Entre los beneficiarios Hay diferentes historias de cómo utilizar correctamente la herramienta tecnológica
“Con la tablet no se puede chatear ni estar en las redes”
Visten un traje menos desteñido. Ese clásico uniforme azul-palidecido por los elementos y el tiempo hoy ha sido reemplazado por uno en mejor estado; no están sudorosos ni desaliñados como cuando arremeten contra la vendedora de mote o el comerciante callejero de gaseosas. Pero como en las mejores ‘caídas’ están por todas partes de la plaza que rodea el Palacio de Cristal.
Los guardias metropolitanos son vistos por todos con recelo, nadie se atreve ni siquiera a mostrar cansancio por la larga espera. Allá lejos, al final de una de las largas filas de jóvenes que se aprestan a recibir una tablet, justo ya sobre la calle Eloy Alfaro, Kevin Montero, opina -en voz baja- que hubiera preferido una mejor organización, que no le hubiese tocado “esperar tanto tiempo en plena vía pública”; rápidamente aclara que no se está quejando, ya que la tablet es regalada, por tanto no “debería” criticar.
Es miércoles en la mañana, el día está sombrío y la humedad aún no toma control de Guayaquil, cientos de jóvenes fueron citados por el Municipio, a las 08:00 en punto, para entregarles gratuitamente una tablet Samsung. Algunos llegaron desde las 06:00 para asegurarse un lugar privilegiado en la cola. Dos extensas filas de jóvenes recién graduados, de colegios fiscales y fiscomisionales, tienen repleto el sector de la avenida Olmedo, de la entrada al Palacio de Cristal a la calle Eloy Alfaro y por el lado del Malecón Simón Bolívar, desde el mismo punto de partida hasta la calle Villamil. Los padres, otros parientes y allegados forman hileras paralelas.
Ambos accesos al Palacio de Cristal, donde está previsto que se desarrolle el acto de entrega de las tablets, están bloqueados con barreras metálicas móviles. Esta estrategia permite que los organizadores controlen el ingreso al salón de eventos. Solo se permite el paso a los jóvenes que fueron seleccionados, a través de la página web del Municipio, y que presenten la impresión de la hoja que los acredita como ganadores de una tablet.
Algunos funcionarios con una credencial escrita en inglés, colgando del cuello, y que se lee Staff coordinan todo. Los guardias metropolitanos en silencio, con su sola presencia imponen orden. Recuerda a aquellas historias de que los padres antiguos con la sola mirada se hacían respetar.
Ya adentro, en el Palacio de Cristal, la organización es perfecta. Solo una música estridente: “... eres un bachiller digital, el mundo está en tus manos”, desentona. Ahí está también un mimo disfrazado de teléfono inteligente bailando al ritmo de la canción.
El alcalde Jaime Nebot no está para la ceremonia, que empieza 40 minutos más tarde de la hora pautada, en su reemplazo se encuentra un concejal socialcristiano reelecto. Quien se encuentra es el presidente de la Fundación Ecuador, Pedro Aguayo Cubillo, quien recuerda a los chicos -sentados en hileras numeradas- que ellos son emprendedores, que la tablet les permite estar a la vanguardia de la tecnología y que con esta ‘herramienta’ tienen “igualdad de oportunidades” con los jóvenes de educación privada.
Kevin del Pezo, recién graduado del colegio Francisco de Orellana, y uno de quienes recibe una de las tablets, está emocionado. Dice que aspira a ingresar a la universidad y que entonces utilizará la herramienta tecnológica. Él, sin embargo, no sabe que el aparato no cuenta con internet y que correrá por su cuenta contratar ese servicio fundamental para que el dispositivo cumpla todas las funciones.
Ginger Quijije, acompaña a su hijo Luiggi Burgos, la mujer comenta que sus amigas le han explicado que “la tablet no es para que los chicos chateen o pasen en las redes sociales”. Cree que si el Municipio descubre eso se las quita, pero al enterarse de que el aparato no viene con internet, y por lo tanto no podrían chatear ni acceder a las redes sociales, se queda inmóvil y pregunta: “¿no tiene internet?” y vuelve a preguntar “¿o sea que le tengo que poner yo el internet?”.
De repente, un trabajador autónomo recorre la fila ofreciendo recargas para celular con un círculo de cartón que parece paleta con la propaganda de una operadora telefónica. Si fuese una escena de televisión, parecería un mensaje subliminal, perfectamente planificado.