En una división profunda cayó el país durante los 10 años en que Rafael C., sentenciado a ocho años de prisión por el delito de cohecho pasivo agravado –por el caso Sobornos 2012-2016– estuvo como gobernante. Esa división poco a poco le fue restando a Ecuador credibilidad, sobre todo en tema de inversiones, pues las relaciones bilaterales también se afectaron, especialmente con Estados Unidos. Las “sabatinas” se convirtieron no solo en la vitrina donde “informaba a sus mandantes”, sino que era la herramienta desde donde insultaba y descalificaba a los medios de comunicación y, asimismo, a sus opositores. Las mujeres periodistas que lo cuestionaban también fueron su blanco. A ellas les daba un trato discriminatorio y ofensivo, incluso haciendo alusión a su aspecto físico. Un sinnúmero de hechos fueron poco a poco mermando la aceptación que tenían hacia él quienes le dieron el voto en 2006, 2008 y 2013, cuando fue reelegido para su tercer mandato. El estilo prepotente y confrontador con el que ejerció el poder y que en estos tiempos de crisis, desde Bélgica, lo sigue exteriorizando a través de las redes sociales, ha marcado el inicio del fin de una era a la cual la identificó como Socialismo del Siglo XXI. Gabriela Rosas, docente de la Universidad Internacional, cree que su influencia se mantendrá por un tiempo, tomando en cuenta que aún conserva lo que se denomina “voto cautivo”, y que -dijo- no debe soslayarse. Recordó que el exmandatario trabajó esa base social durante 10 años y en general “es un grupo que sigue esos liderazgos populistas”. Sobre esos grupos que aún lo siguen, afirmó que están poco informados y “no entienden la gravedad de que un expresidente sea sentenciado por actos de corrupción”. Rosas destacó que el exmandatario tiene un grupo político que está bregando por desconocer a las autoridades y generar un golpe de Estado de manera que se reviertan los fallos judiciales. No obstante, el periodista Christian Zurita, quien develó la trama de corrupción que motivó la indagación fiscal y la sentencia contra Rafael C., manifestó que la influencia política del expresidente disminuirá con el tiempo, y cuando su partido se diluya, porque no tiene líderes. Apuntó que históricamente eso ha pasado con otros políticos, como Alberto Dahik o Abdalá Bucaram, que tuvieron problemas judiciales y fueron muy populares en su tiempo, pero ya han sido olvidados. “Esto pasará con Correa. La sentencia significa el fin de su capacidad de accionar como político en Ecuador, pues difícilmente retornará para responder a la justicia, de modo que vivirá expatriado”, aseguró Zurita. Añadió que, en este momento, el objetivo primordial del expresidente es “salvar el pellejo”. “A ellos no les importa la crisis que estamos viviendo”, indicó Gabriel Hidalgo, docente de la Universidad de las Américas (UDLA). Con la sentencia –resaltó Hidalgo– ya no tendrá aspiraciones proselitistas. Corrupción El expresidente imprimió una política de inversión y obra pública con la supuesta consigna de favorecer a los más pobres con infraestructura, escuelas, carreteras. Pero esto significó una enorme deuda pública que ha incidido en la grave crisis a todo nivel que afronta actualmente el país. Además, la justicia ecuatoriana comprobó que empresas como Odebrecht pagaron coimas a funcionarios y ministros para conseguir contratos con sobreprecio. Estas acciones de corrupción llevaron a prisión al exvicepresidente del último período del correísmo, Jorge Glas, quien cumple una condena de cinco años. (I)