“En las listas de candidatos pululan los oportunistas, faranduleros, influencers, populistas decadentes, fantoches y hasta reos de la justicia”
El Rector de la Universidad Andina Simón Bolívar y ediitorialista de El Telégrafo, César Montaño, analizó la calidad de las candidaturas, las propuestas, las alianzas, la cultura política de los ecuatorianos, el cacicazgo y el populismo.
Hay 16 precandidatos para la presidencia en las próximas elecciones de 2021 y 283 organizaciones políticas. ¿Son un exceso para un país de 17 millones de habitantes?
En efecto, los datos revelan que en el país existe un preocupante fraccionamiento del sistema político y escasa credibilidad en las fuerzas políticas. Así como no es deseable el dominio de una organización política, tampoco lo es la existencia de un número excesivo que no obedezca a una tradición y representación territorial relevantes. Tengo la impresión de que el exceso de organizaciones políticas también es fruto del desconocimiento de lo que debería ser cada una de ellas.
¿Esa dispersión de postulantes afecta a la democracia o no?
Evidentemente que afecta, porque no favorece para lograr coaliciones ni acuerdos, además, debido a que lesiona la gobernabilidad. Debemos preguntarnos si tal dispersión ha favorecido a la democracia, al debate social de las ideas, al aporte para la estructuración de programas de gobierno viables, al examen de las decisiones más importantes que se adoptan, y concretamente, para resolver los problemas de las mayorías. Respecto a estas inquietudes, creo que la respuesta es obviamente negativa.
¿Qué calidad de candidatos se propone desde los partidos y movimientos políticos?
Salvo contadas excepciones de gente demócrata y reconocida, hay muchas figuras que carecen de trayectoria destacada, formación, y hasta de desempeño ético; con sorpresa nos enteramos de nombres que dejan mucho que desear. En las listas de candidatos también pululan los oportunistas, faranduleros, influencers, populistas decadentes, fantoches y hasta reos de la justicia. Son precisamente los partidos y movimientos políticos los que aupan tan vergonzosa participación. Hoy más que nunca el país necesita a los mejores para ocupar los altos cargos de autoridad.
¿Cuánto cuentan las propuestas de los candidatos a la hora de votar?
No es fácil cuantificar aquello, pero tendrán algún peso no determinante; recordemos que con frecuencia se explota la emocionalidad del votante. Hay que tener presente que la próxima campaña política será atípica, sin tarima, show ni marchas regalonas; las organizaciones políticas deben reinventarse para llegar con su mensaje, utilizando herramientas tecnológicas y redes sociales. Es posible que por estos motivos las ofertas -debidamente mejoradas-, jueguen un papel importante, aunque como sabemos, suelen utilizarse propuestas de corte populista y demagógico, que no son producto de la reflexión participativa y detenida desde las bases de la organización política. Tampoco ayuda el hecho de que la gente en general posee escasa preparación, y ahora, sobre todo, siente desesperanza, por lo que es presa fácil de cualquier personaje de verbo dulce y cierto nivel de carisma.
¿Por qué las organizaciones políticas no están dispuestas a hacer alianzas con otros? Hasta hoy solo hay tres coaliciones electorales.
Creo que los tiempos previos al nuevo proceso electoral más la pandemia con cortos, no han facilitado el encuentro, el debate y el diálogo necesarios entre representantes de las diversas tiendas políticas. Tampoco hay mucha cultura política ni práctica en este sentido, cada fuerza política defiende su visión e intereses por sobre los del país. Muchos actores políticos son incapaces de deponer interes propios, para asumir los de las grandes mayorías.
Algunos de esos postulantes para 2021 saben que no tienen opciones, pero igual intentan quitar votos a los que encabezan la intención de voto. ¿Por qué se presentan a los comicios?
Buscan consolidar un peso propio en los espacios estratégicos de la política, especialmente en la Asamblea Nacional, con lo cual reafirman su valor como representación popular, que ostenta una fracción de poder útil para negociar con ventaja en el marco del quehacer de la legislatura, cuando se trata de aprobar leyes o de fiscalizar, y respecto a los demás poderes del Estado.
Entre los candidatos están políticos sentenciados por corrupción u otros delitos. Por ejemplo, Rafael Correa; o Pablo Romero; o Abdalá Bucaram. ¿Cómo es posible que se presenten a las elecciones?
Somos testigos de que en la lucha política todo vale, recordemos que entre las estrategias del correato que mantuvo el poder por una década, estuvo meter la mano en la justicia, y arreglar las leyes a los intereses de la fuerza política en el gobierno, para garantizarse impunidad ante el latrocinio, y con el fin de perseguir a los adversarios y críticos. El hecho de que ahora se presenten a elecciones personajes como los indicados es una muestra de la inercia de esas estrategias, lo que demuestra fehacientemente que aún queda mucho trabajo para desmontarlas, por ejemplo, reformando la Constitución, el Código de la Democracia y el Código Orgánico Integral Penal.
¿Por qué los votantes pueden reelegir a candidatos corruptos?
Múltiples factores inciden en ello, así: ausencia de memoria política colectiva, lo que normaliza la impunidad y condena a repetir la historia; una pobre cultura política de los ciudadanos, lo que impide valorar críticamente y en la dimensión correcta las ofertas de los candidatos; el desconocimiento de los beneficios que puede generar la institucionalidad y la transparencia, respecto a los graves perjuicios que produce la corrupción.
Algunos dicen que la verdadera guerra no está en la elección presidencial, sino en la próxima Asamblea, que no tendrá una mayoría. ¿Usted qué dice?
La disputa se dará por ambos espacios. Pero puede darse de manera significativa en el legislativo, por lo ya indicado. El fraccionamiento del sistema político perjudicará la gobernabilidad, es más, el gobierno podría ser víctima de mayorías circunstanciales y móviles, chantajes y bloqueos, lo que le demandará activar diversas y agresivas estrategias de negociación. A mayor división del poder político en la Asamblea, se multiplican las posibilidades para la corrupción, el estancamiento de la democracia, y el freno a las grandes transformaciones que requiere el Ecuador.
La política ecuatoriana se ha construido alrededor de caciques y de líderes que se han apropiado de sus partidos. ¿Cómo analiza esto?
De nuevo la paupérrima cultura política ciudadana ayuda a explicar este problema, aunado a la falta de visión de algunos líderes que han manejado sus partidos o movimientos como hacienda propia susceptible hasta de repartir y heredar a los familiares, sin permitir que la organización política se consolide desde las bases, con renovación, pero también con procesos libres de participación y deliberación. La legislación de la materia también deja que desear respecto a este delicado tópico.
¿Por qué el populismo está instalado en este país?
Primero una aclaración, hay líderes populistas de izquierda, pero también los hay de derecha. Las democracias débiles o maltrechas que no han servido para solucionar los problemas de la gente son caldo de cultivo del populismo y de sus líderes quienes, sobre todo, manipulan la psicología popular apelando especialmente, a la desconfianza en la propia democracia y las instituciones, a la exclusión social y la inequidad en la sociedad, al desapego ciudadano a las organizaciones políticas; así mismo, dividen y crean enemigos como la prensa o ciertas autoridades como las electorales o judiciales.
En las elecciones de medio período de 2019 hubo candidatos que ganaron con el 20% de votación. ¿Esto significa que no tienen representatividad social?
Tienen la representatividad que les da el número de votos obtenidos, no más, en ese caso un quinto del total; sin embargo, esto ocurre por la dispersión política, y por el exceso de organizaciones y candidatos que no logran concretar alianzas favorables para obtener más votos. Hacerse del poder con apenas el 20% de votación implica iniciar una gestión débil y desgastante; para avanzar con el programa de gobierno, necesariamente deberá pactar con otras fuerzas políticas igual de débiles. Esta realidad también menoscaba la democracia.
¿Qué imagen puede ofrecer una Prefecta con grillete?
Una imagen como esa proyecta una señal de decadencia de la democracia y de las instituciones; la antiética como regla. Es una imagen que nos interpela como sociedad, nos cuestiona y retrata tristemente de cuerpo entero. (I)