Al cumplirse 2 décadas del enfrentamiento militar que Ecuador y Perú protagonizaron en el Alto Cenepa, la memoria y el recuerdo alrededor de este hecho parecen condenados a una evaporación crónica, en el vecino país. Probablemente, las causas para que un silencio generalizado se cierna sobre esta fecha tengan que ver con el papel que los medios de comunicación juegan frente al imaginario popular: ninguna noticia recordó lo sucedido en diarios, noticieros o revistas, y apenas se supo de actos cívicos esporádicos en pequeños destacamentos cercanos a la frontera.

No existió ningún pronunciamiento oficial, pues golpeado como está el gobierno de Ollanta Humala –los escándalos políticos lo han minado–, el ver al pasado es una práctica nada conveniente en estos días.

Las pocas noticias que resaltan del Distrito de Cenepa, ubicado en el Departamento de Amazonas y habitado en su mayoría por indígenas Awuajún, tienen que ver con la incursión ilegal de madereros y mineros ecuatorianos, irregularidad que parece estar bajo control.

El único diario que se atrevió a hacer un recuento de los hechos fue El Correo, que recoge un testimonio del general Roberto Chiabra, quien participó en la campaña militar. “Mientras en Ecuador hubo movilización nacional por guerra, aquí se hablaba de conflicto y la gente seguía tan tranquila en la playa. Mis muchachos se fajaron por todos”, critica el militar.

En el texto el general describe una agresión ecuatoriana. Habla de que los militares de ese país invadieron territorio peruano y destaca la jornada del 22 de febrero, cuando se produjo la mayor cantidad de bajas por el lado de Ecuador.

Con recortes de prensa de la época describe una victoria militar, pese a las difíciles condiciones del terreno y la falta de equipamiento militar. Incluso afirma que Tiwintza siempre estuvo en manos de ellos.

El uniformado recuerda que luego de la guerra los soldados fueron enviados al sur del país para que enfrenten a la guerrilla Sendero Luminoso, una política del gobierno de Alberto Fujimori (foto).

Pero si en la esfera pública esta historia se deteriora frente al silencio, en el corazón de los que fueron a la guerra hay un bastión donde el recuerdo sigue intacto. Quizá por eso, en Huancayo, población de la sierra centro del Perú, a la que perteneció Omar Yali Caccha, el primer muerto de este ejército en el enfrentamiento, se siga recordando con una retreta militar la ocasión en que habiéndose enterado del deceso, todos los pobladores, ardidos y llorosos, fueron hasta el centro del poblado donde se ubicaba la Calle Quito, para borrar ese nombre ajeno y en su lugar colocar el de su héroe naciente.  

Así el enfrentamiento se recuerda con un eco más íntimo y propio.