Las “negritas” no dudaron de su talento
Palos de escobas, una pelota de fútbol o de playa, una cancha de tierra o cemento, ganas y mucha imaginación son suficientes para que las “negritas” de la cooperativa Esmeraldas Chiquito salgan de la rutina y hagan deporte. Este juego para ellas es lo más cercano al béisbol que pueden practicar, aunque el término es lo de menos, ellas lo bautizan como “balonmano” y lo juegan todas las tardes en el patio de la escuela del sector.
Esta escena se remonta a un año atrás y es recordada por sus protagonistas que deciden visitar aquel sitio donde nació aquella ilusión de la mano de FANÁTICO.
Esta vez las ya consagradas softbolistas optan por jugar un minipartido, el fútbol. Sin zapatos, con un ardiente sol, se divierten bajo la mirada de algunos curiosos que las observan con “ganas” de entrar en acción. Doña Flor Tobar hace de “arquera” y el cotejo entre los dos equipos, de cuatro jugadores por grupo, arranca.
Dara Ayoví, del equipo de Briggitte Medina y Mirka Palacios, corre, salta y da patadas ante la marca de Pamela Corozo, integrante de la otra escuadra, que completan Johanna Caicedo, Dulce Quiñónez y un portero que pasaba por ahí. “Cuando veo jugando a los chicos en mi barrio se me salen las lágrimas al ver cómo comencé y darme cuenta de que he crecido”, manifiesta nostálgica Dara, de 14 años.
Ella al igual que seis de las nueve de sus compañeras, que viven en el sector de Las Malvinas, regresaron después de un año al sitio, donde de manera incómoda jugaban todas las tardes el “béisbol” a su manera. Las adolescentes que oscilan entre los 13 y 17 años, alcanzaron uno de sus sueños hace tres semanas, algo que no esperaban que se diera pronto, desde que decidieron incursionar en el mundo del sóftbol.
Ellas tuvieron la oportunidad de participar en una competencia internacional en Perú, como parte de la selección ecuatoriana de este deporte, a la que fueron integradas hace seis meses por el técnico cubano Léster Cruz.
Fue su primer torneo en el exterior, gracias a esa oportunidad conocieron un nuevo país, viajaron en avión y vieron competir a más equipos. Esto fue una recompensa al esfuerzo y dedicación que las “negritas” han tenido durante los últimos veinte meses de entrenamiento en su nueva casa: el complejo Liga del Sur.
En el campeonato, el cuadro “tricolor” quedó vicecampeón tras perder en la última carrera ante Brasil. También jugaron con Canadá y Perú. “Me gustó Lima, a pesar de que hacía mucho frío… vi buenos equipos, el rival más fuerte fue Canadá, eran unas ‘caballotas’. Espero me sigan apoyando para salir adelante, aparte mis padres están contentos porque me entretengo, en vez de estar en la casa de vaga”, comparte Carolina Santana, de 17 años, quien juega de segunda base.
Otra nueva experiencia para ellas fue viajar en avión, cuenta Briggitte Medina, una de las “negritas” como las llama el padre Enzo Ballasso, quien fue la persona que las impulsó hace casi dos años a practicar un deporte diferente. Para ella la experiencia fue “única”.
“Es emocionante regresar, hace un año no jugaba aquí (en la cancha de la escuela)... jugar sóftbol me cambió la vida. Nunca me imaginé que íbamos a viajar, allá jugamos y quedamos en segundo lugar, hicimos todo lo que pudimos… Nos falta mejorar para competir en otros lugares y aprender más. Hice amigas brasileñas y peruanas. Fue lindo”, dice, aún cansada por el partido de fútbol.
Este comentario es compartido por la “blanquita” del grupo Aylis Palacios, quien en escuetas palabras indica que se siente orgullosa por haber representado a su país en un deporte poco mediático. “Desde que nos aceptaron en la Liga del Sur no faltamos a ningún entrenamiento. Nos dan para el bus y de regreso nos llevan en un expreso a la casa”, relata la “gata”, como es conocida la jugadora de segunda base.
El talento de las softbolistas de Esmeraldas Chiquito sorprendió al principio a los entrenadores, ya que en los primeros entrenamientos solo asistían por curiosidad, pero con el tiempo de aprendizaje le cogieron amor a este deporte.
Así lo recuerda, el entrenador de la Liga del Sur, Douglas Muñoz, quien es uno de los profesores que ha seguido de cerca el crecimiento de las deportistas. “Las chicas aprendieron rápido y eso ayudó para que ellas se desarrollen. Parecía que iba a hacer difícil porque no conocían mucho del deporte, porque otros, al menos, lo han visto por televisión ESPN o FOX, pero ellas no tienen acceso por las condiciones económicas.
Todas resultaron ser talentosas, tienen chispa, muchas jugadoras son demasiado buenas, como Dara, Dulce y Pamela, quienes ya están preparadas para competir a nivel internacional”, explica el profesor.
Como todo al inicio tiene su grado de complicación, explica Douglas, tuvieron que luchar para que las chicas no se desanimaran y no desistieran de seguir entrenando. A la primera convocatoria asistieron cerca de 200 chicos, entre niños y niñas, pero poco a poco algunos se retiraron.
“También se los comenzó a ayudar para que no dejaran los estudios. El doctor (Édgar) Salazar, presidente de la Liga del Sur, no se descuida en nada, siempre está atrás de ellas si les falta algo. Hasta las acompañó a Perú para que se sientan respaldadas por la persona que las descubrió en este deporte”, indica.
Salazar es uno de los personajes clave en esta historia, ya que fue quien se percató del potencial de las adolescentes. Él aceptó la petición del padre Enzo Balasso, misionero comboniano, quien le solicitó la cancha para que las deportistas pudieran jugar al “aire libre”.
“En marzo del 2009 vino el sacerdote con la idea de que le presten un campo, porque estaban desocupados en la zona de ellos y querían practicar algún deporte, le dije que los trajera y así llegaron como unos 300 niños de Esmeraldas Chiquito. El padre quería darle alegría a los chicos, que no tenían idea de lo que era el sóftbol y nosotros escogimos a un grupo de 50 niñas por sus cualidades”, expresa.
Las chicas fueron elegidas por sus condiciones físicas. “La raza negra es de atleta”, agrega. Durante el proceso de aprendizaje ocurrió el incendio (noviembre del 2009), que arrasó con tres manzanas de la cooperativa donde residían las “negritas”.
Una de las deportistas que se vio afectada por la tragedia fue Dulce Quiñónez, quien lo perdió todo. Ella al igual que muchos de los habitantes que se quedaron sin hogar recibieron ayuda de familias que cuentan con posibilidades económicas. Al siguiente día del incendio, Dulce ya contaba con canastas de víveres y ropa para su familia.
El equipo de sóftbol de la Liga del Sur ya había competido en torneos de la Kennedy y Miraflores, y las chicas ya eran conocidas por estas familias que no dudaron en brindarles su apoyo. “Los Vanoni, los Lapentti, apellidos reconocidos”, colaboraron con la causa, recuerda el capitán Julio Buitrón, presidente de la Fundación Liga del Sur.
Además, durante su formación pudieron contar con el trabajo de los jugadores de las ligas mayores de Venezuela, John García y Rafael Flores, quienes les enseñaron técnicas. “Nosotros nos sentimos felices de que en tan poco tiempo hayan aprendido y de que en los torneos donde participaron siempre fueron protagonistas. Una jugadora normal de sóftbol debe practicar 3 años y aquí aprendieron en menos”, dice.
“… Les enseñamos cómo ponerse el guante, lanzar”, recuerda orgulloso Salazar, quien ahora se encuentra preparando la “Copa Alcalde de la Ciudad”, que se realizará del 15 al 24 de septiembre próximo. “Van a venir equipos de Aruba, de Sarmiento (Colombia), de Argentina, y todo lo mejor que tiene el sóftbol, nacional e internacional”, indica.
Ahora, el reto de las “negritas” es dejar el título en casa. Ellas entrenan de lunes a viernes, de 17:30 a 20:00, bajo la dirección del entrenador Douglas Muñoz. Algunas estudian en el colegio y otras, como Carolina Santana, de 17, ya se incorporó y aspira a continuar sus estudios de enfermería el próximo año. Ese es el deseo de “Mami Flor” como la llaman las jugadoras a una señora que ha estado pendiente de ellas durante todo este tiempo.
Flor Tobar no es madre de ninguna de las softbolistas, pero admite que las quiere como “hijas”. “Trato de ayudarlas en lo que se puede, porque nuestro sector es peligroso, las quiero mucho… El padre Enzo siempre se preocupó por los jóvenes y ahora que no lo tenemos esperamos seguir adelante en su misión, ayudándoles”.
“Hay mucha pobreza y las chicas tienen muchas necesidades, pero siempre les aconsejo que le pongan ganas que es su futuro y sigan adelante”, cuenta doña Flor, quien también viajó a Lima a apoyar a sus pequeñas.
El partido de fútbol que empezaron las “negritas” dura media hora, es que no pueden exponerse a una lesión, ahora compiten a nivel profesional. “Mis padres están felices; ellos no esperaban que un talento salga de aquí (Esmeraldas Chiquito) estaba escondida”, afirma Dara, mientras recoge sus cosas y se retira a su hogar junto con sus compañeras.