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Punto de vista

Déficit de reconocimiento

Déficit de reconocimiento
17 de mayo de 2014 - 00:00

Todas las corrientes renovadas de la Ciencia Política reconocen el voto como el principal mecanismo de expresión política de la ciudadanía, pero aseveran también que igualar democracia a elecciones es equívoco. La combinación de métodos de participación electoral con canales de diálogo y participación en las decisiones públicas son, entre otros, mecanismos fundamentales para ampliar la democracia.

Los procesos vigentes de transformación en Ecuador serían inimaginables sin las expresiones políticas y protestas en la calle que convocaron a los actores movilizados de ese entonces. Las elecciones de 2006 fueron tan solo el último impulso de expresión ciudadana que puso en el poder a Alianza PAIS, un crisol de grupos de izquierda que, cuando hacían oposición, se pronunciaban en contra de una democracia de meras mayorías electorales que desatendía las demandas minoritarias de sectores sociales como el indígena, fundamentales en la construcción de un país diferente.

La coyuntura actual que vive el país exige recordar que la participación política puede ser ejercida por varias vías complementarias a la electoral. El diálogo y la apertura de canales de participación pueden retrasar la eficacia con la que se pretende tomar las decisiones pero brindan, sin duda, resultados más atractivos como el acercamiento de posiciones de los actores en pugna, en lugar de su radicalización; el uso de vías democráticas de expresión y, sobre todo, el reconocimiento político de grupos que aunque no ganan elecciones deben tener la capacidad de contribuir en democracia. No basta con hacer políticas públicas que los beneficien, es necesario reconocer su voz en las decisiones públicas.

En mi opinión, el país padece en la actualidad de un déficit de reconocimiento político fruto de la escasez de canales de diálogo. Los actores que hoy protestan en contra del Gobierno (activistas, ecologistas, organizaciones indígenas) no lo reconocen, se equivocan al tildarlo de autoritario y de derecha, son ciegos ante los cambios gigantescos a nivel redistributivo, inversión social, superación de la pobreza, acceso a la salud, educación y vivienda y otros que han transformado al país. El Gobierno tampoco reconoce la legitimidad de los actores organizados y minorías aduciendo que no ganan elecciones y caracterizándolos, erróneamente, de infantiles, peligrosos, minúsculos, agoreros del desastre, etc.
El diálogo, uno de los canales democráticos complementarios al voto, puede abrirnos la puerta al reconocimiento mutuo, al acercamiento de las posiciones que hoy parecen opuestas y ¿por qué no?, al campo de las alianzas tan necesarias para sostener los procesos de cambio vigentes. Cerrar el camino a la expresión política de la diferencia no elimina el problema, lo agrava. Cuando las minorías o grupos organizados no encuentran mecanismos de diálogo con el poder escogen, generalmente, la vía de la violencia y radicalizan sus visiones, lo cual no resulta útil para nadie.

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