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Estados del ser humano

El miedo está presente durante toda la vida

El miedo está presente durante toda la vida
30 de mayo de 2015 - 00:00

Las características de la crisis de la mitad de la vida pueden sintetizarse en el miedo a la muerte, a las enfermedades y a la vejez.

Asimismo, la mitad de la vida incluye estados de profunda depresión y antitéticamente de euforia, fantasías de disminución de la potencia sexual en el hombre y de anticipo de la menopausia en la mujer; sensaciones de miedo indiscriminado acompañadas por temores a la soledad; preocupación excesiva por el cuidado físico, arrugas, canas, caída del cabello, etc.

De igual manera, competencia y rivalidad con los hijos; temores hipocondríacos acerca del propio cuerpo; la sensación de necesitar comprobar los rendimientos del esfuerzo físico con otros; frecuentes crisis de la pareja, las que no encaminadas claramente, deciden muchas separaciones; la aparición de nuevos intereses y necesidades; la irrupción del deseo de realizar una nueva organización de todas las cosas; el afloramiento de deseos infantiles que habían permanecido reprimidos por mucho tiempo y que en este momento serían realizables tales como viajes, nuevas empresas, una revalorización de cada momento vivido.

Básicamente hay dos estados típicos para expresar la crisis: maniaco, el uno; depresivo, el otro. El estado de manía se apoya en el mecanismo psíquico de la negación: el sujeto niega lo que le pasa, niega el paso del tiempo, niega el avance de la edad.

Por esto es frecuente observar los supuestos botes salvavidas a que se aferran estas personalidades: Un nuevo hijo a los 40 después de haber criado dos o tres más sustentado por la fantasía inconsciente de que ese nuevo hijo le devolvería la juventud perdida; o por ejemplo, el caso de la ruptura de una pareja para iniciar una relación con otra persona sensiblemente menor, para intentar demostrarse que “todo sigue igual” o que “está todo bien”, en relación a cómo eran antes las cosas. Y así no habrá salida.

El segundo de estos estados, el depresivo impone al sujeto una sensación de abatimiento total, de encierro, de desesperación, de sin sentido. Aquí se potencia el pasado, se lo idealiza y se anhela un retorno al mismo. Son sensaciones de tristeza profunda y de abandono.

Si un estado depresivo así está apoyado sobre una personalidad similar, es posible que el sujeto quede encerrado en una depresión y no avance en la resolución de su crisis. Si esto no es así, esta etapa depresiva, siempre que implique los duelos propios de esta edad, conduce al cruce del umbral y el sujeto redistribuye su energía para la vida aceptando la muerte, porque el intento de resolución maníaca de la crisis buscaría tachar la muerte en un esfuerzo por potenciar la vida; y en la expresión depresiva de la misma el sujeto buscaría tachar la vida para potenciar la muerte dentro suyo.

El único camino pasa, inevitablemente, una vez más por la unión de estos supuestos opuestos. www.fundaciontravesia.org.ar

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