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El Telégrafo
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“Quiero llegar el Everest en mi madurez deportiva”

Karl Egloff, montañista de velocidad.
Karl Egloff, montañista de velocidad.
Foto: cortesía
07 de junio de 2017 - 00:00 - Redacción Fanático

De regreso al país, tras imponer una nueva marca mundial en el Elbrús, el pico más alto de Europa, y ganar el Ursa Trail de Metsovo en Grecia, el ecuatoriano Karl Egloff (36 años) planifica lo que será su actividad en la segunda mitad de 2017, donde su misión más ambiciosa es dejar un nuevo crono en el nevado Ojos del Salado, de Chile (6.893 metros de altura), acompañado del compatriota Nicolás Miranda.

Dentro de su andar inmediato también constan varias competencias, como la segunda válida del torneo de aventura El Reto Salud (17 de junio), que le servirán para consolidar en 2021 su desafío máximo: la conquista del Everest.

¿Cómo se siente cuando el esfuerzo que se hace tiene el resultado anhelado?

Por más que uno se haya preparado de la mejor manera, siempre se verán los peros: ¿será que la comida me hace bien?, ¿será que el clima está bien? Pero piensas que tienes la oportunidad para la cual te preparaste y te dices: ‘Voy a dejarlo todo’. Una vez que conseguí el récord me boté al piso y, más allá de la primera lágrima, sentí mucho alivio; es similar a cuando estás sediento y te tragas toda el agua del vaso.

Pero la tranquilidad total solo vendrá cuando termine el proyecto ‘Siete cumbres’, que consiste en dejar los récords de velocidad en cada uno de los picos más elevados del planeta...

Las cosas están a medio camino. Sí se logró un récord mundial y es importante para el currículum, para el país, pero el objetivo grande es el Everest, y allá vamos. Concretar esta nueva marca está bien, porque entre más te acerques a la meta del proyecto, más cerca estarás de conseguir tu propósito.

El Everest, que lo calcula subir dentro de 4 años, sería la conclusión de ‘Siete cumbres’. ¿Por qué es importante dejarlo al final?

Porque es el proyecto más caro, el más mediático y el más desafiante. Si es que lo adelanto, significa que no llegaré en toda mi madurez. Si yo hago el Everest antes de culminar con los otros 6, tal vez a la gente ya ni le interese ver la culminación del proyecto. Además, todo este tiempo me dará la posibilidad de mejorar como atleta, porque no solo es un tema físico, sino de mucha estabilidad mental, y eso no se gana de un día para el otro.

¿Cuál es el cronograma?

En 2018, el Denali, que lo intentaría en junio. En 2019 el Carstensz Pyramid, una excursión muy cara porque es muy lejos; y si se puede, el mismo año el Macizo Vinson en la Antártida, si no iría en 2020. Y el Everest en 2021, con lo que me retiraría de la actividad.

¿Cambiará algo de su preparación antes de ir al Everest?

Que planifique el récord en el Everest dentro de 4 años no significa que no vaya antes, quiero subirlo una y otra vez; incluso ya pedí trabajo en una agencia para mantenerme cerca, así sea que me den empleo de cocinero, la idea es conocer la montaña. Mi anhelo es dedicarme un año entero exclusivamente a entrenar.

¿Y su plan en las 7 cimas más altas de Sudamérica?

También está en el proceso de llegar al Everest; existe una cuenta pendiente con el queridísimo Chimborazo y en diciembre de este año intentaríamos en el Ojos del Salado, en Chile; tenemos una propuesta con Nicolás Miranda de hacer la pared sur en velocidad.

Ahora que ha conseguido los récords mundiales en el Kilimanjaro, el Aconcagua y el Elbrús, ¿se le abren más puertas en lo que a auspicios se refiere?

Pese a tener varias aproximaciones, nunca he contado con el apoyo del Estado, pero estar en el Team Movistar, que es la ayuda más grande que tengo, me permite consolidar mi emprendimiento.

¿Qué gustos se ha dado ahora que debe subir de peso y recuperarse?

Me tomé una cola negra, cosa que no hice en casi 4 semanas, y en casa cocinamos llapingachos, con huevo frito y carne asada. Para mí son ‘lujitos’ comer papas fritas, cachitos, cualquier cosita.

Ahora que es papá, ¿es un estímulo para dedicarse a una disciplina de alto riesgo?

Es una motivación enorme, en los momentos más difíciles de mi trayecto por el Elbrús pensé en mi hijo Julián (9 meses); a él no le puedo fallar. Ahora que soy padre no me veo más conservador en mis retos deportivos, pero sí soy más planificador. (I)

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