Una vida junto a su querida Martha
En el hogar de Julio César Trujillo no hubo opulencia ni dinero de sobra. Sus padres trabajaron duro en el campo y el comercio para darle la mejor educación en su natal Ibarra.
Sus primeros años en las aulas tuvieron un componente íntimamente católico. Primero estuvo en el Instituto Rosales de los hermanos lasallanos. Luego pasó al colegio Sánchez y Cifuentes de la comunidad Salesiana.
Allí fue alumno de monseñor Leonidas Proaño y sus enseñanzas marcaron su vida y su apego por defender siempre a los más necesitados. Por eso, escogió ser abogado y pidió a sus padres que lo dejaran ir solo hasta la capital para estudiar.
Él escogió la Universidad Católica, donde en sus aulas se formaba una generación de los más importantes juristas del país. En ese centro de estudios obtuvo el título de doctor en Jurisprudencia en el año 1958. Casi de inmediato fue profesor en la misma carrera.
La cátedra que impartió fue Derecho del Trabajo. Así llegaron dos pilares de su vida, el apoyo a los gremios de los trabajadores, especialmente explotados en los años 60 y 70, y de los pueblos indígenas olvidados casi siempre por todos.
El tercer pilar de su vida fue Martha Troya, quien aceptó ser su compañera de toda la vida y nunca lo desamparó. En su matrimonio no tuvieron hijos, pero el cariño de sus sobrinos fue permanente. Nunca fallaron a las invitaciones que les hacían para servirse un plato con sazón casera.
Trujillo era un ameno conversador, de sonrisa fácil y que casi nunca se molestaba. No lo hizo cuando el expresidente Carlos Julio Arosemena le puso el apodo de “gallo hervido”, un sobrenombre que lo acompañaría durante su vida política: desde que fue un joven conservador, hasta que fundó la Democracia Popular; luego por su paso por Pachakutik y ahora con los jóvenes que lo catalogan como un gallo de lidia.
“Los gallos de su talante no necesitan votos”, dijo el jurista Felipe Rodríguez.
De lidia por la lucha que enfrentó Trujillo en los últimos años de su vida, cuando muchos prefieren la tranquilidad y la paz; él buscó combatir lo que, a su criterio, fue el gobierno más corrupto desde el retorno a la democracia.
Al igual que en la dictadura militar sus acusaciones públicas lo llenaron de juicios penales, el último hace apenas cuatro años. (I)