Ecuador expuso su visión y logros sobre ambiente en El Vaticano
El presidente de la República, Rafael Correa, participó a finales de abril en la Conferencia de Alto Nivel “Proteger la Tierra y Dignificar al Ser Humano”, organizada por la Red de Soluciones para el Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas. El acto se desarrolló en el Vaticano.
En la Conferencia, organizada también por la Academia Pontifica de Ciencias y Religiones para la Paz de la Santa Sede, Correa fue el único jefe de Estado invitado.
En este marco el mandatario explicó sobre el tema “Justicia Climática y Desarrollo Sostenible en la Estructura del Estado Ecuatoriano”. En su exposición el Mandatario dio a conocer el trabajo que ha emprendido a lo largo de estos ocho años el Gobierno en materia ambiental.
Este taller se desarrolló previo a la publicación de la primera encíclica del Papa Francisco sobre ambiente, además estos insumos servirán para la Cumbre París 2015. Las encíclicas son cartas solemnes sobre asuntos de la Iglesia o determinados puntos de la doctrina católica dirigidas por el Papa a los obispos y fieles católicos de todo el mundo.
A continuación la intervención del Mandatario ecuatoriano en video y posteriormente el texto íntegro de lo manifestado por Correa en el Vaticano
Ponencia: Una visión política y económica del cambio climático
A presentar en “Taller sobre dimensión moral del cambio climático”
Santa Sede, 28 de abril de 2015
La tierra, que es madre para todos, pide respeto y no violencia o peor aún arrogancia de patrones. Debemos entregarla a nuestros hijos mejorada, custodiada, porque ha sido un préstamo que ellos nos hicieron a nosotros. Papa Francisco
Introducción
El calentamiento y el cambio climático global ya no es una teoría de unos pocos científicos: es una cruel realidad.
Esto se evidencia con la curva de crecimiento de las emisiones globales de CO2 en los últimos 50 años. En 1960 las emisiones planetarias fueron de 9,4 giga toneladas de CO2 y en el año 2010 llegaron a 33,6 giga toneladas. Las emisiones se han multiplicado en 3,6 veces en 50 años, esto es, un crecimiento promedio anual de 2,6%. De mantenerse esta tendencia, en 28 años las emisiones actuales se habrán duplicado.
El cambio climático y sus consecuencias deben ser tratados como un problema ético, para cada persona y la sociedad.
La paradoja: ambiente abierto y conocimiento cerrado
Actualmente existe una nueva e injusta división internacional del trabajo: los países ricos generan conocimiento que privatizan, y muchos países pobres generan bienes ambientales de libre acceso.
El conocimiento, en general, es un bien de libre acceso, es decir, la exclusión es técnicamente imposible o muy costosa. Para evitar el libre acceso, o, en otras palabras, para privatizar el bien, se ponen barreras institucionales, básicamente derechos de propiedad intelectual.
Los países de la cuenca amazónica, pulmón del planeta, también producen bienes de libre acceso, en este caso ambientales, que regulan el clima mundial y sin los cuales la vida en el planeta sufriría un grave deterioro. Pese a ello, los mayores contaminadores globales no pagan nada por consumir estos bienes y servicios ambientales.
El Protocolo de Kyoto pudiera ser interpretado como una barrera institucional para evitar el sobre consumo de bienes ambientales, pero los grandes contaminadores no firman Kyoto, mientras que en la mayoría de países hay cárcel si se copia una idea protegida por una patente.
Completando Kyoto: emisiones etas evitadas
Adicionalmente, los incentivos que otorgaba Kyoto para la defensa del ambiente fueron insuficientes, ineficientes e injustos. Por ejemplo en temas de reforestación, el sistema premiaba a los países que reforestaban, pero impedía compensar a los países que no habían deforestado y cuyos bosques ya estaban contribuyendo al almacenamiento de carbono. No existía un concepto que definiera exhaustivamente qué es lo que había que compensar. Ese concepto exhaustivo es el de Emisiones Netas Evitadas (ENE, por sus siglas en español).1
ENE son las emisiones que pudiendo ser realizadas en la economía de cada país, no son emitidas; o las emisiones que, existiendo dentro de la economía de cada país, son reducidas. Por lo tanto, es el balance neto el compensable. El concepto permite conciliar las compensaciones iniciales de Kyoto y el mecanismo REDD (reducing emissions from deforestation and forest degradation), un programa de Naciones Unidas que compensa por evitar deforestación. El mecanismo REDD aporta algo importante: la compensación por abstención, es decir, el no hacer algo a lo que se tiene derecho, pero solo compensa el conservar el carbono en la superficie de la tierra, omitiendo, por ejemplo, el compensar el mantener el carbono bajo tierra, como es el caso de la no explotación de combustibles fósiles. ENE implica compensaciones por acción y abstención, y engloba todas las actividades económicas que involucren la explotación, uso y aprovechamiento de recursos renovables y no renovables.
Si se amplían los incentivos de Kyoto hacia las Emisiones Netas Evitadas, además de los objetivos de cambio climático, se podría dar un giro revolucionario en los intercambios internacionales, al permitir que muchos países –sobre todo a los que están en vías de desarrollo- conviertan sus economías basadas en la extracción de combustibles de origen fósil, altamente contaminantes, en economías exportadores de servicios ambientales.
Y aquí una idea fundamental para cualquier debate sobre sostenibilidad: la conservación, en países pobres, no será posible, si ésta no genera claras y directas mejoras en el nivel de vida de la población.
Dado que ENE es un concepto integral que amplía significativamente las posibilidades de compensación, es conveniente acotar el uso de dichos fondos para básicamente más prevención, mitigación y adaptación, es decir, para hacer menos vulnerables a los países frente a las consecuencias del cambio climático. Además, si la compensación siempre es menor que el rendimiento financiero fruto de la acción o abstención, se generan restricciones para que sólo los países verdaderamente comprometidos en la lucha contra el cambio climático reciban compensaciones.
Un ejemplo concreto sería la iniciativa Yasuní-ITT que buscaba dejar bajo tierra las más grandes reservas petroleras comprobadas del Ecuador. Se pedía una compensación por la no explotación y evitar así enviar a la atmósfera más de 400 millones de toneladas de CO2. La compensación solicitada era apenas la mitad del rendimiento financiero de la explotación del petróleo, y los fondos se utilizarían para más conservación. Miguel d´Escoto, ex Presidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas, llamó a la iniciativa “la propuesta más concreta de la historia para bajar de la retórica a los hechos en cuanto al cambio climático”.
Lamentablemente, la iniciativa fracasó por ser largamente incomprendida y por las cuestiones de poder.
Compensar las Emisiones Netas Evitadas tiene válidos principios ambientales, económicos y de equidad. En aspectos ambientales, como se anotó, lo importante es el balance neto, y en términos netos, no ensuciar el medio ambiente es equivalente a limpiarlo. En cuanto a lógica económica, las compensaciones por generar o mantener bienes ambientales, los cuales por ser bienes de libre acceso no tienen precios explícitos de mercado, se fundamenta en la necesidad de compensar la generación de valor y no tan solo la generación de mercancías, para así lograr la maximización del bienestar social. En cuanto a equidad, es legítimo que un país sea compensado por no realizar una acción a la cual tiene opción, en caso de ésta ser individual pero no planetariamente deseable, es decir, en caso de producir externalidades negativas. De forma análoga, si un país no tiene la obligación de realizar una acción que individualmente no le es deseable, pero sí lo es en términos planetarios, es decir, produce externalidades positivas, es legítimo que sea compensado para que realice esta acción.2
Deuda ecológica
En forma independiente a la compensación por ENE, existe sin duda también la deuda ecológica, es decir, obligaciones acumuladas en el tiempo, fruto del saqueo de recursos naturales, la biopiratería y el cambio climático. Su cobro está fundamentado en los derechos humanos, la justicia ambiental y la responsabilidad histórica.
La deuda ecológica puede valorarse en términos monetarios y biofísicos. Desde el mundo académico ha habido aportaciones, con cálculos plausibles, pero lo más importante no es el pago de la deuda ecológica, sino que deje de aumentar más.3
Lo fundamental es detener el daño y subsanar la condición actual del mundo físico.
Responsabilidades comunes pero diferenciadas
Las compensaciones por ENE y por deuda ecológica deberían basarse en el principio de responsabilidades comunes pero diferenciadas. Sólo dos países, China y Estados Unidos, emiten el 44 % del total de las emisiones planetarias. Si a estos países se añade India, Rusia y Japón, las emisiones suman casi el 60 % del total.
El coeficiente de desigualdad de Gini de las emisiones de CO2 per cápita por países, calculado para el año 2010, fue de 0,596.4
Esto significa que el 20 % de la población mundial, que más contamina, es responsable del 51 % de las emisiones planetarias de CO2, en tanto que el 20 % de la población mundial que menos contamina, es responsable apenas del 1,3 % de las emisiones totales.
Además, las compensaciones por ENE deberían basarse en las capacidades de los respectivos países. Los mayores daños ecológicos provienen de los países ricos. A pesar de los adelantos tecnológicos y la desmaterialización de la economía, esto es, la reducción de la cantidad de materiales y energía por unidad de producto, la evidencia indica que el consumo de energía y la generación de emisiones son directamente proporcionales al nivel de ingreso. Un habitante de los países ricos emite 38 veces más CO2 que un habitante de los países pobres. El efecto consumo domina al efecto eficiencia por mejora en tecnologías.5
Ello no quiere decir que haya una ausencia de degradación ligada a la pobreza, tales como erosión de suelos, falta de tratamiento de residuos sólidos, etc., sino que la forma en que se maneja la riqueza y el consumo en las sociedades ricas e industrializadas, se vuelve un factor crítico para determinar las mayores responsabilidades ambientales.
Acceso a ciencia y tecnología como compensación
No obstante, hay un problema crucial: las brechas tecnológicas. En el año 2011, la eficiencia energética media de los países de alto ingreso fue cinco veces superior a la eficiencia media de los países de bajos ingresos. El acceso a la ciencia y tecnología es vital para los países pobres en la lucha contra el cambio climático. Es indispensable declarar a las tecnologías que mitiguen el cambio climático como bienes públicos globales, garantizando su libre acceso.6
Esto sería una forma de terminar con la nueva e injusta división internacional del trabajo.
La licencia obligatoria, una medida regulatoria en materia de propiedad intelectual, evita que los negocios conserven derechos monopólicos sobre el conocimiento crítico y permite que otras empresas alrededor del mundo puedan replicar la tecnología patentada. Este conocimiento no se confisca a los inventores pues la innovación debe ser reconocida y deberán ser compensados con una regalía. Esta regalía se podría financiar con las mismas compensaciones por ENE, con los recursos globales destinados a la lucha contra el cambio climático como los diversos fondos de las Naciones Unidas; y con la creación de impuestos globales, como el impuesto Daly.
Impuesto Daly
El impuesto Daly es un impuesto ad-valorem sobre el precio del barril de petróleo, que podría ser administrado por los países miembros de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP).7
Este eco-impuesto debería aplicarse también a otros combustibles exportados, en proporción a su impacto ambiental. El efecto sería la disminución de la demanda de petróleo —en consecuencia, una menor producción de CO2—, y la generación de ingresos con los cuales podría crearse un fondo que perseguiría tres objetivos: en primer lugar, compensar por los efectos del impuesto a los países pobres que son importadores de petróleo, mediante el financiamiento de programas de erradicación de la pobreza. En segundo lugar, financiar la reducción de los gases de efecto invernadero, por ejemplo, por medio de investigación,desarrollo tecnológico y la diversificación de la matriz energética; y en tercer lugar, financiar a los países pobres en la prevención, mitigación y adaptación a las consecuencias del cambio climático.
El poder de la OPEP le da inmensas oportunidades para incidir positivamente en la historia de la humanidad. Con la administración de este impuesto, la OPEP podría convertirse en el gran coordinador mundial para la lucha contra las emisiones de CO2 y el cambio climático.
Problema de base a nivel individual: nuestro modo de vida
Ahora sabemos que la economía es parte de un sistema mayor, regido no por las leyes económicas de oferta, demanda y precios, sino por las leyes físicas de la naturaleza.8
Al menos con la tecnología disponible actualmente, generalizar el nivel de vida de los países hoy llamados desarrollados es sencillamente imposible, pues no existirían en el planeta recursos suficientes. Muy probablemente esa generalización también es indeseable: los aumentos del PIB por habitante, a partir de cierto umbral, no se relacionan con mayor percepción de felicidad. Esto es conocido como la “paradoja de Easterlin”.9
Esto implica que debemos ensayar una nueva noción de desarrollo, como ya lo están intentando algunos países, con el concepto de los ancestrales pueblos andinos del Sumak Kawsay o Buen Vivir, que significa vivir con dignidad, satisfaciendo necesidades de base, pero en armonía con uno mismo, con los demás seres humanos, con las diferentes culturas, y en armonía con la naturaleza.10
Por ello también es necesario caminar hacia una Declaración Universal de los Derechos de la Naturaleza. El principal derecho universal de la naturaleza debería ser el que pueda seguir existiendo, pero, también, que pueda seguir ofreciendo los medios de vida necesarios para que nuestras sociedades puedan vivir con el Sumak Kawsay.
Aquí, otra idea fuerza para evitar ciertos fundamentalismos: el ser humano no es lo único importante en la naturaleza, pero sigue siendo lo más importante.
Problema de base a nivel internacional: las relaciones de poder
La nueva división internacional del trabajo es una completa paradoja. Lo común y de libre acceso debe ser lo que no tiene rivalidad en el consumo, es decir, no tiene costo marginal al ser consumido por una persona adicional. En consecuencia, mientras más personas utilicen el bien, mejor. Esta es normalmente la característica del conocimiento, la ciencia y la tecnología.
Como muy acertadamente señaló George Bernard Shaw: "Si tú tienes una manzana y yo tengo una manzana y las intercambiamos, entonces tú y yo todavía tendremos cada uno una manzana. Pero si tú tienes una idea y yo tengo una idea y las intercambiamos, entonces, cada uno de nosotros tendrá dos ideas".
Cuando un bien se vuelve escaso o se destruye a medida que se consume, como la naturaleza y el subsecuente cambio climático, es cuando debe restringirse su consumo, para evitar lo que Garret Hardin llamó “la tragedia de los comunes”.11
¿Por qué no se hace lo obvio? Más aún, ¿por qué se hace exactamente lo contrario? Porque el problema no es técnico, sino político. La injusta nueva división internacional del trabajo no es otra cosa que la perversa ética de “privatizar los beneficios y socializar las pérdidas”. No hay nada que la justifique, solo el poder. Para ilustrar esto imaginemos por un momento si la situación fuera la inversa, y que los generadores de bienes y servicios ambientales fueran los países ricos, y los países pobres fueran los contaminadores. Con seguridad, ya hubiesen existido hasta invasiones para obligar a pagar una “justa compensación”.
Lamentablemente, como decía Trasímaco hace más de dos mil años en su diálogo con Sócrates, “la justicia es tan solo la conveniencia del más fuerte”.
BIBLIOGRAFÍA
Coase, Ronald (1960). The Problem of Social Cost. 3 Journal of Law and Economics: 1-44.
Correa, R. y F. Falconí (2012). Después de “Río + 20”: Bienes ambientales y relaciones de poder. Revista de Economía Crítica, n°14: 257-276.
Correa, Rafael. Discurso sobre Cambio Climático. 16a Conferencia Internacional sobre Cambio Climático. Naciones Unidas. Cancún, México. 8 de Diciembre de 2010. Discurso.
Correa, Rafael. Intervención del Presidente Rafael Correa. III Cumbre de la OPEP. OPEP. Riad, Arabia Saudita, 18 de noviembre de 2007. Discurso.
Constitución de la República del Ecuador 2008.
Daly, Herman (2007). Ecological economics and sustainable development: selected essays of Herman Daly. Edward Elgar Publishing.
Easterlin, Richard (1974). Does economic growth improve the human lot? Some empirical evidence, in Paul A. David and Melvin W. Reder, eds., Nations and Households in Economic Growth: Essays in Honor of Moses Abramovitz, New York: Academic press, Inc.
Hardin, Garret (1968), The Tragedy of the Commons, Science, Vol. 162, No. 3859, pp. 1243-1248.
Georgescu-Roegen, Nicholas (1971), The Entropy Law and the Economic Process. Harvard University Press.
Warlenius, R., G. Pierce, and V. Ramasar (2015) Reversing the arrow of arrears: The concept of “ecological debt” and its value for environmental justice. Global Environmental Change. Volume 30: 21–30.