Los estereotipos restan poder a los abuelos
Las sociedades en general suelen pensar a la vejez como una crisis, conflicto o problema. Existe un cierto rechazo hacia los viejos y una amplia aceptación de sentimientos y creencias negativas asociadas a esta etapa de la vida.
Llama la atención que estos mismos sentimientos también se manifiestan en las propias personas mayores que rechazan su edad y condición. Es común escuchar a ancianos de 80 años decir: “allá los viejos, yo no me junto con ellos; o vieja tu abuela”. Mientras el otro tenga más edad, así sea por día, ese es el viejo.
Esta percepción negativa que se expresa tanto de forma individual como colectiva hacia la vejez, de reducirla únicamente a un estado de deterioro sin tomar en cuenta las enormes potencialidades, se sustenta en lo que los especialistas denominan “el viejismo”.
De acuerdo al doctor en Psicología de la edad mediana y vejez, Ricardo Iacub, el “viejismo” se define como una alteración en los sentimientos, creencias o comportamientos en respuesta a la edad cronológica percibida de un individuo o grupo de personas, donde los atributos de las personas son ignorados y los individuos son etiquetados de acuerdo con estereotipos negativos basados en la afiliación grupal.
Resulta contradictorio, por ejemplo, “que el hecho de que un pequeño porcentaje de personas mayores sea frágil y dependiente es tomado como un atributo general de volverse viejo”.
A pesar de que la mayoría de las personas adultas mayores no son frágiles, es esta condición la que prima como característica de la vejez.
Otra forma de ver la vejez y que es alimentada desde ciertos medios de comunicación es pensar que los asilos son la alternativa o el único fin para los viejos, ignorando la infinidad de formas de vivir y disfrutar de esta etapa de la vida. En Ecuador se estima que menos del 1 por ciento de la población adulta mayor vive en asilos.
Los prejuicios y estereotipos, a pesar de no tener sustento científico, promueven una pérdida o redefinición de roles sociales que resultan de estatus disminuidos y de una decreciente participación social. Así los adultos mayores empiezan a ser invisibilizados y, lo más grave, a perder su poder de decisión sobre su vida y sus pertenencias.
El “desempoderamiento en la vejez”, señala Iacub, aparece como una respuesta ante una serie de prejuicios y estereotipos que llevan a que la persona tenga una expectativa de dependencia, sin capacidad de encontrar salidas, pérdida de autoestima y de propósito vital.
“Los mayores niveles de desempoderamiento ocurren en el abuso físico, psíquico o económico que realizan quienes generalmente se otorgan mayor poder”.
Lamentablemente, en la mayoría de los casos, los mismos familiares de las personas adultas mayores son quienes cometen estos maltratos.
¿Es la vejez una enfermedad?
Uno de los prejuicios más habituales constituye el asociar a la vejez con la enfermedad y reducir la vida de las personas adultas mayores a un problema médico.
Desde el siglo XIX la medicina y la psicología han concebido el hecho de envejecer como una triste letanía de enfermedades físicas y psicológicas, advierte en su libro ‘El poder en la vejez’, el especialista argentino, Ricardo Iacub.
Hasta la década de 1960, la mayoría de los reportes médicos, psicológicos, psiquiátricos y de los asistentes sociales se basaban en la experiencia con personas enfermas e institucionalizadas, que correspondían a menos del 5 por ciento de la población de adultos mayores de los países desarrollados.
Posteriormente se cambia de perspectiva y se comienza a prestar atención al potencial de salud que existe entre los adultos mayores. Y esta nueva consideración se ha vuelto clave para entender la nueva dinámica de las personas mayores.
Iacub destaca, en este sentido, que es importante tomar en cuenta la salud funcional de las personas adultas mayores.
La Organización Mundial de la Salud (OMS), al respecto señala que para comprender esta noción se debe entender que una persona puede estar funcionalmente sana a pesar de padecer enfermedades crónicas, pero que no inhiben el desarrollo de las actividades de la vida diaria.
La Organización Panamericana de la Salud (OPS), por su parte, no define el estado de salud de las personas adultas mayores en términos de déficit sino de mantenimiento de la capacidad funcional. Desde esta perspectiva, un adulto mayor sano es aquel capaz de enfrentar el proceso de cambio a un nivel adecuado de adaptabilidad funcional y satisfacción personal.
Otros prejuicios muy comunes relacionados a la vejez, además de la enfermedad, son la dependencia, el mal carácter, la soledad y depresión. Sin embargo, cuando se analiza cada uno de ellos, se determina que los adultos mayores siguen aportando a la economía de sus familias. Un gran porcentaje de ellos trabaja en el sector informal sin contar con seguro social o de salud.
De igual manera, la soledad está presente en todas las etapas de la vida, pero en la vejez es más visible justamente por la marginación que sufren las personas mayores y los casos de abandono, de parte de los mismos familiares.
Esta situación, además, conduce a cuadros de maltrato hacia los adultos mayores.
En lo relacionado al mal carácter, esta condición no es propia de la vejez, sino, se expresa a lo largo de la vida, de acuerdo a cómo es cada una de las personas.
Es decir, si alguien en su niñez tuvo mal carácter, igual será en su juventud y cuando llegue a la vejez. Posiblemente, se agudice por cuestiones de soledad. (I)
El empoderamiento de los viejos como un cambio en las relaciones sociales
El empoderamiento de las personas adultas mayores de todo el planeta apunta a ser la alternativa para crear un nuevo paradigma sobre el envejecimiento y la vejez. Y esta tarea se logrará en la medida en que los adultos mayores tengan la capacidad de organización y liderazgo para salir de su situación de desempoderamiento.
Actualmente los adultos mayores se encuentran en una situación de exclusión, marginación. Son invisibles ante la sociedad.
El término “empoderamiento” cobró resonancia para describir un proceso de cambio político originado por diversos grupos sociales que reclamaban un mayor espacio de decisiones y reconocimiento social.
Ricardo Iacub, en su libro ‘El poder de la vejez’, destaca que este reclamo se extendió a diversos grupos a los cuales se aminoró socialmente, como las mujeres, los negros y como ocurre hoy con las personas adultas mayores.
El objetivo de este reclamo fue eliminar las representaciones negativas que les limitaban el concepto de sí mismos y la autoestima de las personas, así como los niveles de autonomía.
“Si consideramos el ejemplo de las mujeres, podemos advertir que hace apenas seis décadas no podían votar ni ser elegidas, muy pocas ingresaban a la universidad y menos aún podían desempeñar tareas importantes en diversos ámbitos. La situación actual ha cambiado tanto que nos resulta difícil comprender cómo pudo ser de esa manera y, a su vez, cómo el empoderamiento de las mujeres pudo mostrar el potencial que tienen.
La situación de la vejez, con relación a los usos del poder, ha sido diferente a lo largo de la historia occidental. Han existido momentos de alta valoración, menciona Iacub, incluso de gerontocracias y etapas de crítica, denigración y negación. Estas variaciones dependen de culturas, momentos históricos, recambios de poder, tipos de economías.
Actualmente, existen valoraciones múltiples. Pese a ser la representación de la vejez negativa y relacionada al deterioro, empieza también a mirarse como un potencial, como una etapa vital y de realizaciones.
Iacub insiste en que el empoderamiento de los adultos mayores es la clave para alcanzar una sociedad más inclusiva, al tiempo que es uno de los factores que determinan la importancia del discurso gerontológico actual y de todo un profundo cambio en los modos de pensar y abordar esta etapa vital.(I)
Datos
Si cada vez vivimos más años, debemos pretender vivir mejor, en óptimas condiciones bio-psico-sociales. Para ello es necesario tomar una serie de recaudos y cuidados en la salud, además de prevenir las enfermedades relacionadas con estilos de vida poco saludables.
Los estilos de vida pueden entenderse como la forma general de vivir de una persona; así, un estilo saludable comprende distintas condiciones de la vida cotidiana, como sentirse bien con uno mismo y con los demás, buenas condiciones socio-económicas, oportunidades de recreación.
El envejecimiento es un proceso que dura toda nuestra vida. Constituye un fenómeno que hace referencia a los cambios que se producen a través del ciclo de la vida de las personas, los cuales, se encuentran condicionados por el entorno social, económico y cultural en el que viven.
La vejez es, en este sentido, una construcción social, en tanto que cada sociedad le asigna un lugar, le atribuye particularidades en sus representaciones y le brinda o niega espacios sociales.
Entendemos que la buena calidad de vida es posible en las personas mayores y que las probabilidades de envejecer saludablemente aumentan, si existe una adecuada interacción entre las características individuales y socioculturales de los sujetos.
Cada individuo vive su propia vejez de acuerdo a cómo ha vivido a lo largo de su vida. A partir de ello, consideramos relevante tener en cuenta las profundas transformaciones sociales de las últimas décadas para pensar y repensar en nuevas estrategias que apunten a mejorar la calidad de vida.