Alexandra Escobar afronta su último ciclo olímpico
La pesista Alexandra Escobar quedó viuda hace dos años. Su esposo Darío Javier García falleció repentinamente a causa de un paro cardíaco. Ella estaba embarazada. Fue un golpe muy fuerte, pero no el único.
Unos meses después perdió a los trillizos que esperaba. Ese peso que carga en su alma y en su corazón es superior a los más de 200 kilogramos que levanta a diario durante los entrenamientos y las competencias oficiales.
Esos dos episodios trágicos en su vida no la debilitaron emocionalmente y se convirtieron en su mayor fortaleza para afrontar su quinto ciclo olímpico.
Escobar, de 38 años, lidera la selección nacional de halterofilia que interviene desde este viernes 10 de mayo en el Campeonato Sudamericano, Iberoamericano y Open Senior que entrega puntos para el ranking rumbo a los Juegos Olímpicos del año 2020.
El certamen se realiza en Palmira (Colombia). En ese mismo país, pero en 2017, consiguió su medalla de oro número 15 en Juegos Bolivarianos.
Su participación en este certamen, así como en otros, se lo dedicó a Darío, el amor de su vida. “Por él sigo en este deporte. Antes de su muerte yo había decidido retirarme para dedicarme a mi familia, pero él me insistió en que aún debía seguirle dando alegrías al país y que debía estar en Tokio 2020. Por eso, cuando falleció, resolví complacerlo”, le contó a EL TELÉGRAFO.
Alexandra trata de superar y ocultar su tristeza y no reflejar su dolor a su pequeño hijo Dominic, de 12 años, a quien la muerte de su padre también lo afectó. Por ahora prefiere mantenerse alegre dentro de su tristeza, tratando de superar los duros momentos que le toca vivir y con el respaldo de sus familiares y amigos que la apoyan en todo momento.
Las claves del éxito deportivo de Alexandra, según el entrenador Hugo Quelal, además de sus condiciones innatas para este deporte, son su fuerza mental y perseverancia.
Esas características las ha ido cultivando a lo largo del duro camino que le ha tocado vivir desde su infancia.
Cuando tenía 10 años se vio forzada a dejar su humilde hogar en la parroquia Rocafuerte, un pequeño poblado de la provincia de Esmeraldas, para ir a trabajar a la ciudad como niñera y lavandera, y así ganar algo de dinero para sobrevivir y ayudar a su familia.
“Fue durísimo, porque de chiquita, en vez de estar jugando o estudiando, tuve que trabajar. Fue difícil, muchas personas fueron buenas, pero otras no, me ponían a hacer de todo y me trataban mal. A mí hasta me pegaron... fue durísimo”, rememora con el tono de quien no quiere volver a vivir esa experiencia.
Escobar es una de los 10 hijos que procrearon Urcino Escobar y Matilde Guerrero, a quienes apenas les alcanzaba el dinero para la comida del día. Por eso tuvo que trabajar desde pequeña, “para arrimar el hombro en la casa”.
Cuando tenía 18 años levantó por primera vez una barra con pesas mientras acompañaba a su hermana a un entrenamiento en Esmeraldas.
“Cogí la barra de 40 kilos e hice cuatro repeticiones y el entrenador se quedó con la boca abierta porque yo era chiquita y flaquita y no era normal que levantara tanto peso. Ese día le dijo que me llevara más seguido a las prácticas”, recuerda la deportista, quien convirtió al levantamiento de pesas en un escape ideal a la pobreza.
Pero al principio hubo obstáculos, como el machismo y los prejuicios. “Al principio no me gustaba para nada porque la gente me hablaba muy mal, me decía que era un machito; que parecía más hombre que mujer, me decían: ‘Mira, ahí va la marimacha, ahí va el hombrecito, ahí va la lesbiana’, todas esas cosas, y hasta peores”.
Alexandra Escobar tiene claros sus objetivos. El primero es clasificarse a los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 y luego ganar la medalla de oro. Es un regalo que le ha pedido su hijo, a quien lo cuidan sus familiares en Esmeraldas mientras ella está concentrada o en alguna competencia. “Dominic no quiere que deje de entrenar, sabe que eso me hace feliz; a él no le gusta verme triste”.
Desde que ganó su primera medalla en un torneo selectivo siempre se trazó metas altas. “En ese entonces me puse como objetivo ser campeona nacional, lo logré y cada vez me ponía un reto más fuerte hasta cuando llegué a los JJ.OO. y mi sueño máximo era conseguir una de esas medallas. Sé que llevo cuatro ciclos y no se da, estoy cada vez más cerca, pero no sé, Dios no me da la oportunidad todavía de tener esa presea”.
La motivación de ahora es la misma que al principio: llegar al podio en los Juegos de Tokio 2020. (I)