En 14 días cumpliría 32 años y su trabajo había sido publicado ya en los diarios EL TELÉGRAFO, Hoy, El Quiteño, El Universo y agencias internacionales de noticias. El fotoperiodista Paúl Navarrete Navas falleció la tarde del miércoles en un accidente aéreo cuando trataba de retornar en una pequeña avioneta tras una cobertura en la comunidad amazónica de sarayaku (Pastaza).

Ayer sus colegas y amigos destacaron su profesionalismo y, sobre todo, lo recordaron por su calidad humana y amplia sonrisa.

Quienes conocieron al reportero gráfico, que inició su carrera en el Club de Periodismo de diario El Comercio, cuentan que Paúl asumía la fotografía como una forma de vida más que como una profesión para percibir un sueldo.

El afán de capacitarse lo llevó a estudiar en la Facultad de Comunicación Social en Quito (Facso) y, posteriormente, a especializarse en fotografía documental en la Escuela de Fotografía y Centro de Imagen, en Madrid (España). Por ello, tras conocer sobre su trágica muerte, colegas como Ayby Mena‎le escribieron en su muro en Facebook: “Siempre serás un gran ejemplo, nunca te dejaste vencer por nada hasta lograr tus metas”.

Era una persona llena de energía, alegre y bondadosa. “No dudaba en enseñar lo que sabía sobre el mundo de la fotografía, no se guardaba los conocimientos para él, los compartía sin egoísmo”. Así lo recordó ayer su amigo y colega Carlos Pozo, con quien compartió largas jornadas de trabajo en las que no contaba el horario ni la hora del lunch, sino captar las mejores imágenes para entregar un buen producto.

Ese sacrificio le hizo a Paúl acreedor a varios premios, entre ellos el de ‘Fotoperiodismo por la Paz Juan Antonio Serrano (2014)’. “Siempre inquieto, curioso, preciso y talentoso con su lente. Así voy a recordar a Paúl, gran colega de la prensa ecuatoriana”, escribió ayer la periodista Ana María Roura.

Paúl, que con su muerte deja un niño de 3 meses en la orfandad, mostró alegría en todo momento. Incluso, una hora antes de subir a la  avioneta para salir de Sarayaku, se puso a bailar bajo una choza  al son de los tambores que tocaban los indígenas de la comunidad, desatando carcajadas entresus compañeros, con la cara pintada como lo hacen los habitantes de esa zona amazónica. Luego, junto a otras 6 personas, se embarcó en la nave para retornar al aeropuerto de Puyo con el fin de procesar las fotos y enviarlas al medio de comunicación que lo contrató para esa cobertura.

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La nave, que despegó de la pequeña y rudimentaria pista de Sarayaku, tras elevarse más de 50 metros repentinamente se precipitó a tierra, se incendió y dejó 5 muertos y 2 heridos. El percance frustró los proyectos de Paúl, entre ellos, graduarse de Licenciado en Comunicación en la FACSO: estaba haciendo los trámites para la titularización y, por ello, con el número 196 estaba inscrito para asistir a charlas de inducción para el examen complexivo.

Otro objetivo de este joven fotógrafo, amante del seco de pollo y de las canciones de Sabina, era publicar junto a varios colegas un libro gráfico de literatura ecuatoriana.

Hace 5 años, un niño lustrabotas tocó la puerta de la casa de Paúl y le pidió zapatos para limpiar y ganar algo de dinero. Él accedió y mientras el menor cumplía su tarea le contó que quería reunir plata para cumplir su sueño: estudiar, porque sus padres eran pobres.

Entonces Paúl decidió apadrinarlo, pese a que no le sobraba la plata para costearle los estudios y ayudarle a cumplir su sueño.

Hace pocos días, cuando se enteró de que Raúl Lluno, exfotógrafo de La Hora, fue despedido tras 27 años de trabajo, Paúl asistió a un plantón en los bajos de esa empresa para junto a otros colegas exigir que se lo respete y le paguen lo que manda la ley. Eso le mereció el insulto de Francisco Vivanco, accionista de ese medio, quien lo  tildó a él y a sus colegas de “ignorantes”, “analfabetos” y “jetones”. Al día siguiente publicó en su muro de Facebook: “Jetón a toda honra!!! Carajo”. Esa es la última anécdota que recuerdan sus compañeros de él.

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