Punto de vista
Desiguales
Qué difícil es abandonar la cómoda desigualdad, cuando se ha inculcado que lo deseable es vivir en Samborondón o en el Quito Tenis, estudiar en colegios de pago, comer gourmet y andar a la última.
Por eso, cuando la desigualdad se reduce en Ecuador, se enciende una alarma para quienes pertenecen al grupo que fue y quiere seguir siendo. El botón rojo comienza a titilar para quienes la tradición les dirige a ser banquero, ejecutivo, mánager, estafador, rico y candidato. La noticia de que en Ecuador se ha reducido la pobreza se materializa, y el grupo pudiente va encontrando en sus ámbitos exclusivos a los otros ecuatorianos.
Han descubierto que los extraterrestres no vienen de otro planeta, ya estaban aquí, y se están igualando. Los que apenas eran perceptibles, por su pobreza, ahora están en todas partes: en trabajos legalmente remunerados, en la seguridad social, en los hospitales, en escuelas y colegios, en supermercados.
Alarma. Ecuador está lleno de personas de las que antes solo se tenía noticia de su existencia, y ahora resulta que van a la misma universidad, incluso algunos a las mejores del mundo, y con gastos pagados. Solo por haberlo merecido. ¿Dónde van a quedar los que podían pagárselo sin merecerlo?
Qué rabia que a la clase bien en Ecuador ya no se le mida en apellidos, sagas y dólares. Ahora a quienquiera se le mide por merecimientos. De allí la alarma. Como los incentivos e intereses de este grupo suelen ser mezquinos, el mundo solía ser igualmente mezquino. La ostentación y el uso de los bienes era un signo de poder. Esto les distinguía como clase, unidos por una suerte de engrudo roñoso.
La culpa está en llamar desigualdad a la desigualdad, con lo bien que les suena llamar exclusión, porque así la conciencia no se mortifica si se desentiende de la necesaria solidaridad, ya que la inclusión es cuestión del Gobierno. A la exclusión se le considera así una metáfora, a la que se recurre cuando se le puede utilizar como arma, porque recordarla una vez al año no hace daño.
Qué le vamos hacer. En el Ecuador de la transformación, los gustos de necesidad de la mayoría se han convertido en gustos de libertad. Ahora toca un Ecuador menos desigual para quien lo quiera ver. Solo la tremenda costumbre de cerrar los ojos y no querer ver nos puede convertir en los más absurdos ciegos. (O)