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No se pueden diseñar políticas públicas sin tomar en cuenta la individualidad de cada persona

Cuando mayor es la edad, mayor también es la diversidad

Cada persona vive su vejez de diferente manera, de acuerdo a su entorno, cultura y experiencia de vida. Foto: Fernando Sandoval
Cada persona vive su vejez de diferente manera, de acuerdo a su entorno, cultura y experiencia de vida. Foto: Fernando Sandoval
13 de septiembre de 2014 - 00:00 - Silvio Aristizábal G.

Se cataloga a las personas mayores como si formaran parte de un colectivo homogéneo. Sin embargo, todos sabemos que hay muchas diferencias entre una persona de 65 años, una de 75 y otra de 90.

A estas diferencias generacionales se agregan otras, tal vez, más importantes, como aquellas derivadas del género, la clase social y la etnicidad. Por estas razones algunos autores plantean que en lugar de vejez deberíamos hablar de vejeces con el propósito de hacer más evidente la diversidad entre las personas viejas.

La categoría vejez incluye a gente muy diversa cuya principal característica común es la edad, es decir, el número de años cumplidos. En las sociedades industriales esta clasificación está relacionada con una visión lineal de la vida asociada al trabajo productivo de las personas.

En esta perspectiva se supone que el ser humano desde su nacimiento hasta la muerte pasa por diferentes etapas: la preparación o aprendizaje, la inserción en el mundo laboral para desarrollar el ciclo productivo y, al final, el retiro o la jubilación. En algunos países esta última etapa se da a partir de los 60 años, en otros a los 65. Con base en este criterio se determina que en el momento del retiro se produce la entrada a la vejez.

Los estudiosos del envejecimiento y la vejez coinciden cada vez más en señalar que la edad por sí misma no constituye un criterio definitivo para determinar cuán vieja es una persona. Como afirman Khel y Fernández, la vejez es una construcción social. Al respecto, escribe Elisa Dulcey-Ruiz: Las definiciones de vejez y de lo que se entiende por ‘haber vivido mucho tiempo’ dependen del contexto y del grupo poblacional al cual se refieran, incluyendo aspectos como las condiciones y los estilos de vida y la esperanza promedio de vida al nacer…

Al igual que en la juventud, no existen factores exclusivos de esta edad que las personas con más años también los realicen como, por ejemplo, divertirse.

Es imposible saber qué significan la vejez y ser persona vieja, a menos que comprendamos que la vejez es parte del transcurso total de la vida humana, en el que influyen condiciones físicas, sociales, culturales, económicas, políticas e históricas en las cuales se vive, tanto como relaciones, cambios, transiciones y experiencias que lo van conformando desde el nacimiento hasta la muerte (Envejecimiento y Vejez categorías conceptuales. Bogotá: Red Latinoamericana de Gerontología y Fundación Cepsiger para el Desarrollo Humano, 2013, pp. 176-177).

Obviamente que la edad cuenta. El concepto de cohorte ayuda a entender estas diferencias. Con él se alude a grupos de individuos que crecen y se socializan en un contexto caracterizado por creencias, actitudes, habilidades y rasgos de personalidad específicos, que tienen una cierta permanencia en el tiempo y permiten distinguir a una generación de otras.

Así, por ejemplo, en la actualidad, como efecto de la propagación de la tecnología digital, se hace referencia a la generación de “nativos digitales”, jóvenes que han nacido y crecido con la tecnología y se diferencian de sus mayores, catalogados como generación de “inmigrantes”.

Para Khel y Fernández, otros factores de diferenciación son el género, la clase social y la etnicidad. La categoría de género permite apreciar las diferencias claras que se presentan en el transcurso vital de hombres y mujeres. La mayor longevidad de las mujeres es por sí misma una muestra evidente de las diferencias entre el envejecimiento masculino y femenino.

La discriminación de las mujeres a lo largo de los siglos, y en las distintas sociedades, se refleja en las probabilidades de que experimentan por más tiempo la dependencia, la exclusión social y la soledad. Esto lleva a concluir que las diferencias de género se traducen en mayores desigualdades entre hombres y mujeres.

La clase social como factor diferenciador tiene una incidencia mayor en los llamados países en desarrollo. La inequidad existente en nuestras sociedades en cuanto a los ingresos se traduce en falta de oportunidades para acceder a los servicios más elementales. Inequidad que -es preciso reiterarlo- afecta de manera especial a las personas más viejas y, entre estas, con mayor incidencia en las mujeres.

La etnicidad es igualmente otro factor de diferenciación que se acentúa en la vejez. Esto significa que la vejez para quienes pertenecen a una comunidad étnica aumenta las probabilidades de marginación, discriminación y pobreza.

Podrían señalarse muchos otros factores de diferenciación (religiosos, sicológicos, biológicos), los cuales no son exclusivos de la vejez, pero, según los investigadores, se intensifican al final del transcurso de la vida. El hecho a subrayar, siguiendo al sociólogo Lalive d’Epinay, es que “resulta más acertado aludir a vejeces, para connotar las múltiples formas de ser persona vieja. Por lo tanto, en estricto sentido, hay tantos modos de vivir la vejez como seres humanos existen”.

DATOS

En 1950 la esperanza de vida al nacer en América Latina y el Caribe, según datos de la Cepal, era de 51 años y hasta 2010 aumentó a 75 años.

En Latinoamérica y el Caribe, uno de cada cuatro hogares incluye un adulto mayor. Por ello, en 2012 la Cepal promovió la adopción de la Carta de San José sobre los derechos humanos de este sector poblacional.

La Cepal demanda que los Estados de la región generen acciones a los mayores de 60 años, como pensiones contributivas y no contributivas, servicios especializados de salud, entre otros.  

El 2030, la población de más de 60 años en América Latina y el Caribe se duplicará respecto a 2010, mientras hasta 2050 representará la cuarta parte del total, ante lo cual urgió a los gobiernos del área a hacer frente a ese fenómeno de envejecimiento con políticas públicas basadas en un enfoque de sus derechos.

Cifras de la Cepal indican que en 1990 había en América Latina -incluido México- y el Caribe 32,51 millones de adultos mayores, apenas el 7,3% de la población total. Hasta 2010 aumentó a 9,8% global.

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Ni al interior de las mismas organizaciones de lesbianas, gays, bisexuales, transgénero e intersexuales hay investigaciones, cifras o programas específicos sobre este colectivo, por eso no forman parte de los discursos y tampoco del imaginario social. Su vejez está condicionada a los recursos económicos de los que dispongan, a la posibilidad de una pareja, a familiares cercanos o a la soledad.

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