Punto de vista
La lucha contra la corrupción exige dejar la posición de la crítica
La corrupción es un fenómeno global que afecta al planeta entero sin distinciones de posición política, modelos o ideología. En este día que la Organización de Naciones Unidas recuerda la lucha contra este mal es imperante que todos los ciudadanos, y no solo el Estado, asuman su rol para romper con esas cadenas que tanto daño hacen a los pueblos. Luchar contra la corrupción exige una voluntad concertada.
En ese orden de ideas, es justo reconocer que el Estado ecuatoriano contribuye con su parte a través del Plan Nacional de Prevención y Lucha Contra la Corrupción 2013-2017, cuyo fin es que “la población ecuatoriana, en su construcción del buen vivir, establecido en la Constitución y acorde a los lineamientos del Plan Nacional de Prevención y Lucha Contra la Corrupción, sea una sociedad fortalecida, con altos principios y valores éticos, activa y participativa”.
Para alcanzar ese horizonte, contamos con políticas que permiten avanzar en la diversificación de los mecanismos de transparencia, control social y rendición de cuentas, generar espacios y mecanismos institucionales que promuevan y faciliten el control social en la gestión de lo público, incorporar al sector privado en la prevención y lucha contra la corrupción, promover el ejercicio del derecho a la administración de justicia oportuna, eficaz y eficiente, y fortalecer los mecanismos de seguimiento al cumplimiento de los compromisos internacionales adquiridos por el Estado en materia de prevención y lucha contra la corrupción. Ahora, es necesario emprender un proceso que nos permita evaluar de manera objetiva cuánto hemos avanzado en estos aspectos.
El mundo valora y reconoce la lucha del país contra la corrupción. Por citar unos ejemplos, en materia de Contratación Pública, Ecuador dio un giro de 180 grados en los últimos años y diseñó un sinnúmero de mecanismos en favor del sector productivo que anualmente genera un ahorro de $ 1.700 millones, equivalente al 17% de las compras públicas. Asimismo, se destacan los avances normativos y la modernización del servicio público, garantizado a través del talento humano capacitado, tecnología e infraestructura adecuada.
En nuestro país, la participación ciudadana es el eje central de la construcción del poder ciudadano que busca el Buen Vivir como modelo de desarrollo con visión colectiva, centrado en la vida y en armonía con la naturaleza. Por lo tanto, asumimos la corrupción como un problema público que combatimos a través del fortalecimiento del tejido social y su capacidad de control a la gestión de lo público.
Pero es menester que el ciudadano ejerza su poder, que se active y movilice para romper las cadenas de la corrupción que pueden estar maniatándolo en su cotidianidad. Es necesario, ciudadanos de la Patria, que dejemos esa cómoda posición de la crítica y esperar que otro haga las cosas por nosotros. Es hora de actuar. En Ecuador, la historia nos ha hecho un llamado. Es hora de preguntarnos cómo vamos a responder a ese llamado: con la cómoda posición del inconforme, del que ve actos de corrupción y los deja pasar, del que hace escándalo para ser “popular” por unos días en los medios de comunicación, o con la firmeza y convicción de un pueblo revolucionario, organizado e indetenible en su camino hacia la justicia, la equidad, la participación, la igualdad y la transparencia. (O)