Punto de vista
Hablemos de una pizca de estrategia
En un proceso político de las características de la Revolución Ciudadana, el proyecto se legitima permanentemente, mantiene el sentido de propósito (el desafío que propone al pueblo) y logra continuidad sobre la base de dos grandes variables: su liderazgo y programa que en democracia se prueban constantemente, es decir, si los ciudadanos se sienten desilusionados del programa político o su líder, simplemente esperan el momento electoral para ‘agradecerle sus servicios’.
Pero hay un elemento adicional de enorme importancia relacionado a lo anterior: un programa político sin la correcta estrategia (política y comunicacional) simplemente nunca se llega a concretar. Y esto es lo que le sucedió por muchas décadas a una ‘izquierda’ con poca vocación de poder, una ‘izquierda’ que no quería ganar, acomodada en la resistencia y, en varios casos, funcional al enemigo. Era muy buena para elaborar grandilocuentes programas políticos, pero sin una efectiva estrategia para hacerlos viables.
En algún lado escuché o leí un concepto de estrategia que me gustó y quedó grabado, entre paréntesis, es una materia de mi constante estudio. Ese concepto plantea que una estrategia es una secuencia coherente de macroprocesos que articulan actores, factores y acciones, internos y externos, para lograr un objetivo o propósito en un contexto determinado.
Por ello, en el actual escenario político, para sostener el proyecto llamado Revolución Ciudadana, se ha planteado realizar unas enmiendas a la Constitución, que permitan proyectar una de las variables de todo proceso político: su liderazgo. Y como lo señalamos en un análisis el mismo día del triunfo electoral de Alianza PAIS en 2013, en un primer momento se debe crear las condiciones legales y constitucionales que permitan la eventual reelección del presidente Correa. La evaluación de las condiciones políticas en el tiempo oportuno determinará finalmente el camino a seguir.
En este marco, no nos sorprende que la derecha se haya vuelto de repente ultrademocrática y enfile toda su artillería para tratar de impedir que el presidente Correa sea candidato, recalco: candidato. Es decir, que el presidente Correa pueda participar en las próximas elecciones presidenciales. Parece apenas elemental deducir que será el soberano, el pueblo ecuatoriano, el que finalmente decidirá si reelige o no a Correa, así como decidió en las últimas elecciones seccionales a quién reelegir o no.
Tampoco sorprende que la ‘izquierda’ inútil haya abrazado totalmente la estrategia, recalco: la estrategia de la derecha neoliberal y antinacional para tratar de recuperar el poder gubernamental. Pero esa actitud se explica por una constante histórica determinada, la autodenominada ‘izquierda’ se ha encerrado en sus cuatro paredes ideológicas, antes que preocuparse por generar política efectiva en pos de lograr cambios económicos y sociales y acumulación política revolucionaria.
Lo que sí sorprende y no se comprende es que haya personajes, militantes o ‘aliados’ de Alianza PAIS que con base en no sé qué teorías de la democracia señalen que la reelección indefinida es una aberración e insistan en su oposición a una estrategia, insisto, una estrategia establecida por un colectivo llamado Alianza PAIS. Me pregunto qué pasa si de repente aparece un general que públicamente manifiesta estar en contra de la estrategia asumida colectivamente y no contribuye al éxito de la misma, después de que el estado mayor de un ejército, luego de todos los análisis y consideraciones del caso, adopta una estrategia para ganar al enemigo. ¿Cómo se llama eso? ¿Se podría inferir que hay intereses o agendas personales de por medio?
La posibilidad de la reelección indefinida de los actores políticos de cualquier nivel no impide la participación ciudadana, no niega la democracia, en su acepción más sencilla, democracia es poder popular, y es en los momentos electorales en donde el poder ciudadano se manifiesta eligiendo a los actores políticos que han logrado persuadirle (estrategia comunicacional) y que han demostrado el cumplimiento de la propuesta que se les presentó.
Por otro lado, todo politólogo sabe que la democracia no exige consenso sino conflicto, es más, la democracia se enriquece con el conflicto, si este se procesa civilizadamente en el marco del juego político democrático.