La exsecretaria de Estado resume su gestión en el libro Decisiones difíciles
Así piensa Hillary Clinton
Lo que trascendió de ‘Decisiones Difíciles’, el más reciente libro de Hillary Clinton, fue su postura a favor de relajar el bloqueo a Cuba. Al menos eso fue lo que llegó a Latinoamérica. Pero la obra cuenta más. Básicamente son sus cuatro años al frente del Departamento de Estado en el primer periodo de Barack Obama.
Clinton asegura que aún no ha decidido ser candidata presidencial en 2016, pero leyendo su obra pareciera que sí. No hay líder mundial que no la conozca porque fue senadora, primera dama y hasta activista. No hay equivocación, ni yerro. Lo único que lamenta fue haber apoyado la guerra de George W. Bush en Irak.
El libro raya en el egocentrismo. Clinton cuenta cómo su estrategia o idea sirvieron para una negociación exitosa, cómo el presidente sigue sus consejos, su empatía con líderes mundiales. En fin, queda claro que la exprimera dama se pinta como una estadista, capaz de asumir las riendas de la Casa Blanca.
Es común en la política estadounidense editar un libro antes de ser candidato oficial. Eso permite recorrer el país en giras de promoción, estar en los titulares y hablar de todo, no como político, sino como escritor. Así lo hizo Obama con su best seller ‘La audacia de la esperanza’ en 2007.
Pero pese a estos asuntos domésticos de Estados Unidos, la obra de Clinton revela detalles del pensamiento de quien podría ser la futura presidenta de la primera potencia mundial, además del concepto que tiene la diplomacia norteamericana de Latinoamérica y sus líderes.
Lula era un presidente incómodo
Pese a las fotos y las sonrisas, Luis Inácio Lula de Silva, presidente de Brasil entre 2003 y 2010, se convirtió en un dolor de cabeza para Clinton, sobre todo por Irán. En 2009 el Departamento de Estado inició gestiones en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para imponer nuevas sanciones económicas a Teherán por su programa nuclear.
“Veía a Brasil convertido en una gran potencia mundial (...) Pero por otra parte, Lula insistía en trabajar con Turquía para llegar a un acuerdo indirecto con Irán sobre su programa nuclear, que no cumplía con los requisitos de la comunidad internacional”, se queja Clinton.
En el capítulo concerniente a Irán se queja del acuerdo que alcanzaron Lula, el primer ministro turco, Recep Tayip Erdogan, y el entonces presidente iraní, Mahmud Ahmadinejad, en mayo de 2010. “Ambos países estaban dispuestos a ejercer mayor influencia en el escenario mundial. Eran los principales ejemplos de las ‘potencias emergentes’, cuyo rápido crecimiento económico estaba despertando grandes ambiciones en torno a la influencia regional y global”, describe.
Clinton vio al acuerdo como una treta de Irán para desarticular las sanciones en la ONU. Por eso se esforzó en impedir cualquier negociación. En marzo de 2010 viajó a Brasilia, pero Lula rechazó sus argumentos.
Cuando se enteró de un viaje del brasileño a Teherán llamó al canciller de ese país, Celso Amorín. “Este proceso tiene que tener un fin. En algún momento tendrá que haber un ajuste de cuentas”, reclamó Clinton. Incluso Obama escribió una carta a Lula para que desistiera.
Brasil estaba convencido de que Irán se sentía más cómodo negociando con ellos que con Estados Unidos. El acuerdo finalmente llegó, pero Washington lo consideró insuficiente. “Creo que se sorprendieron de que su triunfo fuera recibido con semejante escepticismo”, señala la diplomática.
Estados Unidos siguió adelante con sus negociaciones y logró imponer nuevas sanciones a Irán que afectaron severamente su economía.
Referencias a Ecuador
La única referencia a Ecuador surge durante las discusiones sobre el estatus de Cuba en la OEA. “Unos cuantos países, entre ellos Venezuela, Nicaragua, Bolivia y Ecuador, calificarían más crudamente la prohibición como un ejemplo del acoso de Estados Unidos y veían aquello de traer a Cuba de regreso como una forma de darle duro a Estados Unidos y debilitar las normas democráticas de la región”. Washington temía que si La Habana ingresaba al bloque este pudiera paralizarse debido a que todas las decisiones se toman por consenso.
A Hugo Chávez lo calificó como un “magalómano dictador y más un fastidio que una verdadera amenaza, excepto para sus conciudadanos (...) se había dedicado a socavar las bases de la democracia en su propio país y en toda la región”.
Sobre la cita de la OEA Clinton describe cómo hábilmente logró una resolución en la que se permite el ingreso de Cuba siempre y cuando haga reformas democráticas. “La suspensión siguió en vigor, mientras nosotros habíamos logrado reemplazar un razonamiento obsoleto con un proceso moderno”, señala. Y agrega que “en lugar de que se aislara a Estados Unidos, como temíamos al principio, ahora Chávez y su cuadrilla eran los que se enfrentaban a una región unificada”.
WikiLeaks movilizó al Departamento de Estado
Para Clinton no fue ninguna proeza por la transparencia la filtración de la soldado Chelsea Manning. La publicación de los cables, por parte de WikiLeaks, afectó “negativamente las relaciones que nuestros diplomáticos habían construido cuidadosamente durante muchos años”.
Ante esto, el Departamento de Estado analizó cable por cable para establecer el daño. Además se identificaron fuentes en riesgo para extraerlas, si era necesario.
Clinton pasó el Día de Acción de Gracias de 2010 llamando a ministros de Relaciones Exteriores de todo el mundo para pedir disculpas. En México la relación se dañó considerablemente. El entonces presidente Felipe Calderón pidió el cambio de embajador estadounidense, revela Clinton.
Pero el más ofendido fue el primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, ridiculizado en los cables. “¿Por qué dicen esas cosas de mí?”, preguntó el europeo, quien exigió un respaldo frontal de Clinton como reparación.
En el libro no hay ninguna referencia al asilo que concedió Ecuador a Julian Assange en su embajada de Londres. “Al final el efecto diplomático de WikiLeaks fue perjudicial, pero no agobiante”, resume la exsecretaria de Estado.
“Poder inteligente”
Este concepto es el eje de la diplomacia aplicada por Clinton. Es la suma de la supremacía militar, influencia diplomática y asistencia para el desarrollo de EE.UU. “Trabajé para reorientar la política exterior estadounidense en torno a lo que llamé “poder inteligente”.
Por eso, dentro de ese plan, la Usaid cumplió un papel preponderante, por ejemplo como herramienta de contrainsurgencia en Afganistán y Pakistán.
“Para nuestro país estar presentes en casos de emergencia no es solo lo que hay que hacer, sino también un movimiento estratégico inteligente”, aclara Clinton. Ella cita que cuando fue el tsunami en el sudeste asiático en 2005, la ayuda desplegada permitió mejorar la opinión sobre Estados Unidos, lo mismo ocurrió con el terremoto de Japón de 2011.
“Siempre pensé que el debate entre la ‘ayuda por la ayuda en sí’ y la ‘ayuda con fines estratégicos’ estaba un poco fuera de lugar. Tenemos que hacer las dos cosas”, explica.
Pero cuando la Casa Blanca empezó a elaborar políticas de asistencia humanitaria “sostuve que necesitábamos trazar una clara relación entre nuestra labor de ayuda y la seguridad nacional de Estados Unidos”.