto nacional a largo plazo. ¿Correa es necesario ahora? Por supuesto. Su liderazgo nos ha enseñado muchas cosas. Nos ha enseñado, por ejemplo, que el populismo no es el cuco y que las virtudes individuales pesan cuando no hay en el entorno fortalezas políticas irrigadas por una sola ideología. Nos ha enseñado, sobre todo, que él nos hace falta. ¡Bingo! Ahora bien, saber por qué nos hace falta eso sí que es otro cantar. Y ahí la historia ecuatoriana es pródiga en hechos y tipologías de dominio político y social. ¡No hay misterio ni propaganda!

Pero hoy sabemos que su reelección en 2017 es ineludible. Requerimos estabilidad política para hacer eso que hoy, entre tantas otras cosas, no tenemos: articular un partido que sea capaz de expresar al Ecuador actual. Un partido con voluntad de poder y no solo con voluntad de gobierno. Un partido para comprender, en su más amplia acepción, la idea de la política cuando navega en la sociedad y cuando aterriza en el Estado. Un partido para conjugar sin exclusiones la necesidad de una democracia social amplia y moderna.

Es obvio que eso de hacer un partido de gobierno o un partido desde el gobierno trae equívocos en quienes ejercen funciones en un lado o en otro. Pero no nos detengamos en aquello porque tal vez no hagamos nada. Y hoy hay que hacer. Y mucho. Si nos enfrascamos en la idea de detener o rehuir la posibilidad de la reelección, o batallando en los embelecos de la alternabilidad, se malgasta el imperativo de hacer política en todos los frentes. Y la política no espera.

Un proyecto como el de la RC tiene etapas, fases, hitos; tiene un rumbo; y por ahora tiene un líder con una capacidad fantástica de aglutinar una razón nacional. Ahora debemos dotarlo de una fuerza social y política que le permita trascender la contingencia siempre dúctil de un ‘período de gobierno’ o dos. Ahora es la reelección de Correa y el partido. No nos perdamos más.

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