La reducción de la tasa de natalidad y el incremento de la esperanza de vida influyen en el envejecimiento de la población
Ecuador dejaría de ser un ‘país joven’ en 2050
Aquel cliché de que el presente y el futuro son de los jóvenes, para 2050 -con seguridad- perderá su trascendencia. Para ese año, Ecuador tendrá una población de 23,4 millones de habitantes, según las proyecciones del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) y, al igual que en el resto del mundo, sucederá un fenómeno dramático: por primera vez las personas mayores de 60 años serán mayoría frente a la población infantil.
Para entonces, en todo el mundo habrá 2.000 millones de adultos mayores y, según las estadísticas de las Naciones Unidas, un 25% de esa población vivirá en Latinoamérica, con mayor presencia de mujeres.
Esa explosión demográfica -de la cual nuestro país será parte- hace necesario replantearse el lugar que ocupan los adultos mayores en la sociedad contemporánea. Esta es una preocupación que no debe involucrar solo a los interesados, sino también a los futuros viejos, ya que los adelantos científicos y tecnológicos han posibilitado que la población viva más, pero no necesariamente mejor.
Para la sociedad y el Estado, a nivel individual y colectivo, los desafíos son muchos: promover la creación de políticas públicas, generar una participación real y efectiva de los adultos mayores, modificar la representación social de la vejez y poner en evidencia las diferentes formas de envejecer, así como las fortalezas que posee este grupo; desterrar los prejuicios; contribuir a que sus decisiones sean con conocimiento y construir las condiciones para una sociedad diversa.
1’341.664 adultos mayores
En Ecuador, las cifras difundidas por el INEC corroboran el envejecimiento de la población. El dato más reciente señala que las personas mayores de 60 años suman 1’341.664. Esta cifra se ha incrementado si se compara con 2011, cuando eran 1’229.089 personas, localizadas principalmente en Sierra y Costa.
De acuerdo a la misma fuente, para 2030 el país no garantizará el reemplazo generacional debido a que las mujeres en edad fértil tendrán menos de dos hijos, es decir, la población envejecerá aún más. Las provincias con mayor tasa de fecundidad son Morona Santiago, Napo, Zamora Chinchipe, Orellana y Pastaza. Mientras que las de menor tasa son: Pichincha, Tungurahua, Galápagos, Azuay y Carchi.
Otro aspecto importante es la esperanza de vida de la población: en 2010 el promedio de edad fue de 75 años y para 2050 se estima que subirá a 80,5 años.
Para las mujeres, el promedio de edad será de 83,5 años y para los hombres de 77,6 años. De acuerdo a las proyecciones, en 2020 Ecuador tendrá 17,5 millones de habitantes, en 2030 la cifra crecerá a 19,8 millones y en 2040 a 21,8 millones.
Desafíos para la humanidad
La Organización Mundial de la Salud y las Naciones Unidas consideran al envejecimiento poblacional -junto con el calentamiento global- uno de los grandes desafíos que enfrentará la humanidad en el siglo XXI.
En algunos países el proceso comenzó hace más de 200 años y han tenido tiempo para adaptarse. En cambio, en los países en vías de desarrollo -algunos ubicados en Latinoamérica- el ritmo de envejecimiento de la población también se ha acelerado y se atiende con menos recursos económicos.
Ante esa realidad es imprescindible preguntarse: ¿El Estado está en capacidad de responder a la demanda de servicios y profesionales especializados para los adultos mayores? ¿Existe un entorno positivo y espacios de participación que permitan un envejecimiento activo, digno y saludable? ¿Se ha superado la mirada asistencialista a los grupos vulnerables por acciones efectivas como sujetos de derechos?
La Agenda de Igualdad para los Adultos Mayores 2012-2013, elaborada por el Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES), ratifica la transición demográfica de Ecuador. Si en 2010 los adultos mayores representaban el 7% de la población total, para 2050 significarán el 18%. De ahí que se considere al envejecimiento como uno de los fenómenos de mayor impacto en la humanidad, el cual ocasionará un aumento de personas de 65 y más años de edad y de los índices de enfermedades.
LOS ‘VIEJOS CASCARRABIAS’
Los mitos y estereotipos que existen sobre el envejecimiento y la vejez se aprenden desde la infancia, se transmiten y fortalecen durante el proceso de socialización. Si dentro de la familia existe un comportamiento negativo hacia los adultos mayores, lo más seguro es que los demás asuman que es normal. Un ejemplo cotidiano es cuando el bus o taxi no se detiene para recoger a un adulto mayor o niño porque pagan medio pasaje.Los estereotipos son negativos porque deforman la realidad e implantan la costumbre de juzgar sin conocer. Uno de ellos es el ‘viejo mal carácter’. No existe un estudio que demuestre que ser gruñón, cascarrabias o iracundo esté asociado a la edad del ser humano. ¿Acaso nunca se ha encontrado con niños o jóvenes con un genio de correr?
Existen personas que a lo largo de su vida han tenido mal carácter, como parte de su personalidad y así se mantienen y refuerzan con el paso del tiempo. Si de niño y joven una persona es alegre y solidaria, en la vejez actuará igual.
La presencia de una enfermedad puede exacerbar determinados comportamientos, como por ejemplo la ansiedad, pero no marca el carácter de una persona.Debemos entender cuáles son los mitos más frecuentes de nuestra sociedad para reconceptualizar lo que pensamos, decimos y hacemos. Depende de cada persona crear un entorno positivo para los adultos mayores.
Quien aún es joven, no puede esperar a cumplir 60 años para comprender su realidad.
Según el informe, con los últimos estudios demográficos a escala nacional, en las próximas décadas la pirámide poblacional perderá su forma triangular (con jóvenes en la base) para adquirir un perfil rectangular abultado en la cúspide, propio de las sociedades envejecidas.
Un entorno adverso
De acuerdo a los resultados del Censo de Población y Vivienda 2010, las condiciones socioeconómicas en las que viven los adultos mayores no son las mejores. Se estima que 537.421 personas (57,4%) están en condiciones de pobreza y extrema pobreza. En el área rural, la condición de pobreza es significativamente mayor con respecto a la urbana: 8 de cada 10 adultos mayores padecen pobreza y extrema pobreza.
La causa de esta situación se resume en las pocas alternativas que tienen los adultos mayores para generar ingresos económicos, debido a que, por su edad, no pueden incorporarse fácilmente al ámbito laboral. Según la Encuesta Nacional de Empleo, Desempleo y Subempleo (Enemdu), únicamente el 13,6% de los adultos mayores tiene un empleo adecuado a su edad y sexo.
Si en lo económico su realidad es adversa, en lo social y afectivo el panorama tampoco es alentador. Con respecto al total de adultos mayores que viven solos, la Encuesta de Salud, Bienestar del Adulto Mayor (SABE) 2009- 2010 revela que 132.365 ancianos viven en esa condición. De este total, 41.000 lo hacen en condiciones malas e indigentes, lo que evidencia la poca responsabilidad de la familia hacia ellos, considerados ‘poco útiles’ y los abandonan a su suerte.
La Agenda de Igualdad para Adultos Mayores también pone en evidencia lo sucedido con la crisis económica de 1999-2000 y el consecuente éxodo masivo de adultos jóvenes fuera del país o hacia otras regiones. La consecuencia: los abuelos que asumieron el cuidado de sus nietos se incrementó del 4% al 6% entre 2001 y 2010.
Sin educación ni seguro social
En lo educativo, el Censo de 2010 señala que los adultos mayores en Ecuador tienen un modesto nivel: solo el 13% de los hombres y el 11% de las mujeres completaron la secundaria. El 54,9% concluyó el ciclo primario y básico.
Sobre las ocupaciones, el 82,9% de ellos se dedica a tareas manuales con alguna o ninguna calificación, ya que su nivel educativo es bajo y las categorías de ‘profesionales y técnicos’, ‘personal administrativo’ y ‘directores y funcionarios públicos superiores’ solo representan, en conjunto, el 6,7% de la población ocupada de 65 años y más.
El 75% de la población mayor a 65 años no cuenta con afiliación a un seguro de salud privado, y solo el 23% de la población con 60 años o más está afiliado al Seguro Social, según el INEC.
Cabe mencionar que el MIES, a través del Bono de Desarrollo Humano, intenta suplir este vacío con la entrega de 50 dólares mensuales a quienes tienen más de 60 años y que no cuenten con ningún tipo de seguro. En ese grupo vulnerable están más de 700 mil personas.
Sujetos de derechos
Con la aprobación de la Constitución en 2008 se impulsaron varios programas para los adultos mayores. La mirada asistencialista que durante décadas mantuvo el Estado ha cambiado por la construcción de una política que promueve el cumplimiento de sus derechos y que les garantiza igualdad, dignidad e integración al desarrollo social, económico, político y cultural.
Sin embargo, en Ecuador persiste un entorno negativo hacia el proceso de envejecimiento. Los adultos mayores están invisibilizados -tanto en lo público como en lo privado- y a diario sufren la exclusión y discriminación en distintos ámbitos.
Según la encuesta SABE 2010, 132.365 ancianos viven solos, es decir, fueron abandonados.
Igual importancia que el cumplimiento de sus derechos es la construcción de un entorno positivo. Es decir, los adultos mayores necesitan espacios que promuevan su participación y un envejecimiento activo y saludable. Además, es imprescindible un trabajo conjunto entre todos los estamentos del Estado con proyectos orientados a la creación de otros servicios de salud especializados, al igual que la formación de nuevos profesionales dedicados a las ciencias del envejecimiento, entre otros.
Eso motiva otro compromiso urgente: ¿Cómo hacer que el Buen Vivir, garantizado en la Constitución, se convierta en una realidad para los adultos mayores? ¿Qué acciones deben emprender los actores públicos y privados, las universidades, la ciudadanía, la familia, para mejorar la calidad de vida de quienes superan los 60 años?
Hay desafíos latentes, y si existen certezas en la vida, una de ellas es que todos envejecemos.
DATOS
Absolutamente todos los seres humanos envejecen inexorablemente desde el momento de nuestra concepción y, por ello, las políticas públicas para este segmento de la población merecen atención.
Según datos del INEC de 2010, las provincias de Pichincha y Guayas son las que tienen mayor población anciana, superando los 90.000 habitantes.
Los derechos de las personas adultas mayores, a nivel internacional, están reconocidos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, donde se proclama “el derecho de toda persona a un nivel de vida digno y la garantía de seguridad para la vejez”.
La Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre establece que, en caso de edad avanzada, las personas tienen derecho a la seguridad social para mantener un nivel de vida adecuado.
El artículo 30 de dicha declaración establece la obligación de los hijos de asistirlos, alimentarlos y ampararlos cuando lo necesiten.
En el ámbito nacional, el MIES es el ente rector de las políticas sociales y dispone la inversión social para el fortalecimiento de las habilidades y capacidades del capital humano, así como en la protección y cuidado de las personas adultas mayores.
En lo referente a la discapacidad en la población adulta mayor, el 19% de las mujeres y el 13% de los hombres sufren de discapacidad, según el INEC.
El mismo informe reveló que el ingreso que perciben las personas adultas mayores que trabajan es de 300 dólares mensuales, en promedio, mientras que las mujeres reciben 210 dólares.