Jaime Nebot: "Yo por Ecuador hablo con el diablo"
Está en el último piso del Hotel Colón. Hay una pequeña cafetería, una sala de espera y otra de reuniones. Jaime Nebot, exalcalde de Guayaquil, recibe a este Diario para hablar sobre la presentación de un libro sobre él, de Paradiso Editores: Jaime Nebot, El camino a la prosperidad, escrito por Roberto Aspiazu y Gonzalo Ruiz.
¿Cómo llegó usted a la conclusión de gastar el 85% para obras y solamente el 15% para el pago administrativo. Normalmente las alcaldías hacen lo contrario?
No llegué a esa conclusión sino a esa decisión y si pudiera gastar menos lo habría hecho. Siempre debe ser una aspiración gastar menos porque si hace eso se invierte más en la gente y especialmente en la más vulnerable, que es quien más necesita. A eso lo llamo la ideología de la prosperidad porque es bueno filosofar también un poquito, sin exagerar.
¿A qué llama la “ideología de la prosperidad”, cita que además es el título del libro sobre usted?
Yo respeto las ideologías, pero no creo en el dogal de la ideología; respeto los partidos políticos, pero no creo en el dogal de esas organizaciones, ni siquiera de la mía. Es al revés, cuando alguien se ata a eso tiene una alta posibilidad de fracasar. Apena oír a políticos decir: primero la política, después lo social y luego la economía. Es al revés, siempre es primero la economía porque si se administra bien habrá un 15%, o cuando se recibe algo totalmente distinto eso no ocurre al día siguiente, es un proceso.
Cuando se resuelve lo económico se tiene el dinero para hacer lo social, lo que no hace la empresa privada y lo que no se hace con abrazos. Eso se hace con plata y cuando se ha resuelto el problema social se ha resuelto el problema político. Cuando no se resuelve lo económico hay un irresoluble problema político que acaba con la popularidad o con el hasta luego. El modelo en Guayaquil no es, entonces, magia ni milagro, no es regional.
¿Puede poner algún ejemplo?
Tengo dos ejemplos: el señor Costa en Portugal es socialista, ¿qué hace? Lo mismo que nosotros hacemos en Guayaquil; el señor Trump a quien se le puede criticar por muchísimas cosas, hace lo mismo y mire el éxito económico que ha creado en Estados Unidos, redujo la pobreza y aumentó el empleo.
¿Qué ideología puede oponerse a que un administrador gaste poco y le devuelva el dinero al pueblo? ¿Qué ideología se puede oponer a que una autoridad en vez de endeudarse para dilapidar, se endeude a largo plazo para construir obra pública y mejorar los servicios? ¿Qué partido político se debería oponer a que una autoridad en lugar de vender el patrimonio del Estado, concesione su administración para que el empleo crezca en el sector privado, para en vez de poner dinero saque para que bajen los costos, el servicio mejore y los precios sean buenos?
¿Es un tema de administración con conciencia social?
¿Quién se puede oponer a las alianzas público-privadas bien negociadas? Allí el cliché no funciona. Le doy un caso: la concesión del aeropuerto de Guayaquil: el 55% del ingreso llega a la Alcaldía de Guayaquil. Es cuestión de negociar bien y en favor de los intereses del país y luego de saber cumplir.
No se trata de poner más impuestos, el Estado debe ser austero para que el pueblo progrese. Son conceptos, se puede o no estar de acuerdo con ellos. Pero para mí eso es eficacia para mejorar los servicios, poner internet gratuito y al alcance del siglo XXI, no una revolución del Socialismo del Siglo XXI. Para hacerlo y tener la voluntad de servir el resultado no se da.
Pero para tener el dinero en el Estado se deben aumentar los impuestos.
Yo los bajé. Guayaquil es la ciudad con el menor impuesto predial en el país. Sin embargo, recaba el 97% y tiene un presupuesto sano, del cual el 85% se invierte en obra pública. Hace pocos días se celebró el desembolso de 465 millones de dólares del FMI. 1.000 millones de dólares suena mucho dinero. Con menos de esa cantidad hemos hecho obra pública en Guayaquil.
¿Acaso ha dado un salto de la derecha a la centro-derecha?
Puede revisar mi plan de gobierno del 96, todo lo que he hecho está ahí. Yo he sido un liberal toda mi vida, también he tenido un pensamiento claro y de justicia social que nace de mi formación y de 35 años de contacto con el pueblo. En ese sentido, no soy el mismo de hace 35 años, sí entiendo cómo piensa la gente pobre porque hablo con ella, entiendo por qué protesta.
¿Su proyecto en el Municipio de Guayaquil es transferible al país?
Yo combato cuando la gente habla de regionalismo. Es un problema de administración. Mientras en Quito recoger una tonelada de basura cuesta más de 90 dólares, en Guayaquil vale 35 dólares. En la capital hay subsidio del transporte que, según el alcalde Jorge Yunda, cuesta 90 millones de dólares. Nosotros tenemos la Metrovía concesionada y no nos cuesta nada porque tenemos esa concepción.
Todos esos gastos del Municipio de Quito podrían estar al servicio de los barrios populares de la ciudad: el transporte y la basura concesionados y los trabajadores estarían allí y no en el Municipio. La eficiencia no es comparable, el precio es menor y el sobrante se aplica para otras cosas. Eso puede pasar en Tulcán o en cualquier otra ciudad; es un problema de administración, no de ideología. No estoy hablando de vender nada, ningún patrimonio.
¿Está listo para su tercer intento de llegar a la Presidencia?
Esa es una decisión que tengo que tomar muy pronto. Nunca le he dicho a nadie que ya acepté candidatizarme. He dicho que estoy meditándola, y ese tiempo se acaba, que sea yo u otro. Un año antes de las elecciones me parece un tiempo razonable para que esa bandera de la prosperidad y de la unidad, no sectaria, no partidista y con apertura, sea llevada con éxito. Tengo un afán de servir, más allá de que yo no creo que eso está ligado a ser presidente o alcalde. También es conocida la posición de mi familia respecto a mi continuidad en los cargos públicos. Ese es un problema que tengo que resolver y reconsiderar ante la decisión que tome.
¿Cómo su partido Social Cristiano-Madera de Guerrero (PSC-MD) sobrevivió a la crisis de las organizaciones políticas?
Alguien decía que el Socialismo del Siglo XXI había destruido a los partidos, pero no es así. Ese socialismo evidenció una crisis de partidos; ellos se suicidaron, no los mató nadie. Y algunos estuvieron cerca: los que entendieron que tenían que cambiar han mejorado, pero el partido conceptualizado como antaño, como un club exclusivo, que alejaba más que acercaba, ya no existe.
Hoy debe haber apertura; la unidad está en las tesis a enfrentar, en los problemas a resolver, en los conceptos; si hay coincidencia el uno puede estar en un número y al final van a votar juntos. Pero no a base de imponer “salga de allí”, “cambie de color”, no creo en eso.
El PSC-MG, en la mayoría de las provincias, lo ha ido comprendiendo. Como nos identificamos en la campaña en la que resultamos vencedores en marzo pasado: la lista 6 y aliados con apertura, igualdad, coincidencias en la prosperidad. Así debemos manejarnos.
¿Usted hablaría con Guillermo Lasso y haría una coalición en las próximas elecciones?
Yo por Ecuador y el bien de sus habitantes hablo con el diablo, si este tiene buena fe. Pero más importante que hablar es saber en qué se coincide. No creo en la unión de partidos o de líderes, sino en la unión de conceptos que esos partidos y líderes estén dispuestos a aplicar en todo. Para mí ese es el consenso. (I)