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¿Hablar de política y de religión en familia?

¿Hablar de política y de religión en familia?
16 de julio de 2015 - 00:00

Los recientes acontecimientos en Ecuador, es decir las movilizaciones sociales (a favor y en contra del Gobierno), la visita del Sumo Pontífice y las diversas versiones interesadas de los medios de comunicación masiva, nos convocan a reflexionar sobre qué está pasando con el “estado de ánimo colectivo”.

Coloquialmente se dice que entre amigos, familiares o conocidos “es mejor no hablar de política, fútbol ni religión”, pues son temas generadores de intensos afectos, de posicionamientos inclaudicables y de acalorados debates. Sin embargo, la verdad parece ser lo contrario: son justamente estos (y otros tantos temas polémicos) los que nos permiten comprender a fondo lo que está pasando en la sociedad.   

¿Existe algo así como una psicología colectiva? ¿Se puede hablar de un estado de ánimo social? ¿Qué provoca que grandes masas humanas se movilicen hacia determinado objetivo y tomen una posición determinada? Desde los estudios de opinión pública incluso se ha llegado a cuantificar el “estado de ánimo” de un país. Variadas encuestas -aquellos objetos merlinescos de la política moderna-, miden por ejemplo la percepción sobre la propia situación familiar, económica y las expectativas de futuro que tiene la población. En el caso ecuatoriano, ciertas encuestas señalan que en los últimos años se evidenciaba un estado de ánimo  “positivo” entre la población. Sin embargo, este indicador reflejaría una tendencia decreciente en los últimos meses a causa de preocupaciones económicas y debido a la percepción de conflictividad social. Posiblemente la visita del Papa tendrá un efecto inmediato sobre estas cifras.  

En un sentido muy diferente y desde una lógica no cuantificable, Sigmund Freud en su texto Psicología de las masas y análisis del yo (1921) plantea que para explicar la vida anímica colectiva, es fundamental analizar términos tales como sugestión, libido, identificación, enamoramiento, hipnosis, instinto gregario, masa, horda primitiva y el concepto del yo. En esta obra analiza estructuralmente al Ejército y la Iglesia como dos espacios institucionales como una suerte de “masas artificiales”. Así, quienes forman parte de las “masas” invisten afectivamente a otro que ocupa el lugar de “jefe o caudillo”, y al mismo tiempo, se cohesionan entre sí con un poder de sugestión recíproca. Freud toma el concepto polinesio del mana que “debe ser la misma que constituye, para los primitivos, la fuente del tabú; aquella misma fuerza que emana de los reyes y de los jefes y que pone en peligro a quienes se les acercan.”

Freud plantea que en todo ser humano sobrevive el psiquismo del ser humano primitivo, así como en todas las manifestaciones de las grandes masas humanas se reedita la horda primitiva. De esta forma, escribe: “La psicología de dichas masas, según nos es conocida por las descripciones repetidamente mencionadas -la desaparición de la personalidad individual consciente, la orientación de los pensamientos y los sentimientos en un mismo sentido, el predominio de la afectividad y de la vida psíquica inconsciente, la tendencia a la realización inmediata de las intenciones que puedan surgir-, toda esta psicología, repetimos, corresponde a un estado de regresión a una actividad anímica primitiva, tal y como la atribuiríamos a la horda prehistórica”.  

Desde la filosofía contemporánea, el coreano Byung-Chul Han, en su brillante libro Psicopolítica, elabora una explicación de cómo ha sido utilizado el “mundo de las emociones” por el sistema capitalista, y cómo en su forma neoliberal ha utilizado nuevas técnicas de poder para influenciar sobre el psiquismo tanto individual como colectivo, para finalmente  transformarlo en fuerza productiva. Este filósofo detalla cómo en los últimos tiempos se ha despertado un repentino interés desde varias disciplinas por las “esferas afectivas” ya que estas estarían estrechamente relacionadas con el proceso económico. Llega incluso a acuñar el concepto de un “capitalismo de la emoción” y de esta manera realiza una crítica a la noción de Foucault sobre “biopolítica”, planteando su sustitución por la de “psicopolítica” para poder explicar las nuevas técnicas del poder sobre los sujetos.

Para Byung Chul Han, “la biopolítica es la forma de gobierno de la sociedad disciplinaria. Pero es totalmente inadecuada para el régimen neoliberal que explota principalmente la psique. La biopolítica que se sirve de la estadística de la población no tiene ningún acceso a lo psíquico. No provee ningún material para el psicoprograma de la población. La demografía no es una psicografía. No explora la psique. En esto reside la diferencia entre la estadística y el Big Data”. Esto explicaría cómo el espacio virtual-digital dominado en buena parte por las famosas “redes sociales” se configure como un lugar privilegiado de las emociones y de su manipulación con fines políticos.

Desde distintas esferas somos testigos de la permanente “guerra psicológica”, el uso del “capitalismo de la emoción” con fines políticos, religiosos, propagandísticos. Por esa misma razón hay que hablar de los temas polémicos de una sociedad. Y hay que entender que “dialogar” significa argumentar, razonar, reconocer al otro. Aquello de lo que no se habla -lo no dicho-, siempre termina expresándose de algún modo y la mayor de las veces con violencia. En una sociedad en la que las nuevas tecnologías de información y comunicación pueden ser terreno propicio para la manipulación política cada vez más especializada y eficiente, resulta imperativa retomar una actitud analítica, crítica y creativa. Por suerte, siempre se puede pasar de un “estado hipnótico” a la posibilidad del diálogo.. (O)

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