Hasta 2013 La desconfianza de los ciudadanos hacia los partidos políticos alcanzó el 69,2%
La oposición no capitalizó las marchas y la ciudadanía hizo su propio balance
Eran las 18:00 del miércoles 10 de junio y la Avenida de los Shyris, en el norte de Quito, se llenaba poco a poco de personas con banderas negras. Era el tercer día consecutivo de protestas focalizadas en ese sector: se reunían en la simbólica Tribuna, el mismo sitio donde hace 10 años un significativo grupo de ciudadanos, cansados de la vieja forma de hacer política, gritaba “¡que se vayan todos!”.
Ese miércoles, en cambio, familias de clase media y media alta gritaban: “¡Fuera Correa, fuera!” y “Yo trabajo para mi familia y no para el Estado”. La mayoría vivía alrededor del parque La Carolina y algunos incluso llevaron a sus mascotas. Los conductores que circulaban por ahí les apoyaban con la bocina.
Esas familias se concentraron en el mismo sitio por varias noches, pero conforme transcurrieron los meses la aspiración de que el presidente Rafael Correa dejara su cargo, se desvaneció.
Según analistas, el desgaste de las movilizaciones se debió a la falta de una figura que aglutinara a la oposición; a la carencia de planteamientos y demandas claras de transformación; al involucramiento de los partidos políticos tradicionales; y a la falta de apoyo de las bases y demás sectores populares.
A estas protestas se unieron las movilizaciones incentivadas por dirigentes indígenas, sociales, centrales sindicales y políticos como Andrés Páez (CREO). De igual manera, la efervescencia de esas movilizaciones, si bien tuvieron su punto máximo entre julio y agosto, se fueron apagando, lo cual se evidenció en la marcha del 3 de diciembre pasado.
De allí que opositores al Gobierno como el presidente de la Ecuarunari, Carlos Pérez Guartambel, en declaraciones a EL TELÉGRAFO admitió que perdieron “la batalla” porque Correa y Alianza PAIS, de todas maneras, aprobaron las enmiendas constitucionales.
Sin embargo, advirtió que, luego de las fiestas de Navidad y Año Nuevo, el 2016 será un año de marchas y protesta social. Pérez Guartambel niega que la estrategia de acentuar las movilizaciones responda a que se acerca un año electoral (en los comicios de 2017 se elegirá a presidente de la República y a 137 asambleístas), en el que el objetivo de la oposición será mantenerse en la palestra política para captar la simpatía y el voto de los electores.
Esto, tomando en cuenta que Correa no será candidato en 2017, porque así lo estipula la transitoria aprobada por la Asamblea Nacional en el paquete de enmiendas constitucionales, el 3 de diciembre pasado.
El futuro que se avizora -según expertos consultados por este Diario- es probablemente “intranquilo” y la oposición alistará “su artillería pesada”. No obstante, el éxito o el fracaso de las movilizaciones no solo dependería de su convocatoria, sino que también obedecería, en gran medida, a cómo se comporte el propio Gobierno. Así lo ve la doctora en Ciencias de la Comunicación y Sociología, Palmira Chavero, quien considera “muy arriesgado” que, por ejemplo, la administración de Correa prevea aprobar un segundo paquete de enmiendas a la Carta Magna en tiempo de campaña electoral (ver línea de tiempo).
“Pensando en términos electorales, ya estamos en campaña, se acabó el tiempo de los experimentos. Todo lo que se haga ahora tendrá un peso mayor y una influencia electoral”, explicó Chavero.
Ante el objetivo de la oposición de captar electorado la experta dijo que la población indecisa es la más vulnerable a la influencia de factores externos y de los propios medios de comunicación contrarios a las políticas del Gobierno.
Esto se ajusta a la opinión del historiador y catedrático de la Universidad Andina, Pablo Ospina, quien considera que el próximo año podría darse una conexión más fuerte entre el llamado de las organizaciones sociales y la gente, debido al desgaste político del Gobierno.
Sin embargo, acepta que, liderados por la figura de Correa, el proyecto de Revolución Ciudadana conserva todavía un importante respaldo que “se vuelve importante cuando la oposición se muestra dividida, fragmentada y con dirigentes que no son capaces de lograr la unificación de la expresión plena de ese descontento”, manifestó.
Ese desafío frente a un escenario regional es la oportunidad de Ecuador para “aumentar la derechización de América Latina o frenarla”, advirtió Chavero.
Auge y decadencia de la protesta
Existen dos factores que -según Chavero- habrían contribuido al debilitamiento de las movilizaciones: la pérdida del sentido de la protesta y los actos de violencia en los que desembocaron algunas marchas. Por ejemplo, el exministro de Cultura, Paco Velasco, resultó herido mientras participaba en las manifestaciones a favor del Gobierno en la Tribuna de los Shyris.
El viceministro del Interior, Diego Fuentes, calificó como una “turba violenta” a la marcha del 3 de diciembre pasado, que buscaba frenar la aprobación de las enmiendas constitucionales en la Asamblea. Dijo que ante la falta de argumentos e ideas, han preferido usar bombas molotov, lanzas, piedras, palos y demás objetos para atacar a los gendarmes, por lo que fueron detenidas 21 personas.
Los catedráticos concuerdan en que existió una diferencia de proyectos en las marchas, más aún cuando las protestas, a diferencia del movimiento de los forajidos en 2005, sí tuvo un tinte político.
“Los motivos de las marchas se confundieron. Todo empezó con la Ley de Herencia y Plusvalía, después mezclaron cuestionaron las enmiendas constitucionales, el Código Laboral, el IESS, y al final eso acabó en un ¡Que se vaya Correa!”, manifestó Chavero. Además de mencionar que el contexto también jugó un papel importante con la llegada del Papa Francisco y la Copa América.
Pero ¿por qué las marchas no lograron capitalizar el supuesto descontento social? Chavero considera que para que la fuerza de la protesta se mantenga por muchos meses debe haber una situación muy grave en el país, como sucedió en España con el Movimiento 15-M o de los Indignados. De allí que la ciudadanía “no es tonta” y puede darse cuenta de que no existe una realidad de dictadura o de atropello ciudadano en el país, por lo que antes de salir a la calle hace un balance de si es necesario o no, explicó.
“Si se hubiera capitalizado (el descontento), veríamos marchas todos los días, pero la vida siguió. Vino el Papa, fue la Copa América y ahora en las fiestas de Quito todo el mundo estuvo en la calle. No creo que el descontento real sea tan grave como para justificar la permanencia de las marchas”, reiteró.
Sin embargo, la asambleísta por Pachakutik, Lourdes Tibán, justifica la disminución de participantes en las movilizaciones con la falta de recursos para traer gente “a diferencia del Gobierno”. Pese a ello, las califica de “exitosas”, al igual que Nelson Erazo, dirigente de la Unión General de Trabajadores (UGT).
Otro punto que comparten los académicos es la crisis de representatividad en las movilizaciones. Ospina cree que una debilidad para que en los últimos meses haya “menos combustible” en las protestas es que la oposición nunca ha logrado consolidarse como un grupo homogéneo y tampoco lo hará, por lo que pronostica unos 4 posibles candidatos para los próximos comicios: uno de derecha, otro de centro-izquierda, otro de izquierda y uno de Alianza PAIS.
La socióloga española también señala que esa es una tendencia generalizada en el mundo, no obstante, -según datos estadísticos de Latinobarómetro- Ecuador tiene uno de los índices más altos de América Latina de desconfianza hacia las instituciones. Hasta 2013 un 69,2% de la ciudadanía tenía poca y ninguna confianza en los partidos políticos, mientras que tenía mucha y algo de confianza en la Iglesia (80%), Fuerzas Armadas (76.1%), Presidente (71.5%) y un 64, 7% en el Gobierno (ver infografía). (I)